Capítulo 4: Dudas nocturnas

5.4K 482 51
                                    

Entramos a la casa, con las orejas congeladas por el aire del jardín y la nariz roja. Fred me lleva de la mano hasta la cocina; Bill y Remus no han aparecido, pero aun así todos los restantes están reunidos alrededor de la mesa, donde la señora Weasley está por servir tazas de té para todos. Molly me mira sonriente.

—Ven aquí, querida. Tomaremos un poco de té rojo, para calmar los nervios

Intento sonreírle aunque sale más como una mueca incómoda. Lo único que se me antoja ahora, es otra de esas copas de whisky que me queme la garganta y mate esa sensación de culpabilidad que tengo al ver la venda ensangrentada de George. Niego, llevando una de mis manos al pecho.

—Gracias, pero ya he tomado algo de té en casa de la tía Muriel

— ¿Y no te has envenenado?—pregunta George estupefacto—Eso es buena suerte

Le sonrío al gemelo, esperando que una pizca de culpabilidad abandone mi cuerpo, pero eso no pasa. Me siento en el sofá y alcanzo la botella de whisky que Bill ha dejado en la mesilla contigua. Cojo una copa y la lleno con el licor para beberlo de un trago. Fred me mira ceñudo, pero besa mi sien poco después.

Bebo un par de copas más hasta que él me quita la botella.

—Vaya, que manera de beber. Creo que es mejor que lo guardes para más tarde, ya sabes— Me dice, insinuando esa recompensa de la que ha hablado hace un par de minutos. Ruedo los ojos y le arrebato la botella

—Sólo una mas

—Olvídalo— Hace que la botella vaya hasta una de las estanterías y se cierre con un corcho. Bajo la copa y me cruzo de brazos—Ni Sirius bebe tanto

—Te odio

—Claro que no—Su mano baja a mi pierna y sus labios se posan en mi mejilla dejando muchos y pequeños besos sobre ella. Giro el rostro, recibiendo sus besos ahora en mis labios—Sé que te sientes mal por lo de George, pero está bien. A él no le importa demasiado

—Pero a mí sí. Está así por mi culpa

—Tranquila, cuñad—responde George sentándose entre Fred y yo, causándole un bufido a su hermano—Freddie tiene razón. Además, no es tan malo. Al menos así mamá podrá distinguirnos

Todos en la madriguera comenzamos a reír y a Molly se le suben los colores a la cara. Aprieta los puños mientras grita:

— ¡George!

—¿Qué? ¿Ahora me vas a decir que no es verdad?

Volvemos a reír y esta vez la señora Weasley se suma a las carcajadas. Hace un gesto con la varita y la cena que ha estado preparando llega hasta la mesa.

—Como sea, es hora de cenar.

Los gemelos y yo nos levantamos del sofá, caminamos hasta la mesa y ellos se sientan a cada lado mío. Fred me mira, guiñándome un ojo mientras aprieta mi pierna por debajo de la mesa. Las mejillas me arden cuando Molly me sonríe sin saber lo que su hijo está haciéndome. Lo pellizco en el dorso de la mano cuando Remus aparece por la puerta junto a Bill y nos disponemos a cenar.



De alguna manera Fred ha persuadido a su madre para que nos deje dormir juntos. Estoy colocando las sabanas en la cama cuando las manos de Fred se aferran a mis caderas y sus labios se apoderan de la piel sensible de mi nuca. Lo aparto en lo que suelto una carcajada.

—Sigo sin entender cómo fue que convenciste a tu madre de dejarme dormir contigo

—Bueno, no la convencí. Al menos no por ahora

—Entonces, ¿Qué...?

—Sólo le dije que queríamos hablar antes de dormir, después de eso tú te irías a la habitación de Ginny

—Oh

—Pero eso no pasará

Me abraza por la cintura y baja su mirada a mis pechos. Me cohíbo cuando empieza a relamerse los labios.

—Ese pijama te queda muy bien. Pero, ¿Sabes qué?

—¿Qué?

—Creo que se vería mejor en el piso

Me besa. Su lengua recorre cada centímetro de mi boca y sus labios... sus labios cálidos hacen que mi cordura se vaya al infierno. Me separo, con la respiración agitada y mi cuerpo palpitando.

—Si Harry se da cuenta de esto...

—Harry está en la habitación de Ron. No tiene por qué saberlo si no se lo decimos

—No lo sé, Fred

—Todo estará bien. Confía en mi

Nunca he visto unos ojos tan bellos como los suyos; y puede que George tenga los mismos pero los de él no tienen el brillo de los de Fred. No sé si se deba a mí o a la situación en la que estamos, pero me gusta. Quiero que sus ojos brillen por mí todo el tiempo. Asiento, depositando mi confianza en él. Fred jamás me ha lastimado o me ha fallado, dudo mucho que lo haga ahora.

Las luces se apagan, todo el mundo está dormido a excepción de nosotros que estamos parados a mitad de la alcoba entre las penumbras. Siento su respiración acercándose a mi cuello y las manos me tiemblan. Decido ponerlas en algún lugar antes de que Fred crea que me estoy muriendo de miedo.

Él se acerca, pongo mis manos en su cuello para comenzar a besarnos. Su nariz roza tiernamente la mía y en cuestión de segundos dudo de esto, pero ya es tarde para echarme para atrás. Me toma suave por la cintura y sus pasos van hacia adelante, haciéndome a mi caminar hacia atrás; mis talones chocan contra la base de la cama y él me carga para dejarme recostada en la cama.

Las yemas de sus dedos recorren mis brazos para luego pasar a mi vientre y dirigirse hasta mis piernas; las toca como si su vida dependiese de ello. Me vuelve a besar y me aparto.

— ¿Qué pasa?—pregunta en un susurro. Llevo una mano a mi frente y cierro los ojos. El dolor ha vuelto y me preocupo por Harry porque sé que está sintiendo lo mismo que yo

—Nada

—Es la cicatriz de nuevo, ¿Verdad?

—No es nada. He tenido peores sensaciones

— ¿Quieres que pare?

Lo pienso por un par de minutos y niego con vergüenza. La sonrisa de Fred se expande y me besa la mejilla

—No, no quiero

Asiente, se recuesta sobre mí y sus besos bajan de mis labios a mi cuello y después a mi pecho del que ha arrancado la blusita de dormir. Separa mis piernas y coloca una rodilla en el centro, haciéndome gemir. Me siento sucia al expresarme como lo hago, pero sus caricias son tan firmes que podría volver loca a cualquiera.

[Editado]

»Always, Potter [Fred Weasley]«Where stories live. Discover now