Capítulo XV El Rey dice...

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¿Cuánto tiempo llevaba debajo de esa protectora sombra que otorgaba la cabaña? No tenía idea, pero hace más de una hora que había adoptado la postura de enterrar su cabeza entre sus piernas, y de tener en sus manos flojamente su móvil con la pantalla oscurecida, pero donde había visto la ultima respuesta de su hermana.

"No temas en mostrar amor, Ash"

A mala hora y momento leyó aquello. Con solo recordarlo, el calor se le subía a la cabeza, y se sentía asfixiarse. Incluso en su frente sentía recorrerle el sudor y sus cabellos se le pegaban a la cara.

No pensaba que el amor era malo. Es solo que ese tipo de amor no sería bueno.

No quería perder a Mahiru, su primer amigo, por algo que se veía tan casual y, tal vez, llevadero.

Ni siquiera se sentía preparado para sostenerle la mirada.

— Ahm... Mikuni-san me envió a buscarte...

¿Quién osaba a interrumpir su disputa mental?

Kuro subió la mirada a esa voz ajena. Desde su perspectiva, ese chico parecía hablarse a sí mismo, o a las escaleras, o a la arena... o cualquier cosa menos a él, pues su ojos no paraba de desviarla a un lado y otro, no queriendo hacer contacto visual.

Kuro suspiro ruidosamente. Ese amigo de Tsubaki, el que temblaba más que una gelatina sin coagular, le miró con pánico y miedo a punto de salir corriendo cuando ambas miradas chocaron.

— Que molesto.

No era su intensión, pero de alguna forma su voz salió rasposa y grave. Y su mirada se afilo sacando esa aura molesta, haciendo que el chico saltara del miedo.

— Vo-voy a buscar algo.

Lo sintió pasar casi corriendo por su lado para entrar a la cabaña. Volvió a suspirar y esconder su rostro en su nuevo refugio personal.

Mahiru de lejos no le quitaba la mirada al perezoso. Habían mandado a Lilac a buscar unas cosas y de paso que trajera a Kuro. Mikuni había llegado con sandias y los quería a todos reunidos. Pero parece que Kuro quería ignorarlos.

— Mahiru, ¿me estas escuchando?

Shirota hizo un pequeño gemido señalando que escuchaba a Sakuya, pero no le prestaba total atención.

Solo que Kuro, desde su lugar, se veía ofuscado por algo. Y en aquella postura; sentado y escondiendo el rostro, se veía casi como si aguardara que alguien fuera a sacarlo de ese estado...

Y quizás era así.

Porque el chico estaba teniendo una pelea mental.

¿Qué demonios estaba pensando? Kuro se sentía un demonio por querer codiciar a Mahiru mas de lo estrictamente necesario. Shirota es su amigo. El castaño le estaba dando su amistad, y había sido el primero en tenderle una mano. Y lo más importante, esperar que Kuro lo tomara...

Y Kuro se sentía un maldito ser por querer a Mahiru único y exclusivamente para él, poniendo el motivo del que quizás se enamoró...

Y que su querida hermana le dijera que experimentar amor era natural, tampoco le ayudaba. Quería ponerse una meta de alejar esos sentimientos. Apenas lo descubrió, si intentaba no poner a Mahiru en cada uno de sus pensamientos, quizás esa sensación desaparecería en los días.

Después de todo. Quedan cuatro días en ese campamento. Después de ello, Mahiru desaparecería de su vida así como todos aquellos que alguna vez se acercaron a él.

Kuro volvería a casa, terminaría ese último año escolar, y como se había planificado hace años, viajaría a Italia a una prestigiosa universidad, y estaría al cuidado de su problemático hermano World... solo para encerrarse por cinco años en una carrera que no le apetecía, pero que su querido padre ya había proyectado.

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