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《Pero nunca estarás solo. Estaré contigo hasta el amanecer. Bebé, estoy justo aquí. Te sostendré cuando las cosas anden mal. Estaré contigo hasta el amanecer...》

Me detuve. Me detuve a medio camino. Por un minuto me quedé ahí. Como una piedra en medio de una calle solitaria. Me quedé ahí mirándolo conversar con la hueona, como si nada pasara… como si mi corazón no se hubiese clisado todos estos días al pensar las peores hueas, como si el miedo de las personas a la que nos importa no hubiese sido real.

Llena de rabia, retome el rumbo. Me dirigí hacia donde él estaba. Cuando sus ojos me vieron, juraría que palideció. Su ceño se frunció y pareció sorprendido… incluso diría que una emoción muy familiar ilumino sus ojos, pero estaba tan enojada que no quise pensar en ello.

—Tamara… —su voz ronca inundo mis oídos. —¿Q-Qué estás haciendo aquí?

Puse mis brazos sobre mis caderas. Mi garganta dolía, pero hice acopio de todas mis fuerzas para no ponerme a llorar como hueona.

—No, hueón… ¿Qué mierda haces tú aquí? ¿Cómo cresta puedes estar en una fiesta cuando todos estábamos más preocupados que la chucha? ¿Cómo…?

—He estado aquí todo el tiempo. Cálmate. —respondió, con voz dura.

No lo soporte más.

—¿Qué cresta te pasa, Ale? ¿Por qué estas actuando así? ¿Por qué no me llamaste? ¿Por qué no me dijiste que estabas bien por último? ¿Cómo crees que me sentí todos estos días? Pensé lo peor… —dije, con la voz rota.

Su rostro pareció dolido. Hizo ademán de acercarse a mí, pero retrocedí.

—¿Qué chucha esta mina? —se río, la culia que tenía al lado —¿Una ex que no puede superarte? Que penosa.

Les juro que, en ese momento, la niña del exorcista no era nada comparado conmigo. Me di vuelta más rápido que la cresta, y me puse solo a tres centímetros de ella.

—¿Quién mierda te echo ficha a voh, hueona metía? —le dije, entera de enojada. Casi escupiendo espuma
—Para tu información soy la polola, conchetumare.

Ella sonrío. Sentí la mano del Ale envolverme desde atrás, -seguramente porque ya había cachado que le iba a sacar la chucha a la mina si seguía huebiando- y su contacto pareció quemarme. Las ganas de tenerlo cerca dolían.

—Se nota caleta que eres la polola. Sobre todo, en las ganas que tenía de verte.

Y me fui a la chucha. Fue la rabia, la desesperación, la pena y el dolor los que me llevaron a lanzar la mano y tirarle una cachetada. La hueona se tapó el cachete al mismo tiempo en que el Alejandro envolvía mis caderas y me tiraba hacía su pecho.

—¡No te metai conmigo, maraca culia! —le grité.

Ella quedo con los ojos re amplios, y un hueón la vino a sacar. La gente nos miraba, pero me importaba un pico, la rabia estaba nadando a toda potencia por mi torrente sanguíneo, y las ganas de arrancarle todo el pelo a la mina, eran mayores. Me zarandee para que el Alejandro me soltara.

—¡Cálmate! —me pedía él, sujetándome con fuerza. La mano me escocia, pero la adrenalina me hizo pasarlo por alto.

—No, culiao. Suéltame. No quiero que me toqui —le gritaba, mientras pataleaba.

Chille como chivo a punto de masacrar, cuando sus manos tomaron mis muslos y me puso sobre su hombro. Le pegue combos en la espalda, mientras me subía por las escaleras. Algunos nos quedaron mirando, sin embargo, la fiesta no se detuvo. Cuando estuvimos arriba, incluso creí que el volumen de la música aumento considerablemente.

¡Hueón culiao, me rompiste el choro! #HCMREC 1Where stories live. Discover now