Capitulo 15: ¡No te vayas, Sirenita!

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El timbre del piso de Irene sonó un par de veces. Uriel estaba sólo, así que no le quedó más remedio que dejar lo que estaba haciendo y dirigirse a abrir la puerta.

  - ¡Vaya! ¿Qué haces tú aquí? Irene no está.
  - Lo sé. Vine a hablar contigo.
  - ¿A qué se debe esa novedad?
El chico se abalanzó sobre Uriel y le plantó un beso en los morros.

  - ¡Joder!- Soltó Uri.- Besas como los dioses del Olimpo.
 
Mateo sonrió y se sacó las gafas. Con ese simple gesto, Uriel se derritió por completo  y devolvió el beso a Mateo.

Con esas gafas, que tapaban la mitad de su rostro, no parecía ni la mitad de guapo que era en realidad. Uriel pensó que Mateo estaba buenísimo y aunque no entendía muy bien la situación, se dejó llevar por el deseo que ambos sentían en ese momento.

Entre beso y beso, Uriel condujo a Mateo hasta su habitación en donde seguir vestidos, no estaba permitido.

Irene hacía media hora que se había ido del piso algo molesta con Uriel por haberle mentido.
"Era para que espabilaras y fueras tras él. Sé que estás loca por ese italiano."- Le había explicado a Irene.
Sí, claro, como si esa fuese una excusa decente para darme semejante susto.- Pensó ella.
Uno de los móviles sonó cortando la discusión entre ellos.
La chica recibió un mensaje del italiano que exigía que ella fuese a su casa a pagar uno de los favores que le debía , ya que él no podría valerse por sí mismo con el brazo herido como lo tenía.

Irene volvía a estar allí después de que se había prometido mil veces a sí misma no seguirle el juego.

  - ¿Pero qué demonios ha ocurrido aquí? ¡Esto parece una pocilga!- Irene no daba crédito a como podía haber tanto desorden en aquel piso.
  - ¿Qué puedo hacer yo si estoy herido, si Ciro desde que tiene novia casi no pasa tiempo aquí y a Lucas ni le veo el pelo? Es un desastre, lo sé, por eso te necesito para limpiarlo.
  - ¡Lo que me faltaba! Además de recadera, también criada tuya...
  - Lo siento, nena. Es lo que hay, sobre todo cuando me sigues debiendo favores.
  - ¿Cuántos me quedan por cumplir? Porque creo que ya te estás pasando.
 

Carlo se carcajeó y después le indicó a Irene en donde estaban los productos de limpieza. La chica no se podía creer que fuera a hacer aquello.
Carlo se pasó absolutamente toda la tarde, detrás de Irene indicando paso por paso qué y cómo tenía he limpiar.
  - Espera, ahí no limpiaste bien.- Irene lo miró de reojo y pasó el paño por donde Carlo le dijo.- Aquí hay polvo...
  - ¡Maldito Cardo, cállate ya y déjame tranquila o lo haces tú!
  Carlo se carcajeó y la dejó a su rollo.
Una vez que terminó, se tiró en el sofá agotada.

  - ¿Por qué te acuestas? Todavía queda la cena.
  - ¿Qué?- Irene no podía moverse ni un milímetro más.- ¡Estoy agotada!
  En cuestión de segundos, se quedó dormida mientras Carlo llamaba a un restaurante para que le llevasen la cena a domicilio.

  - Sirenita, ya no tienes que cocin...- El italiano se calló de golpe a ver a Irene tan tranquila.
Él, simplemente le echó una manta por encima, y se sentó a su lado, observándola mientras el repartidor aún no llegaba.

  - ¡Ostras, Sirenita! Por fin has despertado.
Irene comenzó a desperezarse, y cuando vio que se había dormido en el sofá, se sobresaltó.
  - ¡Maldita sea! ¿Por qué no me has despertado?
  - No quería que perdieras la oportunidad de dormir en el sofá en donde suelo sentarme. ¡Un privilegio! ¿Verdad?
  - No digas chorradas...
  - ¡Es la realidad! Además, estabas tan tranquila que tenía que aprovechar el verte relajada. ¡Eso casi nunca sucede!
  - Será por que eres tú el causante de eso.

Carlo sintió una punzada en el pecho y agarró las manos de Irene, luego la tumbó en el sofá colocando su cuerpo encima de ella.

Prometo no volver... A herirte (Prometo #2)Where stories live. Discover now