• El incendio

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Después de que Mikaela le diera aquella pintura y de que Guren le entregara la caja, que tuvo que devolver a la oficina de archivos, habían transcurrido los dos días que faltaban para la tan anhelada exposición de arte

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Después de que Mikaela le diera aquella pintura y de que Guren le entregara la caja, que tuvo que devolver a la oficina de archivos, habían transcurrido los dos días que faltaban para la tan anhelada exposición de arte.

Todo el ambiente en la ciudad se sentía diferente, como si todas las personas hubieran estado esperando por la exposición del gran Mikaela Geagles y de Shiho Kimizuki. Incluido Yuu.

Toda su familia hizo un espacio para ir, así que llegaron a la galería en los autos de Kureto, que llevaba a Yuu, Yoichi, Scarlett y Goshi, su secretario, y el de Guren, que llevaba solo a Shinya. El trayecto había sido bastante incómodo para los primeros, puesto que el castaño intentó persuadir disimuladamente a su prometido de no ir, cosa que este no permitió.

Así, cuando llegaron, fueron recibidos por el rubio en persona, que estaba rodeado de muchos reporteros, a los que ignoró, y dejó con Shiho, cuando les vio llegar.

—Qué bueno que hayan podido venir —les dijo, sonriente. Sus ojos enfocaron a Yuu—. Por favor disfruten de la exposición, yo...

—Disculpe, Geagles-sama, queremos hacerle una entrevista —interrumpió una periodista, jaloneándolo.

Mikaela se despidió con la mano, y la siguió. Los ojos de Yuu lo enfocaron todo el tiempo, por lo que Yoichi se aferró a su brazo, buscando que este lo mirara, consiguiéndolo pasados unos segundos. Entonces, empezaron a pasearse por el lugar.

Terminaron separándose y observando cuadros diferentes, pero Yoichi se negó a dejar a su prometido a su suerte en "territorio enemigo", ya que sentía que su relación estaba tambaleándose en una cuerda floja, y no quería que estar solo en aquel lugar, le diera espacio de pensar en si valía la pena seguir manteniendo el balance o mejor lo dejaba caer.

Innegablemente se encontró admirando las pinturas, que eran hermosas. Transmitían una tristeza muy profunda, y estaban llenas de melancolía; sin embargo, hubo solo dos que eran lo opuesto: vibrantes, jocosas y alegres. Aquello le pareció extraño.

Por su parte, al empezar a recorrer la galería, Yuu se dio cuenta de una cosa: Mika no mentía cuando decía que él era su musa. Si bien no todas las pinturas tenían un rostro en ellas, sentía que había algo suyo en todas. Se sintió como aquella escena de la película de Drew Barrimore y Adam Sandler, donde, pese a que ella no lo recordaba, todo lo que hacía era pintarlo a él. Estaba sin palabras.

Su corazón latía presuroso y su panza estaba hecha todo un revoltijo.

—Notamos que agregó dos pinturas a la colección a último momento, ¿por qué fue eso? —oyeron preguntar a uno de los muchos reporteros, que entrevistaba al rubio—. Es decir, los críticos dicen que no sigue precisamente el tema de su exposición.

—Oh, bueno, las agregué porque últimamente me he dado cuenta de que el impacto del amor no siempre es doloroso, o triste; también puede ser alegre y hermoso —contestó—. Lo he experimentado en las últimas semanas.

Entre deportes y libros [MikaYuu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora