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Estaba nerviosa.

Sí, hueón estaba más nerviosa que la chucha y no lograba encontrar la razón que me explicará el porqué de mi reacción… quizás, se debía a la mirada culia que me dio el Alejandro mientras buscaba el destapador de botellas entre los cajones de la cocina, o la sonrisita con margaritas cuando se puso delante de mí para entregarme una chela. O talvez, fue la forma en que sus ojos negros se achinaron al mismo tiempo que pasaba la lengua por sus labios.

Él me había traído a la cocina porque en el living estaba demasiado oscuro, ruidoso y el copete no estaba tan bueno, según su opinión. Le hice caso piola siguiéndolo hasta aquí, no más po.

La cocina era una habitación gigante. Tenía uno de esos refris samsung con esa cosita pa' picar hielos, los muebles eran todos café oscuro con esa estructura americana, me acorde porque mi mami siempre huebea a mi papá con que le regale la soñada “cocina americana”. Una isla de cerámica se situaba al medio del cuarto, donde más tarde me apoye dándole sorbos a mi chela. En todo caso… esta huea estaba más rica.

Parece que el Ale no tenía muchas intenciones de volver a la party, porque se acercó a mí.

—Estai demasiado callada… algo te pasa —observó él, instalándose a mi frente.

Por un extraño motivo mi pulso se aceleró, mis manos comenzaron a sudar y la boca se me seco.

Le di un largo trago a mi cerveza. La amargura embargo mi lengua, pero me las aguante como la mina fuerte peluda que era.

Y eso mis niños es lo que no deben hacer. El copete es malo.

—No me pasa nada —pase la lengua por mis labios. El Alejandro me miro la boca y sin despegar su mirada se llevó un vaso rojo a los labios.

¿Qué huea estaba tomando?

Estire el cogote para sapear.

—Es Coca-Cola —explicó, leyéndome el pensamiento.

Ahogue una risita, frunciendo las cejas.

—¿Estai tomando bebida en un carrete? Te imaginé más como ese prototipo de hueón que termina hecho mierda en las fiestas.

El Ale no sonrío. Es más, pare que no le gusto ni chucha mi comentario.

Llevó su mano al pelo oscuro que le cayó sobre los ojos y se acercó un poco más, tanto que sus rodillas chocaron en mis piernas.

Todo en mi se tenso en alerta.
Conchemimami…

—Y yo a ti te imaginaba simpática pero no todo es como lo imaginamos po, wachita.

Esa huea me dolió.

Que huea, chuchetumare.

Lo empuje de mis piernas, apartándolo con fuerza. Quería alegarle, pero en ese instante la puerta de la cocina se abrió y uno de los amigos del hueón a mi frente entró.

—Oh chucha, cabros. No pensé que estaban ocupados. —se disculpó, mientras una risa culia lo acompañaba.

Ni que hubiésemos estado culiando, po ahueonao.

—No pasa nada, perro —le respondió el Alejandro.

Extrañamente parecía estar de malhumor.

¿Era bipolar? Ah, gil culiao.

Mira quien lo dice, oh.

—Soy el Rigo. Hola.

Antes de procesarlo el cabro se me acerco y me dio un beso en la mejilla.
Yo solo asentí.

¡Hueón culiao, me rompiste el choro! #HCMREC 1Where stories live. Discover now