Capítulo 2: Eres demasiado caliente.

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Claudia entró en el piso besándose con un chico alto, moreno de ojos marrones, sexy como el demonio. El único problema que tenía la chica, era que se enamoraba siempre de hombres casados o mayores que ella. Max no tenía esposa pero sí una novia con la que ya se había comprometido. Desde que él había visto a Claudia en el supermercado y éste le ayudase a coger las galletas del estante más alto, no podía quitarla de su mente. El chico volvió varias veces a ese mismo super con intención de encontrarse con ella de nuevo. Se acabaron dando los números después de varias quedadas, y lo de hoy, era el resultado de que entre ellos había una atracción indiscutible.

  - Clau, eres demasiado caliente.- Decía Max entre besos.
  - Sssshh. No estamos solos, así que vamos a tener que hacer menos ruido.

El chico sonrió de lado y siguió a Claudia a su habitación, intentando hacer el menor de los escándalos posible.

Lucas acababa de salir del trabajo. La presentación de su proyecto había ido perfectamente​ y los clientes se habían quedado realmente impresionados con la capacidad de diseñar del chico. El Hotel sería elegante y lujoso, tal y como los dueños habían exigido.
Lucas había salido de tan buen humor, que se sintió con la seguridad suficiente para poder ir a donde Valentina y así explicarle que lo sucedido con ella habla sido real, que Carmen, no es más que una buena amiga.
Lucas sabía los horarios de trabajo de Valentina, así que se acercó a la galería de arte.
Caminó por los blancos pasillos adornados con cuadros de distintos autores de las diferentes épocas, y reconocía que era un lugar bastante relajante. Llegó a una de las pequeñas salas en donde se encontraban una serie de obras echas por un artista contemporáneo que todavía no era demasiado conocido, pero su trabajo, era realmente bueno.
Valentina, estaba en esa sala cubierta por los diversos matices y colores de las pinturas de ese autor.
Lucas admitía que esa chica le gustaba. Tenía más que claro que no iba a ocultarlo. Primero hablaría con ella, y dependiendo de si arreglaban las cosas entre los dos, hablaría con Carlo para decirle que le gustaba su hermana. Esa situación le recordaba a Angelo y Mía. Tanto tiempo amándose y ninguno era lo suficientemente valiente como para admitirlo, hasta varios años después.
Él no quería esperar tanto, así que en cuanto reuniera el valor que le faltaba, se acercaría a ella para aclarar las cosas.

Mateo era un chico encantador, solía usar gafas de pasta negra y unas camisas de cuadros abotonadas hasta el cuello. Era dulce y estudioso, y a Irene le impresionaba la facilidad de estudio que tenía el muchacho. Ambos eran compañeros de clase y solían quedar muchas veces para hacer proyectos o trabajos juntos, y a veces incluso para estudiar y  ponerse al día con las tareas. Pero a Carlo, no le hacía demasiada gracia que Irene estuviera tan ocupada y que Mateo pasara la mayor parte del tiempo con ella.
Al italiano se le ocurrió ir a buscarla a su facultad de nuevo. Era la tercera vez que lo hacía y esperaba que no pasara lo del otro día, ya que Irene lo había dejado plantado por ir a casa de "el gafitas", como Carlo solía llamarle.

Siempre tan presumido, con las gafas de sol, apoyado en la moto y con el casco para Irene en la mano. Acababa de salir de trabajar por que José había vuelto al taller y le había dado la tarde libre al chico.
Irene lo vio desde lejos y sabía que si estaba allí, era para cobrar alguno de los favores que supuestamente ella le debía. Lo más fácil sería escapar de él para no tener que verlo, pero sabía que un día u otro, volvería a aparecer por allí, así que lo mejor era acabar cuanto antes con aquella locura.

  - Te preguntaría que haces aquí pero ya me lo imagino.
  - ¿Ah sí? Que lista ha salido la Sirenita, entonces...
  - Acabemos con esto, Carlo. Dime qué necesitas, voy, hacemos lo que sea que tenemos que hacer y me quedo con una deuda menos.
  - Bueno, bueno. No sabía que tenías tantas ansias por estar conmigo. Siempre intentas hacerte la dura y disimular, pero yo sé que este cuerpo,- dijo señalándose a sí mismo- es totalmente irresistible.
  - Sí, claro. Lo que tú digas.

Carlo llevó a Irene hasta el centro comercial. Al parecer, Sofía estaba de cumpleaños el próximo sábado, y Carlo no sabía muy bien que regalarle, por lo que esperaba que Irene le ayudase a escoger algo adecuado.

Prometo no volver... A herirte (Prometo #2)Where stories live. Discover now