Capítulo 1

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En el pueblo de Os Gashma todo parecía construido como si lo hubiesen sacado de una vieja leyenda popular

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En el pueblo de Os Gashma todo parecía construido como si lo hubiesen sacado de una vieja leyenda popular. Quizás por eso es que el turismo solía ser bastante alto cuando las heladas cesaban. Todos los habitantes de Novokabirsk deseaban recorrer ansiosos por las callejuelas adoquinadas y admirar las preciosas capillas religiosas con cúpulas hechas en azul noche o aguamarina con salpicones de pintura dorada que simulaban ser estrellas.

Otabek Altin había llegado al pueblo cuando tenía cerca de trece años. Todo el Reino estaba revolucionado por las repentinas muertes de sus amados reyes, y eso le había permitido a un joven extranjero como él adentrarse en las peligrosas fronteras de Novokabirsk ahora que la seguridad había bajado momentáneamente. Una vez que conseguías entrar ya nadie podía quitarte el derecho de vivir allí.

Esa mañana se encontraba ayudando a las lavanderas de la ciudad a llevar la ropa que diariamente se les encargaba para que las dejaran perfumadas y relucientes. Otabek no lavaba, simplemente ayudaba a cargar los enormes canastos; tampoco ganaba más que un par de monedas pero le gustaba sentir que era un poco útil. También trabajaba con el panadero más famoso del lugar, recogiendo pedidos y a veces horneando delicias a su lado. Era en sus tiempos libres que se dedicaba a ayudar.

- Que muchacho más maravilloso -solía exclamarle la anciana Annushka- ¡Qué afortunada la jovencita con la que contraigas matrimonio!

- Yo me quiero casar con Otabek -intervino risueña su nieta Dunya, que no tenía más de doce años.

- Ya te conseguirás a alguien de tu edad, myshka -le respondió cariñosa su abuela. Myshka significaba ratoncito y la joven Dunya, con sus enormes dientes, parecía uno.

Otabek simplemente esbozaba una sonrisa y agradecía en silencio que todas aquellas mujeres lo alabasen tanto. Él no se veía tan especial. No es que fuera como Jean-Jacques, su hermano del alma, o JJ como lo llamaba habitualmente. Él era guapo, tenía una sonrisa conquistadora, músculos varoniles y siempre tenía las palabras justas que todas las muchachas querían oír. Más JJ sólo había tenido ojos para una de ellas: Isabella.

Otabek y JJ tenían un acuerdo tácito en torno al tema Isabella. Ninguno de los dos mencionaba su nombre ni tampoco nada que pudiera recordarles a ella, como las rosas o los pasteles de manzana. No era difícil de mantener aquello si se recordaba lo destrozado que había estado JJ -y que seguía estando- hace más de ocho meses ya.

Cuando vio terminada su tarea con las lavanderas se dirigió a la biblioteca a pedir algún libro nuevo. Ya había ahorrado lo suficiente como para poder tomar prestado alguno de los tomos más costosos de la biblioteca municipal. JJ solía regañarlo diciéndole que podía usar ese dinero para comprarse alguna bebida o quizás ropas nuevas. A Otabek no le molestaban sus viejas botas ni su raída capa, y la bebida le causaba poco y nada de placer.

- Buenas tardes, Otabek. Ya me preguntaba cuándo volvería a verte -lo saludó Celestino, el bibliotecario. Otabek hizo un asentimiento de cabeza a modo de saludo.

Thorns and All [Otayuri] - YURI ON ICEWhere stories live. Discover now