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Como de costumbre Sae Wa terminaba su turno en la oficina a las nueve y media de la noche, le tocaba la parte más fastidiosa de todas cuando debía archivar todos los movimientos de la oficina en su computadora y finalmente enviárselos a su jefe.

El señor Min Yoongi no tenía más de veinticinco años y a tan joven edad ya era un hombre exitoso con un puesto muy alto en una buena compañía de Seúl que prometía desarrollarse más y más con el pasar del tiempo.

Min Yoongi al igual que Sae Wa eran los únicos que estaban en aquella oficina a tan altas horas de la noche solo que, la chica se escondía tras su cubículo al fondo de un largo pasillo que conectaba con la sala general donde los demás trabajadores laboraban en sus computadoras y finalmente en una esquina de esta sala, tras una gran ventana de cristal se encontraba la oficina del joven Yoongi.

Sae Wa estaba tan concentrada en lo que tenía que hacer que hoy se le hizo inusualmente tarde y cuando miró su reloj de muñeca se dio cuenta que eran casi las once de la noche.

— ¡Mierda! No me va a dar tiempo de llegar si sigo aquí.

Apresuradamente terminó el último balance de la noche, cerró la sesión y tomó su cartera marrón de cuero tan rápido como pudo para salir casi a trote de la oficina.

Cuando estuvo cerca de la sala común algo llamó su atención. La luz de la oficina de Min Yoongi seguía encendida. Sae Wa se detuvo de inmediato observando con detenimiento el ventanal para ver si lograba ver a su jefe pero después de un intento aquello no dio resultado.

En ese momento, la chica sintió que se le secaba la garganta al imaginar que en aquella oscura y silenciosa oficina sólo se encontraban ella y Yoongi, su jefe, el hombre que le gustaba desde hacía dos años y que nunca se había detenido a mirarla por más de diez segundos.

Yoongi sólo sabía de la existencia de Sae Wa porque era la secretaria general del departamento mas no existía nada en el cerebro de este hombre que lo relacionara con la joven de veintidós años.

— ¿Qué hará todavía aquí? —Murmuró la pelinegro para sí misma mientras se acercaba con cautela a la oficina de Yoongi.

Los nervios comenzaban a invadirla a medida que daba un paso tras otro hasta que por fin llegó a acercarse lo suficiente para mirar por la ventana con claridad. Yoongi yacía dormido sobre su escritorio y su rostro apacible que soñaba con quien sabe qué cosa hizo palidecer a Sae Wa. Parecía que su cara había sido esculpida por los mismos ángeles.

Tanta fue la emoción que la pelinegro sintió en su pecho que tuvo que llevarse la mano a la boca para no soltar un grito de exaltación. Le tomó un minuto recobrar la compostura y luego volvió a asomarse para observar al hombre que le quitaba el sueño.

Casi se muere del susto cuando se encontró con la mirada fría y mutilante de Yoongi mirando justo en su dirección. Hasta ahora nunca la había mirado más de diez segundos pero esto no era lo que Sae Wa quería, ella deseaba que el rostro de Yoongi no fuera tan duro y que su mirada no quisiera destruirla allí mismo si pudiera. 

Joder, joder, joder, no, no, me ha visto. Ahora pensará que soy una tipa rara que lo mira dormido.

Instintivamente Sae Wa hizo una apresurada reverencia para ocultar su timidez pero se llevó un golpe en la cabeza con el cristal de la ventana.

No puedo ser tan estúpida.

Con toda la vergüenza del mundo levantó la mirada esperando la respuesta de su jefe pero este seguía mirándola como si se tratase de adivinar qué demonios hacía esa chica.

neon → min yoongiUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum