Capítulo 28

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-¡Y fíjate que queden bien espolvoreados! ¡No queremos que haya algo desprolijo para la visita del rey! -le ordenó la potente voz de Kseniya

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-¡Y fíjate que queden bien espolvoreados! ¡No queremos que haya algo desprolijo para la visita del rey! -le ordenó la potente voz de Kseniya.

-Sí, señora -contestó Otabek.

La enorme mujer asintió ante la eficiencia del muchacho para acatar órdenes y abandonó la tienda a controlar las carretas que trasladarían sus productos al centro de la ciudad.

Otabek dio un suspiro y tomó el cuenco lleno de azúcar impalpable para empezar a arrojarle encima de todos los pastelillos. Olía a huevo crudo, masa y dulces, una mezcla que comenzaba a generarle bastantes náuseas después de tantas horas detrás de las hornallas que encima lo estaban sofocando.

La panadería de Kseniya era la misma que había pertenecido tiempo atrás a su hermano Igor antes de su fallecimiento durante la Batalla en el Castillo, el nombre oficial que la gente de Novokabirsk le daba a la contienda.

Ya habían pasado más de siete meses. Estaban en plena primavera.

Y esa tarde se celebraría el aniversario de la fundación de Os Gashma, una de las más antiguas del reino. No era un acontecimiento al que se le daba demasiada importancia desde hacía años pero era una idea del Rey Yuri para afianzar los vínculos con su gente luego de los tiempos difíciles.

Otabek terminó de espolvorear todos los pedidos y miró satisfecho su obra de arte. No quería admitirlo ni siquiera a sí mismo, pero el pecho se le llenaba de emoción al imaginar el rostro del rey al saborear alguna de sus creaciones hechas a base de limón, frambuesas o naranjas. Lo recordaba cómo alguien de buen apetito, pero no podía decir si aquello seguía siendo igual luego de siete meses de completo silencio.

Le gustaba el silencio. Un poco lo calmaba, otras tantas veces lo hacía sentirse abrumado. Otabek jamás había vivido en un mundo sin ruido porque solía tener al lado una persona que no conocía lo que era la calma y tranquilidad. Después había pasado tiempo en el castillo, pero todo el bullicio externo que le faltaba en ese lugar Otabek podía compensarlo con la inquietud que sentía todos los días en el corazón.

Kseniya finalmente lo despachó para que se preparara para la celebración. El rey daría un regalo a Os Gashma para poner en la plaza principal junto a la vieja fuente que había sido regalo de su padre, Aleksandr, durante otro de los aniversarios. Otabek se preguntaba qué estarían planeando todos ellos y si él conseguiría ponerse a la altura.

Trató de moverse velozmente entre el caos de las callejuelas del pueblo. Los aldeanos decoraban cada fachada, balcón o asiento en la vía pública. La gente del palacio -nadie conocido para Otabek, hasta ahora- disponía de los instrumentos para los músicos, así como ubicaban el enorme regalo que se le haría a la ciudad en su respectivo lugar frente a la fuente. Estaba tapado con varias capas de telas y era imposible de dilucidar siquiera su forma.

¿Era acaso un monumento? ¿Tal vez en honor a los caídos en la batalla? O tal vez fuese alguna estatua del benévolo Rey Aleksandr. O quien sabe qué cosa. No era ciertamente lo que le generaba más ansiedad a Otabek.

Thorns and All [Otayuri] - YURI ON ICEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora