Capítulo 11: ¡Eh, Sirenita!

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Irene había salido con Uriel y Claudia para despejarse un poco. En las últimas tres semanas, la chica había estado muy apática y no tenía ganas de nada, así que sus compañeros de piso la arrastraron a la fuerza.

La discoteca estaba repleta como todos los jueves. La música sonaba a todo volumen y la gente bailaba sin descanso, mientras unos bebían, otros se enrollaban entre sí.

Uriel había invitado a su amigo Roberto, un chico alto y muy atlético de pelo moreno y ojos azules, realmente era un hombre atractivo. La mayoría de las chicas estaban locas por él, pero al chico no se conformaba con una sola.

Uriel se lo presentó a Irene y parecían haber conectado muy bien. Por otro lado Claudia se encontró con Max y ambos desaparecieron nada más llegar al local.
Ahora que se lo estaba pasando bien, Irene le agradecía a sus amigos que la animaran a salir. Roberto era encantador además de tener un buen cuerpo. Tenía una sonrisa preciosa y estaba claro que no pasaba desapercibido. Pero por muy atractivo que fuese, no era Carlo.

Ya no sabía si se estaba volviendo loca o si realmente el chico que estaba apoyado en la barra era el italiano. Irene se disculpó con Uriel y Roberto, y si levantó de golpe para dirigirse hacia él. Estaba nerviosa pero el par de copas que había tomado la ayudarían a poder enfrentarse a Carlo y así poder aclarar las cosas para volver a llevarse bien entre ellos, o al menos como antes.
Pero justo antes de llegar a la barra, una mujer le pasó su brazo por el hombro y acercó su boca al oído del chico. Irene se frenó de golpe, sobre todo al ver que dicha mujer era su hermana Adela.

¿Qué demonios hacen juntos?- Irene se preguntó para sí misma.

La chica no podía creer lo que estaba haciendo, pero debía de averiguar qué relación tenían Carlo y Adela, así que se puso detrás de una de las columnas para poder observarlos mejor y que no se dieran cuenta de que ella estaba allí.
Parecía que se lo estaban pasando muy bien, así que a Irene se le ocurrió una idea. Fue directa a la mesa en dónde estaban Uriel y Roberto, la chica agarró a este último y lo arrastró a la pista de baile lo más cerca posible, pero sin ser obvios, de dónde estaban Carlo y Adela.

Roberto se extrañó por el cambio tan repentino en el comportamiento de Irene, pero no le importó, y se dispuso a bailar con ella.

Al principio el italiano no sabía  que allí estaba Irene, pero en cuanto se giró, fue a la primera persona con la que se encontró, bailando con ese tío que no había visto nunca. Una sensación de ardor le recorrió la espalda, como cuando iba a estallar en cólera.
Pero Carlo, no iba a dejar que Irene se fuera de rositas cuando él se sentía culpable por lo que había pasado hace tres fines de semana, en la casa de campo de Ciro. Parece que no se había equivocado cuando dijo que, él a ella, le importaba una mierda.
Además no solo se conformaba con Mateo sino que ahora ya andaba con otro tipejo.

-Ni siquiera sé porque le doy tantas vueltas, total, a mí ella me da igual.- Se convenció.

Irene y Carlo, se cruzaron las miradas y ambos se quedaron ahí, fijos el uno en el otro. Irene se revolvió en los brazos de Roberto, y le dijo que necesitaba tomar el aire y salir un poco a fuera.

Una vez en la calle, Irene se sentó en los escalones de un portal que estaba al lado de la discoteca.

  - Veo que ya sustituiste a Mateo.
  Irene reconocía​ aquella voz, pero levantó la cabeza de golpe para corroborar de que se trataba de Carlo.
  - ¿A qué viene eso?
  - A que te he visto bailando con el "musculitos" ese. ¿En dónde has dejado al Gafitas?
  - ¿Qué te importa?
  - Tienes razón, me la suda.
  - No sé que te ha hecho Mateo, es buen chico, pero lo has cruzado desde el primer día en que lo conociste, igual que como hiciste conmigo.
  - Yo no te crucé, eso te lo has ganado tú solita.

Prometo no volver... A herirte (Prometo #2)Where stories live. Discover now