Capítulo 39*

7K 657 25
                                    

04 de noviembre de 1815

Esperaba a Damien en el carruaje, mientras él hacía un último arreglo con uno de sus socios para dirigirnos al puerto y poder viajar de una vez a Inglaterra. Estaba ansiosa por llegar y que nuestra vida en Wellington siguiera igual de perfecta como estaba aquí en Francia.

—Perdóname querida, por tardar.—dijo de repente entrando al carruaje.

—No te preocupes, ahora sí podemos irnos sin ningún contratiempo.

—Claro que sí. Avancer s'il vous plaît.—dio la orden de avanzar al cochero y de inmediato el carruaje se puso en marcha.

Movía mi el abanico de un lado a otro, hacia un poco de calor en el carruaje, así que abrí la ventanilla un poco, para que el aire no molestara a Damien, quien leía algunas cartas.

Estaba algo cansada, pero trataba de mantenerme despierta, para que al hacer alguna parada en un hotel o donde fuésemos a dormir, pudiese dormir rápidamente.

—¿Falta mucho para la siguiente parada?—pregunté después de medio día de viajar.

—No, ya casi llegamos, descansamos y partimos nuevamente.

—Bien.

—Descansa un rato, toma un poco de agua.—me pasó el agua y tomé, le ofrecí y él tomó también.

—Tú también deberías de descansar, no has parado de leer.—señalé sus cartas y el diario que traía en manos.

—Cuando llegue al hotel lo haré.

Sonreí en respuesta y me recosté un poco para descansar, me sentía muy cansada y tenía mucho sueño, pero prefería dormir al llegar al hotel. Caí dormida al final.

........

—¡Mamá!—volteé de inmediato detrás de mí, y me encontré con una pequeña de unos seis años que corría hacia mí.

—Cariño. ¿Qué haces aquí?—quité uno de sus mechones oscuros de su cara.—¿Dónde está tu hermano?

—No lo sé, supongo que debe de estar jugando con los perros de caza de papá.

—Hablando de papá... ¿Ha regresado?

—Nop.

—Bueno, vamos a comer.—sonreí y le di mi mano para ir al comedor.

Entramos por las grandes puertas de Wellington, y caminamos por aquellos pasillos. Habían cuadros donde estábamos Damien y yo, pero entre más entrábamos, habían cuadros de nuestros hijos.

—¡Madre!—me di la vuelta y vi a un niño de cabello rizado y oscuro venir hacia mí, con ojos grises, era igual a Damien, igual que la niña.—Tengo hambre.

—Justo íbamos al comedor. ¿Te unes?

—Sí, vamos.

Le ofrecí mi otra mano y él la agarró gustoso, y así los tres nos encaminamos al comedor.

—Señora Becher, la comida está servida.—dijo la ama de llaves.

—Gracias.—no podía recordar su nombre.

Entramos al comedor, y ahí estaba Damien.

—¡Papá!—gritaron ambos y corrieron a él.

—¡Niños!—los recibió con una sonrisa mientras los alzaba en sus brazos.

Me acerqué con una sonrisa a ellos, y él me abrazó después de bajarlos y me dio un beso.—Te extrañé.

Defender Mi Honor (D.M.H. 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora