BETRISTELLO.

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Esta historia está dedicada a Pepe Yactayo. Un ángel que silenciaron.


En el lugar más inhóspito del mundo inició. Una hecatombe, una explosión.

El fuego inundaba corazones, el odio se apoderaba hasta de las naciones. Nos hacía resguardarnos en el regazo familiar, llorábamos porque queríamos brillar.

Pero el solo hecho de avanzar era denigrante, nos paralizaban los comentarios ignorantes, llenos de ira se aproximaban a nuestra alma, empobreciéndola, convirtiéndolas en despedidas.

De esa manera comenzó el imperio. Las personas hablaban felices de sus adulterios. Y conformados por simples payasos, nos gobernaban seres que merecían ser hechos pedazos.

Los elegíamos porque nos prometían bienestar. Nos engañaban mientras perjudicaban a la sociedad.

Aquellas costumbres cayeron sin piedad, los niños sollozaban al ver que sus padres solo querían trabajar. Ni un abrazo, no había realidad.

Todos se centraban en el qué dirán. Pensando en que lo material conquistará. Creyendo en la insípida frialdad.

Los que crecimos en Betristello sabíamos que era un pueblo muy ajeno a las costumbres, la chica linda no hablaba con los que vestían humilde, y las que tenían buen cuerpo se creían "imposibles".

Éramos llamados servidumbre por ser morenos, nos cabía en la cabeza la racionalidad de aquellos.

Y para ser sinceros, solo soñábamos con que cambiase el tiempo.

Tal vez la tormenta de críticas se hartaría de humillar, o quizá la sombría personalidad de los ricos se tornaría con amabilidad.

Fue en ese momento en donde aprendí mi primera lección.

"Los que se vuelven millonarios son más propensos a volverse creídos que los que ya lo son".

El Marqués se vestía de seda cada día. Miraba a todos lados cargando una biblia llena de mentira.

Lo observaban los medios como un ejemplo, no quise que el pueblo siguiese ciego. Poco tiempo más tarde el mundo se enteró de sus bestialidades.

Tenía a su madre en una pocilga, usaba zapatos rotos y comía porquería. Tenía a familiares a los que dejaba desamparados, dándoles trabajo a desconocidos no sentía amor por sus seres queridos.

Hice un viaje de tres horas para descubrirlo, se ubicaban en una ciudad llamada Desalivio.

Uno puede ver al oficio como simple trabajo. Pero algunos lo aman convirtiéndolo en tanto. Me sumergí en ese mundo ingrato. Desde ahí mi destino fue marcado.

Noté como al despertar una carta estaba debajo de la puerta. Mientras la abría descubrí que era un pedido de suma "gentileza".

"Nuestros contactos saben que usted es apegado a la libertad, pero no toleraremos que esto vaya más. El nombre del Marqués no se puede dañar. Así que solicitamos de buena manera se corrija para evitar un mayor conflicto".

Atte. Los anónimos.

Intento descifrar las razones, no podemos tocar a los ricos pero sí a los pobres. Seguí protestando sin importar las amenazas.

Desde el anonimato, Betristello y mi madre echan lágrimas.

Lo más grandioso nunca se expresó con temor, debemos de dejar los miedos para subir el escalón, no será dura la caída si nos sujeta el amor.

Mi cabeza tiene precio el día de hoy, pero la albricia de un mañana mejor estalla en mi memoria. Cada sentir es una historia, una que no se olvidará.

Hasta el final de la tarde que enmarcaba eternidad. Una nota se plasmó llena de verdad.

Todos veían por la noticia su partida. Informando en señal abierta que en la gaveta del cuarto en el que se escondía hallaron una nota.

Quebrados y rotos, queríamos aparentar ser fuertes, pero nuestras voces se quebraban volviéndose tenues.

Te hablaba de osadía, ir contra la corriente. Escrito con letra corrida, la voz de la presentadora de tv se rompía.

¡FUE VALENTÍA!

"Prefiero decirlo y morir siendo sincero a que saber y callarlo por miedo".

—Fernando Barcha.

(Joven periodista asesinado de cuatro balazos por hacer lo correcto).


A. Neil.


El Delirio de un poetaWhere stories live. Discover now