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Estábamos en el segundo recreo. Era miércoles, por lo que acabábamos de tener Ed. Física, así que decidí quedarme en la sala. Estaba más molía que la chucha. El profesor nos obligó a hacer cinco series de 25 abdominales más media hora de trote continuo. En este minuto le estaba haciendo veinte maldiciones gitanas y tres machitunes. Por su culpa mañana no podría caminar.

—¿Querí pan? —me ofreció el Tomás que estaba sentado arriba de nuestra mesa escarbando en su mochila, la cual estaba llena de chapas de unos chinos que le gustaban. No cachaba como se llamaban, pero siempre que tenía oportunidad me hablaba de ellos.

—¡Yaaaa! —le quité el pan de la mano y empecé a tragar sin percatarme de que era. El sabor del queso inundo mi boca por lo que gemí de gusto. —Oh, hueón que rico.

Mi amigo sonrío, después procedió a encresparse las pestañas.

Estábamos de lo más relax disfrutando del recreo, cuando el Carlos apareció en mi puesto cargando su bolso deportivo. Alcé la vista, al mismo tiempo que tragaba.

—Tamara, ¿podemos hablar?

Fruncí el ceño, mirándolo de pies a cabeza. Andaba solo con la polera del liceo y el buzo, su pelo estaba mojado y se veía mino, pa' que negarlo.

—¿Qué tendríamos que hablar?
—pregunté, sin pararme de mi puesto. Estaba más cansá.

El Carlos dejo su bolso en el suelo, junto a la silla de mi amigo. Sus hombros estaban tensos de la misma forma en que lo estaba su mandíbula, podría jurar que estaba enojado conmigo.

El Tomy se dejó de encrespar las pestañas para sapear qué onda. Me encogí de hombros cuando me miro en busca de respuestas.

—Ven pa' afuera, por fa.

Sin esperar una respuesta de mi parte, salió fuera de la sala. Sin entender una mierda fui detrás de él.

Nos ganamos en el mismo lugar donde el Ale me rompió el choro. Ay, qué recuerdos. Bueee, fue la semana pasada, pero igual no más.

Sapie al toque el pasillo. Habían hartos hueones del curso del Alejandro afuera de su sala, pero todos andaban en su volá, otros andaban traficando comida, en pocas palabras vendían por los cursos con cuidado de que algún inspector de pasillo los cachará.

—¿Qué pasó? —pregunte, poniéndome frente al Carlos.

Él se pasó una mano por el pelo húmedo, logrando que algunas gotitas me salpicaran la cara. En otra ocasión lo hubiese puteado por eso, pero en está me limite a secarme la mejilla y a mirarlo. Quería que me dijera al toque que es lo que quería hablarme.

—¿Es verdad que estai saliendo con el Alejandro del A?

Me quedé boquiabierta.
¿Por qué todos hablaban de ese hueón? ¿Es que no tenían nada mejor que hacer?

—¿Quién te dijo esa huea? —me enojé.

El Carlos suspiró con fuerza.

—Todos en el taller de fútbol huebean al Alejandro. Y cuando le pregunte al hueón me dijo que sí, que tú le habiai dado una oportunidad y un motón de mierda que no quiero creer.
—explicó.

¿What huea? No podi.

—El Alejandro está loco, hueón. No pesqui las hueas que digan.

Puse mis manos en mis caderas. Me había picado con lo que acababa de decirme. Más encima hacia más calor que la cresta. El buzo se me pegaba a los muslos y tenía calor en toda la guarda pichi. Ah. Por no mencionar que mi polera se aferraba en toda mi guata y las pechugas, logrando que se me vieran más grandes de lo normal.
Conche mi mami.

¡Hueón culiao, me rompiste el choro! #HCMREC 1حيث تعيش القصص. اكتشف الآن