Capítulo 25

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Allí en la oscuridad de la biblioteca local de Os Gashma, Otabek estuvo a punto de rendirse

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Allí en la oscuridad de la biblioteca local de Os Gashma, Otabek estuvo a punto de rendirse.

Había probado de todo, usado el máximo de fuerzas que le quedaban pero era imposible soltarse de sus ataduras. Lo dejaron demasiado lejos de cualquier cosa que pudiera verse lo suficientemente filosa y separado de todo a través de la escalerilla que solía llevar a la sección privada de la biblioteca. En algún momento de su vida hubiera estado feliz de perderse en esos pasillos pero ahora sentía que JJ le había arrebatado hasta el amor por los libros al hacerlo prisionero en el lugar que más amaba.

Estaba demasiado en penumbras. Otabek no le temía a la oscuridad pero sentía un peso en el pecho que lo hacía sentir que estaba verdaderamente sólo a merced de los demonios que se ocultaban en las sombras. Esos demonios que eran fanáticos del sigilo y la soledad, aquellos mismos que existían en su cabeza y lo atacaban cuando nadie más pudiera salvarlo.

-Por favor -musitó para sí mismo-. Por favor.

Pero Otabek ya no sabía a quién le estaba suplicando. No sabía si estuvo cautivo una hora, dos, tres, o incluso días. Los hechos ocurridos en el baile y en la plaza lo habían trastornado inmensamente. Nada de lo que creía conocer se sentía real. Ni los últimos meses ni toda su vida al lado de JJ, a quien siempre creyó una persona incondicional. La traición ciertamente le dolía pero tampoco era capaz de culparlo del todo. JJ también tenía sus motivos para sentirse trastornado. El problema discurría en que ni él ni Otabek habían decidido anteponer los sentimientos del otro por encima de los propios. Cada uno tenía su postura y no planeaba alejarse de ella.

Un susurro de pequeños golpecitos se sintió en el piso de debajo de la biblioteca. Otabek ralentizó su propia respiración para que no lo sintieran -lo cual era estúpido, ya que todos en el pueblo sabían que estaba allí cautivo- pero los latidos desbocados del corazón acabaron por fallarle. Él los escuchaba tan fuertes que estaba seguro que acabarían por descubrirlo.

De repente, una presencia en el piso de arriba. Otabek ni siquiera fue capaz de escuchar los pasos chirriantes en la desvencijada y empolvada escalera. Le dio un tremendo susto de muerte hasta que identificó a su totalmente inesperado visitante.

El mechón de cabello rojo fuego era imposible de no reconocer.

El muchacho se agachó hasta quedar a su lado y Otabek aprovechó para analizarlo mejor. Era el chico que estaba atrás de JJ como si fuera un pupilo, que se auto-subordinaba a las órdenes que ladraba su hermano como si fuera un ídolo o su dios. Tenía un rostro extremadamente juvenil -como el del pequeño Guang Hong- pero tenía un brillo enigmático y misterioso que no lo hacían ver acorde a su edad -y Otabek solo había un mínimo destello del mismo en Phichit-.

-¿Quién eres? -le preguntó, con la voz haciendo eco en la biblioteca.

El chico observó a todo su alrededor como si le preocupara que alguien los oyera. La biblioteca seguía tan vacía y solitaria como en las últimas horas.

Thorns and All [Otayuri] - YURI ON ICEWhere stories live. Discover now