6- Narnianos

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Narra Emma:

El enano desenvainó su espada y se acercó a mí, yo cogí el palo de metal y lo extendí hacia él.

- No te acerques más - dije con un valor que ni yo sabía que estaba ahí. El enano se detuvo, pero solo por unos instantes.

- ¡Te lo dije! - le espetó el enano al tejón - ¡Te dije que deberíamos haberla matado cuando tuvimos ocasión!

El tejón me miró y olfateo.

- ¿Qué eres? - me preguntó, confundido. Yo lo miré sin entender a que venía esa pregunta

- Soy una humana, si es eso lo que estás preguntando - contesté incómoda - ¿Y vosotros? ¿Qué sois?

- ¿Vas a bajar esa cosa o qué, humana? - me preguntó de mala manera el enano mientras guardaba su espada. Yo guardé la cosa de metal donde la había encontrado.

- ¿Sois narnianos? - pregunté fascinada. Ellos asintieron - ¡Lo sabía! - exclamé sonriendo. Ellos me miraron con el ceño fruncido - ¿Dónde están los demás?

- ¿Los demás? - preguntó el enano - ¿A quién te refieres?

- A los demás narnianos, por supuesto

- Escondidos en el bosque por culpa de gente - contestó el enano enfadado.

- Ellos no son mi gente... - pensé.

- ¿Escondidos? ¿Por qué? ¿Acaso no vais a luchar por lo que es vuestro? - pregunté sorprendida. El tejón sonrió mientras me daba una taza de té.

- No hay nada por lo que luchar... Nos lo han arrebatado todo - Los miré con tristeza, sabía como se sentían.

- ¿De verdad no haréis nada? - El tejón negó con la cabeza - ¿Y Aslan? ¿Y los cuatro reyes? - pregunté sin pensar - Guau... No sé lo que acabo de decir - dije divertida, pero ellos me miraban ahora muy serios.

- ¿Cómo sabes tanto de nosotros? - me preguntó el enano con una mirada acusadora. Me encogí de hombros

- Sinceramente, eso lo he dicho sin pensar... No sabía que sabía eso - confesé. Ellos se volvieron a mirar y luego me miraron a mí - Supongo que lo habré sacado de algunos de mis sueños...

- ¿Sueños? - preguntó el tejón, ahora muy interesado - ¿Qué sueños? - Intenté cambiar de tema.

- ¿Es verdad que me habéis salvado? - pregunté cambiando de tema.

- Sí. Nikabrick - Señaló al enano gruñón - y Trumpkin los han matado - contestó el tejón - Por cierto, soy Buscatrufas.

- ¿Trumpkin?

De repente, un enano parecido a Nikabrick pero rubio y con la barba más larga apareció.

- Yo - dijo molesto.

- ¿Vosotros me habéis salvado? - pregunté sorprendida.

- ¿Te sorprende? - dijeron los dos enanos al mismo tiempo

- Esos guardias sabían manejar la espada, pero... Éramos más rápidos - comentó Trumpkin con una sonrisa burlona.

- En ese caso, perfecto. Seréis mis profesores de espada - Trumpkin le escupió el líquido de su vaso a Nikabrick. Yo lo miré asqueada.

- ¿Nosotros? ¿Los profesores de una humana? - dijo Nikabrick mientras se limpiaba el té en su cara - ¡Ni loco!

- Yo sí que acepto - confirmó Trumpkin

- ¿De verdad? - preguntamos Nikabrick y yo al mismo tiempo

- Sí... Pero quiero algo a cambio - Yo asentí - ¿Qué puedes ofrecerme a cambio, humana?

Miré a mi alrededor y sonreí al saber que podía interesarle a un enano.

- ¿Esto es suficiente para un entrenamiento completo? - le pregunté mostrándole mi anillo de compromiso. Los ojos de Trumpkin se agrandaron y brillaron.

- ¡Perfecto! - exclamó cogiendo el enorme anillo - ¡Comenzamos mañana al alba! ¡Prepárate, humana!

En realidad, Trumpkin no tenía la más mínima idea de entrenar y enseñar a Emma a luchar con la espada. Su plan era hacérselo pasar fatal en el primer entrenamiento, que Emma se diera por vencida y, así, salir ganando.

(...)

Al día siguiente, Emma se preparó para su clase con Trumpkin. Había cortado su vestido de boda, haciéndolo más cómodo y corto y se había dejado el pelo recogido en una trenza sencilla.

Las clases de Trumpkin empezaron y Emma comenzó a luchar. Sabía los movimientos básicos, era rápida y ágil, pero no lo aprovechaba en su manera de luchar por lo que Trumpkin siempre ganaba.

Sin embargo, Emma siempre volvía a levantarse y a intentarlo de nuevo. A pesar de tener todo el vestido envuelto en barro y sangre, moratones en la cara y cortes... Siempre volvía a levantarse.

- Es suficiente por hoy, humana - le dijo Trumpkin acercándose a ella y ayudándola a levantarse.

- ¿Tan pronto? - preguntó Emma con ironía y Trumpkin rió.

- Ya ha oscurecido... Es suficiente por hoy - Trumpkin sonrió a Emma - Debes descansar, humana. Mañana será peor

- Mi nombre es Emma - Trumpkin sonrió

- Lo sé - dijo él mientras entraba de nuevo en la casa del tejón. Emma sonrió divertida y siguió al enano a través de la puerta.

Así pasaron la siguiente semana para Emma... Entrenando y entrenando sin parar. Emma ya era respetada por todos los narnianos del bosque que la habían ido conociendo a lo largo de los días y contra los que se había batido en duelo.

- ¡Arriba esa espada! - le gritaba Trumpkin mientras que Emma luchaba contra Nikabrick y Buscatrufas - ¡Defensa! ¡Ahora sí! ¡Cuidado con esa mano! - Emma cada día lo hacía mejor - ¡Utiliza tu agilidad! ¡ESO ES! - gritó cuando Emma apuntó a Nikabrick y Buscatrufas con su espada.

- Buen trabajo - La felicitó Buscatrufas con una sonrisa - Cada día eres mejor...

Nikabrick refunfuñó por lo bajo y se fue, Buscatrufas lo siguió después de guiñarle un ojo a Emma.

- Gracias - agradeció ella -

Emma se acercó a Trumpkin.

- ¿Qué tal? - preguntó agotada

- Mejorable - contestó con el ceño fruncido - Debes estar siempre protegida... Ha habido algunas partes en los que has estado vulnerable. Contra la otra mano y utilízala para dar más fuerza a tu espada - explicó. Emma asintió - Pero, en general, bien hecho.

Emma asintió, aunque sabía que podía haberlo hecho mejor.

Amor en guerra- NarniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora