Capítulo 12: ¡Qué​ cretino!

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La mente de Carlo, dejó de funcionar en cuanto besó el cuello de Irene.
Era tan suave...
Repasó el busto de la chica a su antojo, tanto con sus manos como con sus labios.
Ambos seguían mojados por causa de la lluvia, pero parecía que a ninguno le importaba.
Carlo se separó suave, metió su mano entre ellos hasta que se encontró con el cierre del vaquero de la muchacha y se paró allí.

Irene se animó pensando que esta vez, no sería como cuando tenía diecisiete años y había estado con Hugo, el mejor amigo de su primo, en aquella fiesta en el pueblo. Hugo fue el primer chico del que se enamoró Irene. Era rubio, de ojos claros y delgado. Tenía una personalidad brillante y siempre estaba ayudando a sus compañeros además de ser uno de los más populares de clase. El chico era un año mayor que Irene, pero eso no era ningún problema para ella mientras siguieran estando en el mismo instituto.
Como todos los veranos, en el pueblo se celebraban las fiestas. Irene, su primo y los amigos de ambos, incluidos Mía, Lucas y Angelo, se habían juntado en la hoguera que hacían​ siempre en la playa.
A Irene ya hacía tiempo que le gustaba Hugo, pero nunca se atrevía a decirle nada.
Esa noche fue él quien se confesó, diciéndole que le atraía, pero que si no se acercaba a ella siendo más qué un amigo, era por su primo.
Al final acabaron apartándose del resto y se fueron un rincón de la playa en donde jugaron un poco. Luego, Hugo la llevó a su casa con la excusa de que tenía que coger la cartera que se le había olvidado. Allí no había nadie y el chico aprovechó para llevar a Irene a su habitación. Hugo, volvió a besarla y a acariciarla por la cintura. Irene no se opuso, así continuaron con lo que habían empezado hasta que ambos se quedaron desnudos. Esa era la primera vez para Irene. Ella estaba nerviosa, pero realmente quería estar con él. El chico fue genial en todo momento,  pero de repente, sin saber porqué, él no pudo continuar y llegar hasta el final. ¡Ya no estaba excitado!

-Nunca me había pasado con nadie. ¡Lo juro!- Se justificó Hugo.
  - No te preocupes a veces estas cosas ocurren. -Irene no quería que él se sintiera mal, así que le hizo ver que a ella no le importaba.
  - Tal, vez es por ti. Con las otras chicas nunca sucedió. Es mejor que te marches.
  - ¿Qué estás diciendo?- Irene no podía creerlo.
  - ¡Que te largues, joder!

¡Qué cretino! Me echa la culpa a mí.- Pensó ella.
Cogió sus cosas y se fue de allí.

Por supuesto que él no iba a dar su brazo a torcer, le daba miedo que Irene dijera lo que le había pasado. Si eso ocurría acabaría cogiendo mala fama y tal vez después ninguna chica querría volver a estar con él. Por tanto, prefirió echar la culpa a Irene.
Ella, después de aquello, ya no quiso estar con ningún chico más.

Pero ahora estaba allí, con Carlo. Él no sería igual que Hugo, estaba segura de ello, aún así, necesitaba parar un momento.

  - Espera, Carlo.- La muchacha posó su mano en el pecho del chico.
  - ¡Joder, Sirenita! Ya creí que no lo pedirías nunca. - Dijo el italiano mientras se quitaba de encima de ella.
  Irene lo miró confusa.
  - ¿Cómo dices?
  - ¡Qué te he pillado, boba!- Irene seguía sin entender.- Has montado todo este paripé para darme una lección por haberme portado tan mal contigo últimamente. ¿No es cierto?- Explicó él.- Tengo que reconocer que tú broma fue muy buena. Si es que casi me había creído que decías en serio lo de que me querías- Carlo se carcajeaba mientras vestía su camiseta, acto seguido, le pasaba a Irene la suya.

La chica no daba crédito a lo que oía.
Parece que Carlo, creía que todo lo que ella había dicho minutos atrás, era fruto de una supuesta lección que Irene le quería dar a él... ¿Era eso lo que pensaba que había sido?
Si era así, la confesión de Carlo, era una mentira y sólo pretendía seguirle el rollo para que ella pensara que la había creído. ¡Carlo no la quería!
Irene jamás se había sentido tan ridícula, ni si quiera aquella vez con Hugo.
¿Qué podía hacer ahora? Pues nada más que seguir con aquello y hacer como que todo había sido mentira.

  - ¡Oh, mierda! Me has pillado.- Irene se hizo la derrotada.- Creí que habías caído.
  - Bueno, no sería muy difícil de creer que te enamoraras de mí, que soy un hombre completo en todos los sentidos, pero no tenía sentido que vinieras a decírmelo. - Carlo seguía riéndose.- Siento decepcionarte, pero me di cuenta en cuanto te quité la camiseta. Estabas temblando como un flan.

Estaba temblando por que deseaba lo que estaba pasando, idiota.- Pensó la chica para sí misma.

  - Ya, bueno. No sé disimular bien. - Irene realmente no sabía en donde meterse para salir de esa.- Ahora que ya has aprendido la lección, que sea la última vez que te metes conmigo. Y ahora, tengo que irme.
  - No te prometo nada, pero intentaré relajarme con las bromas. De todos modos, vuelves a trabajar para mí que necesito que acabes de cumplir los favores que me debes.
  - Sí, claro. Otro día será. Hoy he quedado para hacer un trabajo con Mateo.- Mintió lo mejor que pudo.- Así que me voy ya.
  - Pues que te diviertas estudiando con el Gafitas.- Carlo revolvió el pelo de Irene en señal amistosa.- Me alegro de haber hecho las paces aunque fuera de una forma un tanto rebuscada.
  - Para la próxima sabrás comportarte.- Le advirtió ella.

Carlo se echó a reír y se llevó la mano estirada a la frente para hacer el saludo militar.- ¡Entendido!

Irene se marchó. Había parado de llover, cosa que agradecía, y se fue corriendo a coger el autobús que la dejaba cerca del piso.
Entró apurada al baño, se dio una ducha y se secó el pelo para que no le diera el frío.
Sabía que no habría cosa que la distrajera de tal sensación de impotencia. Creía que ya no podía ser más ridícula.
Tendría que pasar por el vídeoclub para pagar el DVD empapado que se quedó en el portal de Carlo.
Irene, ya no lloró más. Cogió un libro y encendió la televisión en un canal musical. A los siete minutos, se había quedado completamente dormida.

Carlo hizo la cena. La hamburguesa con doble de queso que se había tomado, no lo llenó, así que salió al supermercado a comprar varias cosas para hacer una pizza. Hacía tiempo que no cocinaba y en aquel momento, le habían entrado una ganas enormes de hacerlo.
Realmente, sabía que lo único que quería, era distraerse y no pensar en lo que había pasado hace unas horas.
Irene había hecho una buena actuación, por que por un momento, casi se creía que ella se estaba confesando. Pero no tenía ningún sentido en absoluto, él conocía a la chica y sabía que jamás haría tal cosa. Aunque los besos que se habían dado, eran bastante reales, incluso los que él le dio a ella.
  ¡Bah! Sólo intentaba que pareciera verdad, no lo hice en serio.- Se repitió a sí mismo.- Ella, pretendía lo mismo, por eso era tan natural...

Carlo se pasó casi toda la noche del sábado viendo películas de acción y jugando a videojuegos. La distracción no era mala, pero las palabras de Irene, seguían retumbando en su cabeza.
"Te quiero muchísimo", le había dicho ella.
Carlo comenzaba a dudar por lo intensa que había sonado esa frase, pero decidió no darle más vueltas. Irene, simplemente le había dado una buena lección por que había conseguido mantenerlo pensativo por mucho tiempo.

Así que Carlo, se prometió que a partir de ese momento, tendría más cuidado con sus acciones.

Así que Carlo, se prometió que a partir de ese momento, tendría más cuidado con sus acciones

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Hola Mis Queridos Lectores, os dejo un capítulo especial esta semana.
El viernes, seguimos con el #Carlene y adelanto que Mía y Angelo, regresan a España.

Gracias por leer, si os gustó estrella y\o comentario.

"Hay verdades que se esconden con mentiras para no hacer daño."
J.G.

Prometo no volver... A herirte (Prometo #2)Where stories live. Discover now