Capítulo X Hermanos

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Mahiru detuvo sus pasos mientras todos los chicos lo pasaban. Su expresión no era precisamente de asombro o terror, más bien de resignación. Había seguido a Mikuni—que encabezaba nuevamente la marcha— y preguntarle si realmente estaba pensando en dejar a Tsurugi atrás. Pues, después de darle tremenda paliza, todos hicieron oídos sordos y lo dejaron amarrado en un solitario árbol a todo sol, y emprendieron la marcha directo a la posada.

Entonces Shirota le preguntó si no sentía pena o lástima por el azabache. Mikuni le respondió hastiado que bien podría morirse y que los cuervos despellejaran su asquerosa carne. Entonces Mahiru había detenido su caminata dejando que todos siguieran al anfitrión.

—  ¿Qué esperas Mahiru?

Sakuya le hablaba unos pasos adelante confundido por la pausa del castaño.

— Es Tsurugi-san... no deberíamos dejarlo atrás. Puede pasarle algo.

— ¿Olvidas lo que ese tonto hizo?

— No es eso Sakuya.

Es solo que pensó que con los golpes fue suficiente para que Tsurugi entendiera que aquello estuvo mal. Y confiaba ciegamente que el azabache había aprendido la lección.

— Olvídalo. Estoy seguro que encontrara la forma de zafarse solo.

Sakuya llevó sus manos a la nuca y emprendió el paso. Era increíble y totalmente consciente que Mahiru era esa clase de persona. Realmente el castaño necesitaba algunas lecciones de confianza en la gente. No todos son unos ángeles con sonrisas radiantes como el sol.

— Además el idiota seguía riéndose cuando nos alejábamos.

Sakuya siguió al grupo frunciendo el ceño mientras veía a Belkia y Tsubaki reírse y susurrarse cosas de alguna tontería mientras miraban cada tanto a su persona. Chistó molesto ¿A caso se estaban burlando de él?

— Estoy totalmente seguro que a nadie le importa el bienestar de ese sujeto. Aparte de ti, claro.

Llevó su miraba a su espalda para dejar de ver al par de idiotas y confirmar el por qué del silencio en Shirota. Lo supo al instante cuando detrás de él solo estaba ese enano Alicein siendo cargado por un alto rubio en su espalda. Misono dejó de ver el paisaje al sentir la mirada de Sakuya.

— Shirota se devolvió, si eso te preguntas.

Simplemente respondió ante la muda pregunta de Watanuki.

...

Mahiru llevaba el ceño fruncido mientras quitaba las molestas ramas de los arbustos en su camino. Quitó una que le daba en el rostro y se atoró con otra en su pie, soltó la rama y se agachó para zafarse cuando escucha un gemido y el rebote de la ramita al dar contra algo. Miró confundido a su espalda y era Kuro quien se sobaba la cara.

— ¡Kuro!

— De saber que me darías con una rama en la cabeza, no hubiera venido.

— Lo siento.

Mahiru se levantó y miró el rostro del chico. No tenía nada, ningún raspón ni mucho menos alguna herida. Sonrió, y después su expresión paso nuevamente a confusión.

— ¿Qué haces aquí?

— Eso debería preguntar yo.

Kuro se inclinó y muy simplemente retiró la rama que detenía a Mahiru. Al levantarse, y sin mirar al castaño, siguió el camino.

— Pero supongo que no importa lo que te diga. Igual iras a buscar al chico frentón.

Mahiru hizo una alegre mueca y siguió al perezoso. Ciertamente le había sorprendido ver al chico siguiéndolo, y también porque no había sentido sus pasos. No había pedido ayuda ni a Sakuya para ir a buscar a Tsurugi, y no pensó que Kuro lo seguiría, pues, para el mayor seria demasiada pereza devolverse y ayudar a alguien. Pero se había equivocado.

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