• El rompimiento

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—¿Venir conmigo? ¿estás seguro, Yuu? Londres no es como Tokio —advirtió Mahiru en medio de la videollamada—

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—¿Venir conmigo? ¿estás seguro, Yuu? Londres no es como Tokio —advirtió Mahiru en medio de la videollamada—. Y tú nunca has estado lejos de tu papá o tu hermano, ¿crees que vas a poder lidiar con eso? Te digo yo que no es algo muy agradable y te van a hacer mucha, muuucha falta.

—Tía, no te preocupes por eso —aseguró Yuu sonriendo con una expresión tranquila—. Solo quiero... expandir mis horizontes...

—Bueno, pues yo encantada —suspiró ella—. Prepararé una habitación para ti y te ayudaré a buscar universidades en cuanto llegues.

Yuu le agradeció, le pidió que se cuidara y luego colgó. Se dejó caer en su cama, rendido. Había pasado toda la semana pensando en lo acontecido y en cómo su supuesto mejor amigo no había intentado hablar con él. Se sentía tan enojado, y sobretodo, tan dolido.

Había realizado la denuncia, estaba sanando correctamente sus heridas y fracturas, y dejando su papeleo en la preparatoria arreglado. El tiempo continuaba pasando y estaba seguro de que, cuando menos pensara, sería la fecha para irse; así que, muy en el fondo, quería hablar con Mikaela, pero sabía muy bien que no le correspondía ser quien le buscara.

Seguía muy molesto con él, con su desplante en frente de todos esos imbéciles y en su reacción al vídeo. No podía sacarse de la cabeza su expresión, y por más que trataba de descifrarla no la entendía. Continuaba atormentándose intentando hallar una pista que le dijera cuáles eran sus verdaderos pensamientos y no lo que sus ansiedades le hacían creer. Pero no había nada.

Y todo continuó así durante todo un mes y algo más. No había rastro de Mikaela, la investigación continuaba y el vídeo ya casi que había dejado de circular. Su hermano le llevaba los deberes que tenía que realizar y los entregaba en la escuela cada semana, su padre había realizado los trámites para que abandonara el país y su tía tenía todo listo en su hogar para recibirlo.

Cuando llegaron las graduaciones fue el único momento en que se le solicitó presencia obligatoria en la preparatoria, pues le dijeron que debía recibir su diploma. La ira se había calmado, pero se sentía sumamente incómodo al tener que salir de su casa, porque pensaba que todos lo reconocían de aquel montaje y lo estaban juzgando.

Casi se sintió como una celebridad —pero no en una buena forma— cuando llegó a reclamar el dichoso diploma. No iba a estar en la ceremonia, así que Guren lo acompañó como apoyo moral y trató de caminar tan rápido como su cuerpo le permitió. Agradeció al cielo que cuando salió de la oficina del director, los demás alumnos ya estaban en el auditorio para su ceremonia y no tuvo que ser observado por ellos. No obstante, su paz no duró.

De repente escuchó unos pasos acelerados, e instintivamente se giró, encarándose nada más y nada menos que con Mikaela, que iba corriendo a toda velocidad hacia él. Guren lo llevó tras su espalda mientras fruncía aún más su ceño.

—Y-Yuu-chan —le nombró agitado. Estaba pulcramente vestido y peinado, se veía condenadamente lindo, así que no pudo evitar sonrojarse; sin embargo, se mantuvo tras su hermano—. Quería hablar contigo.

Entre deportes y libros [MikaYuu]Where stories live. Discover now