Capítulo 2

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Otabek recordó un viejo dicho que se decía allí en Novokabirsk: "La inteligencia de uno se mide por cuán lejos se posiciona del bosque"

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Otabek recordó un viejo dicho que se decía allí en Novokabirsk: "La inteligencia de uno se mide por cuán lejos se posiciona del bosque".

Nunca había pensado lo acertado y sabio de esas palabras.

El bosque era un lugar oscuro, tenebroso y lleno de bestias. Sentía que todas las leyendas cobraban vida bajo las copas de sus inmensos árboles y entre los espinales que crecían del suelo. Odiaba esos espinales. Con ellos se creaban las pulseras de castidad, las que cada ciudadano debía usar desde los quince años hasta el momento de contraer matrimonio. Se las hacía pasar por un proceso de secado que las hacía prácticamente imposibles de cortar salvo por un profesional, que solían ser las personas que aprobaban los matrimonios en la corte.

Por supuesto todas las espinas eran removidas dejando solo la rama, pero Otabek casi podía sentirla punzando su muñeca. Eran un triste recordatorio para todos aquellos que no habían conocido el amor.

Entre el tiempo que había vuelto a su casa para recoger provisiones, una capa, su arco y el libro de cuentos populares, de paso, ya era pasado el mediodía. Y en esos meses el sol se ponía en solo unas horas. Otabek de verdad que no quería quedar encerrado en el bosque en plena noche.

Un aullido sonó a lo lejos haciendo que instintivamente tensara su arco. No serviría de mucho si era una manada de lobos pero le hacía sentir que no era un completo idiota por lanzarse a las fauces de las sombras del bosque.

A la hora de estar caminando llegó a un acantilado que daba a un río totalmente seco. Desde hacía años que los hermosos ecosistemas de Novokabirsk parecían morir poco a poco. Y con sus muertes traería consigo la de los habitantes del reino, también.

Podía ver tan claramente el castillo desde dónde estaba que era capaz de contar las veinte cúpulas bulbosas características del reino. Cada una de ella era una combinación de colores y diseños que oscilaban entre todos los tonos del arcoíris. Las torres y la base del palacio eran de un rojo ladrilloso, brillante y pulido. Parecía sacado de un sueño, capaz de barrer el piso con las precarias construcciones que había en Os Gashma.

Bordeó el acantilado mientras el sol se lo permitía y cruzó el árido río que alguna vez estuvo lleno de vida. Otabek vio algunos esqueletos de lo que posiblemente fueron criaturas marinas que vivieron en sus profundidades.

Estaba aterrorizado. El aullido de hacía un rato no dejaba de perseguirlo y creyó ver un enorme ave rapaz de plumas rojizas surcando el cielo mientras se aproximaba a su destino.

Si lograba salvar a JJ lo asesinaría el mismo con sus propias manos por aquella locura.

El castillo en sí parecía abandonado. Si bien a primera vista su majestuosidad era innegable, cuando la mirabas más detenidamente podía notar los pedazos de pintura saltada en muchas partes así como las enredaderas y musgo creciendo entre los detalles tallados. No parecía que los carruajes en la puerta se usasen con frecuencia y ningún guardia protegía la puerta.

Thorns and All [Otayuri] - YURI ON ICEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora