Capítulo 35*

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31 de octubre de 1815

Abrí los ojos y lo primero que vi fue a Damien a mi lado, aún abrazándome.

Sonreí y me levanté, con cuidado de no despertarlo. Cuando estuve arriba, me puse mi bata y me dirigí a mi espejo mientras veía mi reflejo. Era muy temprano, apenas estaba saliendo el sol.

—¿Madrugando?—escuché a Damien y me di la vuelta.

—Algo así.

Él asintió y volvió a dormir, estaba muy cansado.

Lo miré más de cerca, Damien había sido mi salvación de mis padres.

Como ya había dicho, siempre habían sido muy duros conmigo, y de cierta manera, al casarme con Damien, y obviamente, dejar la casa de mis padres, había sido mi salvación, no más encierros en habitación por mis errores.

Además, no sólo yo había hecho cosas indecorosas, Ian e incluso Danielle habían cometido errores, de los que mis padres siempre se encargaban de cubrir. Ellos pensaban que yo no me daba cuenta, pero siempre me daba cuenta, sin embargo, prefería quedarme callada y no decir nada, me iba peor a mí.

Una vez mi padre encontró a Ian en el jardín a solas con una dama, yo estaba pasando por allí cuando vi la discusión, y aquella mujer estaba sin su dama de compañía. Esperé en la sala junto a mi madre y mis hermanos, a que mi padre entrara y obligara frente a mi madre a que hiciera lo correcto, pero cuando él entró, fue para sentarse junto a mamá, en silencio. Lo observé toda la noche, seguía tratando de igual manera a Ian, ni un regaño, y apostaría a que mamá lo sabía.

Otra vez, había visto a Danielle sola en la biblioteca, con el hijo de los Smith, y me quedé observando cómo él acariciaba su mejilla y la besaba, por su puesto, mamá entró y los vio, yo me oculté mejor, lo único que escuché fue un regaño de su parte y que mandó al joven fuera, mientras mi padre entraba, sí, se enojó mucho, pero no la encerraron como a mí, y mucho mucho menos, la obligaron a casarse.

Todo eso callé, y esas habían sido las primeras veces que los vi hacer algo así.

—Camille, duerme más, luego te quejas de que no duermes.—dijo Damien con aquella voz adormilada.

Sonreí y caminé nuevamente a la cama donde me acosté y cerré los ojos, dejándolo que me abrazara.

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—Además, creo que sería muy lindo de tu parte si algún día, cuando regreses a Inglaterra, fueras a ver a tu hermana y conocieras a su prometido.

Nos encontrábamos en unas mesas en el jardín tomando el té.

Y una vez más en la mañana, mi madre me echaba en cara que no los iba a visitar desde que me cansé.

Cerré los ojos y me froté las cienes mientras mi mamá seguía parloteando acerca de lo mal que me veía el no ir. Estaba pensando en decirle a Damien que nos cambiáramos de hotel, pues mi papá se hospedo aquí junto a mamá, a pesar de que la tía Anáe los invitó a su hogar.—Mamá, por favor.

—Camille Britt.

—Ya no soy Britt, soy Becher.—me enderecé.—Por favor, mamá, deja de hablar por un poco. ¡Es muy temprano!

—Danielle jamás me calla, siempre me escucha y...

—¡Pues la hubieras traído, para que escuchara tus pláticas matutinas!

—¡Te has vuelto muy grosera conmigo, Camille Britt!

Rodé los ojos.—Bien, bien, lo siento. Ahora por favor, déjame acabar esta taza de té en paz. ¿Por favor?

—Termínala.

Tomé otro sorbo cuando vi a lo lejos a la señora Le Brun con, quien imagino, es su esposo.

—Camille.—volteé a ver a mi madre.—Me gustaría que enserio dejemos todo atrás y que nos llevemos bien, igual con tu padre, sé que aún no nos perdonas, pero hija, todo era por tu bien.

Dejé la taza.—Mamá, trato de dejar todo en el pasado, como debe ser.—agarré sus manos.—Pero a veces el pasado vuelve.—dije viendo a David Wells observarme al otro lado del jardín.

—Cariño.

—Se me hace tarde, le dije a Damien que lo vería en la habitación para ir a pasear.—mentí.—Te quiero mamá, luego hablamos.

—Igual te quiero, Camille.—besó mi mejilla.

Me levanté y caminé rápidamente a la entrada del hotel, donde, como era de esperar, David me esperaba allí.

—Señora Becher, que agradable verla nuevamente.

—Me encantaría decir lo mismo, señor Wells, pero no soy hipócrita.—dije sin verlo y siguiendo mi camino.

Agarró mi brazo haciendo que me detuviera.—Hablemos.

—Jamás.—quité bruscamente su mano de mí.—Me vuelva a tocar. Ahora estoy casada, y espero me respete.

—¿Sigues sentida por lo que pasó? ¡Vamos Camille! ¡Estás fuera de la habitación!

—Cínico.

Me volteé y seguí caminado, pero me volvió a detener.—¿Te encerró tu padre cuando te encontró con Damien?—me detuve.—Lo siento querida, sé que te dije que sólo te recordaría nuestro pasado pero, esto también forma parte de tu pasado. ¿Me equivoco?

—Di y haz lo que quieras, pero ahora estoy casada, y no pienso cometer los mismos errores, ya sabe lo que dicen...—volteé a verlo por encima de mi hombro.—De los errores se aprende.

Y con eso, continúe mi camino por las escaleras para llegar a la habitación, donde estaba Damien, lo que me sorprendió. Tenía en la mano una copa.—¿No es muy temprano para beber?

Negó con la cabeza.—Nunca es temprano o tarde para beber.

Miraba directo a la ventana, por lo que discretamente me asomé a ver qué veía y sí, era la señora Le Brun.

—Te conté todo Camille.—se volteó hacia mí.—Quiero saber tu historia con el señor Wells.

Cerré los ojos un momento.—A veces es mejor no saber...

—¿Por qué?

—Porque duele recordar.

—Camille...

—Él es alguien que me gustaría dejar en el olvido, borrarlo de mi memoria, pero lamentablemente, es imposible.—me senté en la cama mirándolo mientras él se acercaba a mí.—Ha sido mi peor error hasta el momento. Él ha sido el dolor más fuerte que he sentido.—Damien frunció en ceño.—El dolor de la traición y el amor, juntos.

—¿Estás diciendo que...?

Lo interrumpí.—Una vez, él y yo estuvimos enamorados, bueno, al menos yo lo estuve, pero mi padre jamás lo aprobó.

—¿Por qué?

—No lo sé, pero jamás lo aprobó. Pidió mi mano en dos ocasiones, y ambas fueron rechazadas. Pensé que él realmente me amaba, y por aquellos rechazos, decidí que lo "correcto", era escapar para vivir juntos, casarnos, formar una familia.—Damien escuchaba atento.—Pero era obvio que jamás iba a ocurrir... pues después de que mi padre regresó de su viaje, después de que planeamos todo a espaldas de mi padre para huir, él regresó de la mano de otra mujer, estaba casado, pero regresó a disculparse con mi padre, por los planes que había hecho, como era de esperar, mi padre se enojó y me encerró.

—¿Te encerró?

—Es lo que hacía cuando cometía algún error, eso me hizo cuando me encontró contigo.—reí sin gracia.

Quedó en silencio unos minutos, observándome. Estiro su mano y tomó la mía.—De cualquier manera, es pasado, Cam...

—Es un pasado que duele.

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Editado el 6/junio/2020

Defender Mi Honor (D.M.H. 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora