EXTRA 1

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Escuchen, niños, la historia de este pequeño personaje aún desconocido para el reino

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Escuchen, niños, la historia de este pequeño personaje aún desconocido para el reino. Presten atención a la historia del zorro que le pidió dos deseos a la luna a cambio de un sacrificio, porque las cosas que lo valen nunca vienen sin una paga.

En Novokabirsk había un palacio y en ese palacio vivía un zorro. Irónicamente, el zorro se llamaba Leo porque al nacer, su madre dijo que era tan valiente y audaz como un verdadero león.

Como todo zorro le gustaba acechar a sus presas porque era bastante tímido y cauteloso, temeroso de que rompieran su pequeño corazón de zorro. Pero Leo no fue siempre un zorro, sino que mucho, mucho antes no era más que un niño soñador que le pedía deseos al cielo.

* * * *

Fue un muchachito muy amable y cariñoso con los suyos, protector de su familia a pesar de que no tenía más de seis inviernos. Le gustaba cazar y recolectar frutos que luego serían compartidos en comunión con todos los que amaba.

Leo venía de una tribu a las afueras del pueblo de Kostroscow. Allí nadie tenía la piel clara y el cabello les iba de las tonalidades más brillosas del marrón al naranja más fogoso, con ojos oscuros que te escrutaban en la noche. Por los pueblos se decía que no eran originarios de Novokabirsk sino de tierras muy lejanas y de otros continentes, pero esa no es la historia que vamos a contar.

En la tribu se hacían llamar los Acechadores porque eran los mejores cazadores nocturnos y ni siquiera el animal más sigiloso podría haberlos visto venir. Leo era uno de los mejores aunque apenas tuviese diez inviernos y siempre volvía con las liebres más apetitosas para cenar. Cada noche, a la luz del fogón, le daba las gracias a la Madre Luna por dejarlo sobrevivir una noche más a cambio de la cacería de sus hijos. A veces lo comparaban con un zorro, uno demasiado inteligente y al que nunca se le escapaban las presas.

Las cosas se dieron vuelta de repente. Para su onceavo invierno perdió a su madre a causa de una pandemia que azotó a muchas de las mujeres acechadoras. Desde el día en que cerró los ojos, Leo trepaba los árboles todas las noches para rezarle a la Madre Luna por el espíritu de su propia madre, para que finalmente alcanzara su luz y descansara.

Ese fue solo el principio del fin. Como no había mujeres que ayudasen a trabajar -y las pocas que quedaron las pusieron a parir más miembros para la tribu-, Leo tenía que esforzarse el doble. Tenía que poner más trampas para liebres y orar el doble a la luna, a veces dejándolo con pocas horas de sueño.

Pero para la tribu no era suficiente. El pequeño Leo de once inviernos no era más que un estorbo. Así que un día lo tomó uno de los guerreros del clan y lo cambió por dos bolsas de trigo, dos caballos y tres vacas al primer esclavista que se cruzó en Kostroscow.

Leo era fuerte y estaba bien alimentado, por lo que solían pasearlo con una correa durante las subastas del mercado negro de esclavos a ver quien de los nobles quería hacerse con un sirviente tan digno. Todas las noches lloraba porque ya no podía rezarle a la luna por el espíritu de su madre, no tenía ni siquiera una ventana en la pequeña celda que compartía con otros niños próximamente a ser vendidos. A veces secuestrados, muchas otras entregados por las personas en quien más confiaban.

Thorns and All [Otayuri] - YURI ON ICEWhere stories live. Discover now