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Antes. 

Me bajo de mi bicicleta y comienzo a correr con ella hasta llegar al porta bicicletas. Rápidamente la aseguro ahí y me meto dentro del edificio de Niall. Por más que intenté llegar seca, la lluvia me ha dejado la ropa casi estilando.

—Estás empapada —me dice Niall apenas me ve del otro lado de su puerta.

—No tenía ni idea de que iba a llover hoy —le digo jadeando y entro en el departamento. Está tan tibio aquí dentro, que el aire cálido se siente como un abrazo.

—Podría haber ido por ti.

—Oh, no. Te habría hecho perder tiempo de tu estudio. Además ya estaba a mitad de camino cuando comenzó.

Niall me mira como si no tuviera caso ya y yo sonrío tan grande como puedo para hacerle gracia.

—Ven aquí, loca.

Vamos a tu habitación, donde me da una toalla, una playera y un sweater que tiene su olor impregnado.

—Sécate un poco el cabello al menos si no quieres resfriarte. Podemos poner tu ropa a secar por un rato.

—Sí, señor.

Sale de la habitación y cierra la puerta. Luego, desde el otro lado, me dice:

—¡Y date prisa porque tengo hambre!

Unos tres minutos más tarde, salgo del cuarto prácticamente disfrazada de él.

Niall está sentado sobre el único sillón de la sala con unos apuntes en la mano y un par de cuadernos a su lado. Cuando me ve reprime una carcajada, pero no dice nada.

—Está calentito —le digo yo.

Vuelvo a la habitación y me lanzo sobre la cama. Niall se lleva mi ropa y cuando vuelve le tumba a mi lado.

—Vamos a pedir pizza.

—Delicioso.

Lo primero que hago cuando abre el catálogo de la pizzería en internet es fijarme en los ingredientes que tiene cada pizza.

—Esta es rica —dice señalando una.

—Uhm... Soy alérgica al tomate.

—Bien, Vins —me dice de pronto y cierra la computadora. Luego pone toda su atención en mí.

—¿Dije algo malo?

—No, no. Hace tiempo te pregunté una vez a qué eres alérgica, ¿lo recuerdas?

—No.

—Fue cuando tus manos se pusieron mal porque volteaste un plato de kiwis en la cafetería. Y en esa ocasión dijiste que solo el kiwi te da alergia, pero anoche en mi casa estuviste revisando la comida y ahora también eres alérgica al tomate, y estoy sospechando que la lista es más larga que eso. ¿Estoy en lo correcto?

Levanto la mano como si estuviera haciendo un juramento solemne a la patria.

—Ya recuerdo lo del kiwi. Y en mi defensa, aquella vez solo me preguntaste sobre las alergias porque querías burlarte de mí, por eso mentí.

—Vale —se ríe—. Pero ahora lo pregunto en serio para evitar matarte con comida un día de estos. En serio me gustas, no quiero matarte.

—Bien, voy a decírtelo.

Me mira expectante.

—Creo que necesitas algo en qué anotar.

—¿Es en serio? —pregunta tentado de risa—. ¿Son tantas cosas? ¿Y así no quieres que me burle?

Tienes una cita (fanfic n.h)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora