Capítulo 12: Absurdamente Feliz

9.2K 364 8
                                    

El momento era perfecto… simple y sencillamente perfecto… Tenía entre mis brazos a los seres que más amaba en este mundo, tenía por fin entre mis brazos después de todo este tiempo a mi preciosísima mujer… a mi princesa, tenía entre mis brazos a mis princesitas, mi adorable muñequita, y mi tierna gatita hermosa, también a mi pequeño talentoso, mi siempre tímido campeón, incluso sentía que en este abrazo nos cobijaba mi dulce Christine, mi linda mariposita… Que momento tan perfecto, aún sin merecérmelo había alcanzado la felicidad plena, aquella felicidad que pensé que me estaba negada por mis errores, por mi estupidez… pero aquí estaba en los brazos de mi hermosa familia, bebiendo de los labios de mi amor, de mi ángel.

Llegó la hora de seguir nuestro camino, porque por muy cómodo que fueran los brazos de mi ángel, de mis princesas y mi campeón, no podíamos quedarnos ahí, todos juntos, fundidos, arrodillados en el frío suelo del Aeropuerto, con todos los que pasaban mirando nuestra escena enternecidos…. Habíamos salido de Chicago a las 11:00 a.m., y luego de 10 interminables horas de vuelo, en las que me perdí entre la historia de mi vida en el libro de mi ángel, las interminables preguntas de mi Jane y mis nervios, llegamos a Florencia, en lo que para mi muñequita y para mi eran las 9:00 p.m., sin embargo con la diferencia horaria, la hora local eran las 4:00 a.m., así que tanto mi princesa como mis pequeños debían estar trasnochados, el jetlag ya nos afectaría más tarde a mi hija y a mí.

- Cielo debemos irnos a nuestra casa.- dijo mi ángel, una fuerte emoción apretó mi corazón al darme cuenta que mi ángel dijo nuestra casa, me incluía a mí y a Jane, en su hogar.- Deben estar cansados.- me dijo cuando vio que no salía de mi estupor, acaricié suavemente su mejilla al tiempo que le respondía.

- Claro amor, aunque ustedes deben estar cansados también, no sé a que hora se levantaron, pero no creo que durmieran mucho.- reí al ver a mis hijos revoloteando a nuestro alrededor con una energía envidiable.

- La verdad es que no durmieron nada, pero no te preocupes, porque apenas se sienten en sus sillas en el carro caerán rendidos.- me dijo mi ángel. Mire a mis hijos y además de la emoción se les podía ver la carita de sueño, y con mis hijos me refería a los tres, ya a Jane se le acercaba la hora de dormir, y si  sumábamos a eso todas las emociones y el cansancio del viaje tendría que estarla recogiendo dentro de poco.

- Pues entonces será mejor que sigamos nuestro camino cariño, antes que tengamos que cargar con este trío además del equipaje.- ella rió conmigo, y en ese momento, y en un gesto me que recordó muchísimo nuestro reencuentro en Chicago hace 8 años, mi princesa entrelazó sus dedos con los míos, tomándonos de manos, en un gesto que me sorprendió y que nos arrancó una sonrisa de los labios, yo jalaba nuestras maletas, con la mano de Christ's apoyada en la mía, Jane iba de la mano de mi princesa, y con su otra mano llevaba a su hermanita, era la estampa perfecta de mi hermosa familia, era absurdamente feliz en este momento… nada de lo pasado… nada  de lo sufrido importaba  ya en este momento.

Nos acercamos al estacionamiento a una camioneta Porsche Cayenne color plata, con tres asientos para niños en la parte posterior… Jane voltio a verme sin comprender hasta que mi ángel le dio la explicación que yo no pude…

- Cariño sé que eso no te debe hacer ninguna gracia, pero la norma aquí en Italia y en toda la comunidad europea, es que por protección de los niños, deben usar esas sillas hasta que alcancen cierta edad y peso que tu todavía no tienes peque, así que no podemos hacer nada.- Jane estaba apunto de hacer mala cara, pero mi ángel le hablo con tanto cariño mientras jugaba tiernamente con su cabello, que dejo a mi muñequita derretida con su encanto y la necesidad de tener al fin una madre a su lado no pudo objetar nada.

- Lizzie te sientas en la silla del medio.- le dijo con tono autoritario y mandón Christ's a su hermana.

- Por qué yo?. – le dijo ella con las manos en la cintura, y mirándolo de forma retadora, yo no pude más que sonreír ante su interacción, se parecían tanto a mí y a Lucia cuando éramos niños.

La OtraWhere stories live. Discover now