Capítulo 4

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La vista que daba la ventana de su habitación era la peor de todo el palacio

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La vista que daba la ventana de su habitación era la peor de todo el palacio. Daba directamente a ese rosedal nefasto que le recordaba todos los días, a cada minuto, que su miserable existencia se acercaba cada vez más a empeorar para siempre.

Sintió un aleteo tras de sí y un ruido de plumas desprendiéndose de sus alas. Claro que no tenía dudas de que su mayor lugarteniente acababa de aterrizar desde otro de los ventanales del cuarto.

-Llegas tarde -masculló sin despegar la vista del cristal.

-El chico se comportó muy revoltoso, mi rey -respondió una muchacha con la voz aguda y rasposa.

-Espero te encargaras bien. No quisiera tener que desplumarte -dijo con un gruñido, girando a verla.

Mila se sobresaltó un poco cuando la miró a los ojos. Tenía el pelo revuelto y se rascaba nerviosamente el plumaje con las garras que le salían de las manos. Antaño había sido la chica más bella de la corte, la hermosa prima del rey a la que todos querían desposar. Ahora era un verdadero monstruo, una arpía salida de pesadillas. Pero nunca nadie se veía tan aterrador como el rey.

-Sí, mi señor -respondió tras hacer una reverencia.

-Te puedes retirar. Ten un ojo en la ventana del chico y también por los alrededores. No quiero visitantes inesperados y su hermano me daba una inmensa vibra de problemas.

Mila soltó un graznido que parecía ser como una afirmación. Extendió sus grandes alas de color rojo y salió al vuelo por el mismo lugar en que había entrado.

El Rey Yuri se quedó mirando al cielo nocturno unos momentos. Que horrible era la noche, pero también lo era el día y la vida. Odiaba todas las cosas bellas que le recordaran lo desagradable que él era ahora.

Aprovechó que la mayoría de su gente seguramente dormía, quizás excepto el lobo Seung-Gil y las rastreras serpientes hermanas.

Se deslizó entre las sombras como el monstruo que era: acechando, en silencio, veloz. Caminó entre los nidos de la gente del palacio. La cama arriba de un vestidor del gato Phichit, la madriguera bajo tierra del zorro Leo, el lugar debajo de la mesa de aquel asqueroso escorpión de Georgi.

Las grandes puertas de madera se abrieron al sentir su presencia. Era otro de los trucos de magia del detestable mago que vivía en sus aposentos. Lo único que lo detenía de destrozarlo con sus propias zarpas era que no solo su maldición sería eterna sino que todas las personas del castillo, su familia, perecerían bajo las espinas que les rodeaban el cuello.

Atravesó los inmensos jardines en silencio. Podía sentir a los grillos zumbar y un poco de movimiento en el inmenso lago artificial que había mandado a construir cuando aún era un bello príncipe. Un cisne -o al menos era medio cisne- dormía en el centro del agua plácidamente y, a pesar de que no lo viera, una criatura llena de escamas estaba en las profundidades del agua.

Thorns and All [Otayuri] - YURI ON ICEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora