Capítulo 42: Due Imperium

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AVISO.- CONTIENE PARTES DEL LIBRO :)


Corro hacia él, con la adrenalina brotándome por los poros y el miedo bloqueando mis sentidos.

Me niego rotundamente a creer lo que sea que está pasando.

Me dejo caer de rodillas junto a él, notando que no se mueve ni un centímetro. Mi alma cae a mis pies y lo abrazo contra mi pecho.

—No, no, no, no. Fred—susurro acariciándole el cabello—Despierta, Fred, ¡Despierta! No puedes irte, no puedes dejarme, ¡Fred!

Lo sigo abrazando y él no hace ningún movimiento. Cierro los ojos, llorando sobre su rostro.

Una gran mano se posa sobre mis omoplatos y sé que se trata de la señora Weasley; lleva los ojos llorosos y el cabello alborotado junto a Ginny.

—Skyler...

—Ha muerto. Fred ha muerto por mi culpa

Ella niega, con las mejillas empapadas.

—No digas eso, hija—me dice—Fred está bien. Sólo está inconsciente. Recibió un golpe muy fuerte en la cabeza

Es como si un pedazo del cielo cayera sobre mí y traspasara mi cuerpo, llenando mi pecho con un alivio que creí desconocido. Vuelvo hacia Fred poniendo un par de dedos sobre su cuello. Noto que aún respira pero que se niega a abrir los ojos.

Entonces todo pierde sentido para mi.

La ira se apodera de mi cuerpo y por un momento se borra de mi mente cada imagen dolorosa, cada herida y cada sutura para reemplazarla con la cólera que siento. Miro a Harry y sé que es lo que debemos hacer ahora.

Me levanto, separándome de los brazos de la señora Weasley. Todos nos miran confundidos, hasta que Harry y yo damos la vuelta caminando hacia la salida

— ¡Skyler!—grita Molly— ¡¿A dónde vas?!

Pero no respondo; y supongo que jamás lo haré.


El Pensadero de piedra se encuentra en la misma cabina de siempre. Harry lo carga hasta el escritorio e introduce los recuerdos de Snape en la gran vasija con las marcas de runas en el borde; mi estómago está revuelto por todas las emociones que he vivido hasta ahora. Harry me hace una seña para que me acerque.

Los recuerdos se arremolinan grises y extraños, y sin dudarlo, con un sentimiento de imprudente abandono, aun sabiendo que esto aumentará nuestro pesar, nos zambullimos en la vasija.
Sentimos la luz del sol, y nuestros pies tocan un suelo cálido, tapizado de pasto y flores. La sensación de viajar a través de los recuerdos de las personas aún resulta extraña para mi. Enderezo la espalda, notando que hemos llegado hasta un patio de juegos casi desierto, a excepción de un par de niñas que se columpiaban de adelante hacia atrás. Harry coge mi mano, apretándola mientras ambos observamos la escena.


Un niño con el cabello largo y de un negro profundo las observa desde un arbusto enorme, queriendo pasar desapercibido ante la mirada de las dos chicas. No es difícil de adivinar de quien se trata; la pelirroja cabellera de una de ellas es inconfundible, además que la pequeña Petunia conserva esa cara similar a la de un caballo.

La pequeña Lily salta del columpio y toma una pequeña flor. Ésta abre sus pétalos sobre su palma para luego ofrecérsela a su hermana. Ella hace que tire la florecilla en un manotazo, con el ceño fruncido y bufando.

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