Capítulo 4: My déjà vu

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Ya no podía dormir más, por lo que Irene se levantó de la cama medio a rastras y se fue directa a la cocina, en donde estuvo cocinando varios platos de comida. Luego los metió todos en tuppers, y una vez fríos los puso en la nevera.
No quería despertar a Carlo, así que pensó en acostarse esta vez  en el sofá. Aquel mueble era bastante incómodo, e Irene no conocía una mejor forma de estar en él que sentada. El cuello estaba tenso y sus manos todavía temblaban por lo ocurrido la noche  anterior.
  - De no haber sido por Carlo, ¿quién sabe lo que hubiera ocurrido?- Su cabeza no dejaba de repetírselo.
 
Dió un par de vueltas en aquella cama que no reconocía y se apresuró a levantarse al notar que estaba solo. Carlo saltó del colchón y fue directo a la sala de estar. Vio parte del moño de Irene que sobresalía del cabezal del sofá, y parecía que ella estaba sollozando por los movimientos bruscos de su cabeza.

  - ¡Caray! Aquí huele a manjares. ¿Me has estado cocinando?- El chico intentó bromear e Irene borró sus lágrimas de un manotazo para que el italiano no se diera cuenta de su angustia, aunque había sido tarde.
  - Lo cierto, es que sí. Recordé que el otro día lamentabas no poder comer comida casera más a menudo, así que supongo que no pasa nada por hacértela esta vez.

Carlo entendió lo que pretendía Irene. Si al principio ella no quería tener nada que ver con el muchacho, ahora era todo lo contrario y sabía que ya no le importaría pagarle todos los favores que pudiera deberle.

  - Así que al final me salí con la mía. No ibas a cocinarme jamás y hoy lo has hecho. No tenías por qué hacerlo.
  - Pero ayer...
  - Ayer es pasado y no fue un juego lo que ocurrió. No tiene nada que ver con las otras deudas. Realmente, era divertido cuando los motivos no tenían demasiada importancia. Si lo haces para compensarme por lo de ayer, créeme que no lo necesito. 

Definitivamente, Carlo no aceptaría ningún supuesto pago por haberla ayudado. Lo hizo de buena gana y lo haría todas las veces que fueran necesarias.

  - No sé cómo agradecerte.
  - No lo hagas. Para mí fue suficiente con poder practicar algo de boxeo gratuito. Hasta creo que tengo más músculo.- El chico señaló sus bíceps y le ofreció a Irene qué lo palpase. Ella sólo se carcajeó y él agradecía que por fin Irene reaccionara de forma positiva después de lo ocurrido.- ¿Quieres hacer algo esta tarde?

Irene lo miró entre sorprendida y asustada, pero contestó rápidamente.
  - Preferiría quedarme aquí.
  - Como desees entonces.
  - Carlo, ya has hecho suficiente. No tienes por qué estar conmigo si no quieres. Puedo entender que ayer me ayudaras, pero hoy puedo arreglármelas sola.
  - Irene, sé que no me soportas pero no me eches tan pronto. Déjame comer esa comida deliciosa que hiciste y luego ya planearemos la tarde. Vas a tener que aguantarme por hoy. Lo siento... Bueno, en realidad no. 

Era un chico inteligente y lo poco o mucho que pudiera conocer de Irene, le decía que la muchacha no quería estar en realidad sola y que todavía se sentía algo asustada. La mejor manera de hacerla olvidar, al menos por un rato lo que había pasado, era bromeando con ella, luego, ya buscaría el momento para convencerla de que fuera a denunciar a ese tipo cuanto antes.

El teléfono del italiano marcaba dieciocho llamadas perdidas y ciento tres mensajes. Los abrió y la mayoría eran de Sofía, otro de Angelo y tres de Mía. Cinco llamadas de su primo y el resto de su novia. Contestó a Mía y a Angelo y cerró los de Sofía dejándolos en visto. Lo que menos le apetecía en esos momentos era escuchar sermones.

Irene, aunque no lo admitiría jamás en alto, se sentía totalmente segura con Carlo en el piso. Claudia y Uriel no volverían hasta pasar la semana que tenían de vacaciones.  Irene por el contrario, prefería quedarse en el piso, antes que volver a su casa en donde ahora se encontraba viviendo de nuevo Adela. Sabía que en dos días tenía que ir al pueblo por que sus abuelos cenarían allí y ella debía estar presente. No se sentía ni con ganas ni con fuerzas de aguantar de nuevo las continuas acusaciones y reproches de su madre, o los comentarios fuera de lugar de su hermana.

Prometo no volver... A herirte (Prometo #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora