UNIVERSOS ANGELICALES.

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Dicen que los animales salvan vidas. Mi abuela siempre lo decía. Ella lloraba cuando algún cachorro estaba en la calle, quería recogerlo y llevarlo a nuestro desastre.

Estábamos metidos en una encrucijada, no teníamos mucho pero bastaba.

Así que solo cuando pudimos adquirir un espacio asequible. Conocimos a Blanca.

Recién entraba a la primaria, y una adorable perrita de poco menos de un mes llegó en una caja, alguien la puso al frente de nuestra casa.

La acogimos a pesar de lo que gritaron. Se formó un barullo cuando expresaron: "Las hembras no eran buenas mascotas."

Una sentencia cruel para una actualidad remota.

Un pavor. Una clemencia, algo que nos haga sentir en compañía. Esa cachorra me acompañó durante toda su vida.

Las promesas de mi madre eran esquivas. Y cuando me sentía desilusionado, lleno de melancolía. Me escondía debajo de la mesa tapando mi cuerpo con una manta para que nadie me viera.

De repente, entre la oscuridad vehemente veía dos patas, alzaba la mirada. Y era ella. — Blanca.

Tenía el pelaje como una nieve y la piel con manchas negras pequeñas, parecidas a un dálmata, pero llevaba algo en la mirada. Abandonada, destinada a la miseria, sus ojos de Bóxer me decían, "deja la clemencia".

La verdad es que no me interesaba su raza, solo veía que mientras cada lágrima soltaba, sus lamidos se hacían presentes limpiando mi desgracia.

Aprendí a suplir desde pequeño las presencias familiares. Eran monótonas y desconsideradas, un juego del cual nadie quería meterse por tener materia trágica.

¿Qué hubiese sido de mí sin esa esperanza?

Conocer a una mirada que no me hablaba, pero que era sincera, su estancia la delataba. Era concreta.

El tiempo pasaba y las circunstancias cambiaban. Remodelaron la calle donde crecí, le pusieron asfalto sin poder quitar el frenesí.

Solo quería oír una respuesta honesta. Deseaba el sí pero no quería que me mientan.

Fue de esa manera como transcurrían sucesos, modificando mi mente a través de los recesos. Me di cuenta que mis cumpleaños llegaban muy rápido, se consolidaban en picada, la situación me hizo ver que todos somos seres que merecen felicidad sin murallas.

La constancia de un niño que extrañaba a su madre, sin saber que mediante sus actos le demostraba viles desaires.

Es ese arte con el cual me formé. Son esos ojos de cuales vislumbré. En cada otoño demoledor, en cada albricia sin redentor. Tuve que ser mi propio sol, estremecedor.

Pero, cual demoledora historia, durante la mañana de Enero del 2012 la sinfonía cambió de trayectoria. Aún no llegaba la tecnología revolucionaria y los celulares no se convertían en nuestra principal idiosincrasia.

Fue el último año en el que me despedí del ángel, nadie quería decirle adiós.
¡Era delirante!

Acabo de tener una noche diferente, y soñé con que dejé la tierra de los vivientes, soñé con Blanca también, ambos me dieron fe, me hicieron volver a nacer.

Esbozaron que esto jamás podría detenerse. Que el corazón es un músculo que alberga toda incomprensión del inconsciente.
Porque siempre fue cierto, en nuestros sueños podemos volver a ver a quien queremos de verdad.

Me tomó de las manos y lo sentí tan cerca, juro que pensé que estaba ahí, leyéndome un cuento antes de dormir. Haciendo el trabajo de un Papá que nunca conocí.

Miró mis ojos mientras seguía sin pronunciar algo, hasta que movió los labios y el soneto fue mágico.

—Nunca te dejaremos. Ni por un segundo. Te esperaremos acá, solo sigue de pie, mi escritor.

Se me entrecorta la voz a medida que narro esto. Solo sé que este un homenaje por todo lo que siento.

Agradeciendo a un ser imponente pero con nuestro ADN. No somos diferentes ante un origen adyacente.

Existe una fuerza que nos hace seguir adelante. Una voz que nos dice, 'No te rindas'.
Para algunos es Dios. Otros se visten de él causando rubor.

Ahí comprendí que el dolor no existe cuando haces las cosas por amor. Entendí que el cielo no existe separación.

Fue un encuentro indescifrable, lleno de lección. Incondenable, y el sueño verosímil de volver a sentir el firmamento, tanto que me quedo con la última frase, esa que movió mis sentimientos.

—"Te esperaremos acá. Mi escritor."

A. Neil.

El Delirio de un poetaحيث تعيش القصص. اكتشف الآن