Capítulo 18

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Sibír era un traicionero desierto

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Sibír era un traicionero desierto. El Rey Yuri lo sabía bastante bien.

La blanca nieve que cubría sus tierras podía lucir hermosa, de un blanco brillante que parecía estar cargado de pureza y simpleza nada más. Pero, en el fondo, Sibír solo era un páramo de hielo, el cementerio de cientos de personas que buscaban atravesar su vastedad, ya sea en busca de una vida mejor en otros reinos o por algunos motivos externos.

El rey y la reina descansaban allí.

Nadie sabía eso, sin embargo. El reino pensó que, después de un tiempo, los restos de sus monarcas fueron recuperados para ponerlos en el Mausoleo de la Casa Plisetsky. Había sido suficiente que no tuvieran cuerpos que quemar en la pira -los reyes siempre eran quemados para que su humo ascendiera hasta el dios de los cielos, Perún y las cenizas esparcidas sobre la tierra para que llegaran hasta el señor del inframundo, Veles-, por lo que los ritos funerarios ya tuvieron que verse incompletos. Era una deshonra completa pensar que el rey Aleksandr y la reina Alina no pasaban su descanso eterno junto a todos sus antecesores, por lo que Madame Lilia pensó que sería sensato mentirle al pueblo que los restos habían regresado dónde pertenecían un tiempo después de los fallecimientos.

Yuri sabía que aquello no era verdad. Cada vez que visitaba Sibír se sentía como una puñalada en su ya duro corazón; era casi como una ida a ver la tumba de sus padres. Una inmensa y congelada tumba.

Lilia caminaba envuelta en su chal de invierno, con las elegantes patas de cisne luchando contra la pesada nieve de Sibír. Al menos aquel día no tenían una tormenta, lo que permitía a Mila surcar los cielos convirtiéndose en una manchita roja que tapaba el sol.

-No entiendo para qué quieres ver a ese brujo otra vez -masculló ella-. No necesitas nada de él.

-¿Y cómo puedes saber qué necesito? -gruñó, aunque no de una forma tan amenazadora. Con Lilia no podía hacerlo ya que ella era capaz de verse incluso más aterradora que Yuri.

-Lo que necesitamos es regresar al castillo y que tú te esfuerces en pasar tiempo con el tributo. Dices que quieres acabar con la maldición por todos pero a veces dudo de eso, mi rey.

-No es fácil -espetó, quitando su turbada mirada de ella.

-Yo lo sé. Pero mientras más pase el tiempo será aún más difícil. Y temo que el tiempo finalmente se acabe para todos.

Yuri soltó un leve gruñido. Lilia no se inmutó ante su rabieta de muchacho joven y mimado. Nunca había hecho sentir a Yuri como si él fuese una amenaza real para alguien.

-Sé que eres el peor posicionado en esto -dijo ella tras suspirar-. Sé que todo el peso de la maldición está sobre tus hombros.

-Bien merecido, creo -farfulló entre dientes. La mujer no dijo nada al respecto.

-Pero quejarte todo el tiempo de lo desdichados que somos todos no servirá de nada. Hay que empuñar la espada y luchar contra el destino -dijo Lilia, recitando un viejo refrán del reino.

Thorns and All [Otayuri] - YURI ON ICEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora