Capítulo 31*

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27 de octubre de 1815

—Pero ella te quiere conocer.—dije a Damien.—Sólo debes de hablar con ella un poco.

—No tengo tiempo.

—¿Cuándo tendrás tiempo?

—N-O-T-E-N-G-O T-I-E-M-P-O.

—¿-C-U-Á-N-D-O T-E-N-D-R-Á-S T-I-E-M-P-O-?

Él rodó los ojos.—Pronto, Camille.

—Gracias.—dije con una sonrisa y me levanté de la silla frente a el escritorio que había en nuestra habitación donde él escribía cartas.

Me encaminé a la puerta y salí. Le había dado la tarde libre a Amélie, pues dijo que quería ver a su familia y la dejé ir.

Bajé las escaleras hasta los jardines para sentarme en una de las bancas a ver a los niños jugar y como pasaban las personas por allí.

—Bonito día.—volteé a ver atrás de mí donde estaba la mujer de el día anterior.—No me he presentado, soy la señora Le Brun.

La miré sin ni una expresión, no es que me molestara que me hablara, de hecho me gustaba que me hablaran, pero ésta mujer tenía algo que no andaba bien.

—¿Es usted muda?—preguntó con burla.—No creí que Damien se casará con una muda.—dijo en francés, pensando que yo no lo hablaba.

—No soy muda, no suelo hablar con los extraños.—le dije en francés para que supiera que lo entendía.—Con permiso.

Me levanté y me fui de allí, sintiendo la mirada de ella sobre mí.—Espero volverla a ver, señora Becher.

Me molestó aún más, no me gustaba que ella supiera de mí, hablaría con Damien sobre ella.

Caminé al otro lado de ese jardín y me volví a sentar a ver a los niños jugar y correr, todo parecía perfecto.

En Inglaterra, eran muy pocas veces las que salía a un parque.

—Señora Becher, que bueno que la veo.—volteé hacia atrás donde vi a una señora con un horrible vestido amarillo y demasiadas joyas.—Soy la Señora Curie.

—Oh, vaya, un gusto conocerla, Señora Curie.—traté de sonar amable.

—El gusto es mío, pero lo importante es que la Señora Le Brun me dio esto para usted y su marido, el Señor Becher.

¿Le Brun? Sí, es ella.—¿Qué es eso?—agarré la carta que me daba.

—Una invitación al baile que ofrece la próxima semana.—se abanicó con fuerza.—Espero vayan.

—Sí, gracias. Espere... ¿Usted conoce a la Señora Le Brun? Me refiero a si la conoce desde hace mucho.

—Sí, su madre es mi amiga.

—Oh, bien, gracias, solo curiosidad.

—Con permiso.—me sonrió y se fue.

****

Me quedé sentada en la cama, esperando a que Damien entrara y hablara con él.

Se abrió la puerta y entró él.—¿No ibas a estar en los jardines?

—No, quiero que respondas mis preguntas.

Rodó los ojos con fastidio.—Por eso no te quería traer, te pondrías paranoica y....

—¿Quién es la Señora Le Brun?—pregunté sin más.

Él me miró con el ceño fruncido por un momento, hasta que se reincorporó.—No conozco ese nombre.

Defender Mi Honor (D.M.H. 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora