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Ahora.

Mi primera reacción es meter todos los papeles de vuelta en el cajón y cerrarlo a presión.Sé que Papá se va a dar cuenta de que ya vi todo esto en cuanto necesite sacar algo de aquí, pero no es una situación que o pueda enfrentar en este momento.

Nos apresuramos a salir de la habitación, pero nos encontramos con ellos en el pasillo.

—Pá, ¿tienes algo para el dolor de cabeza? Todas las cajas de medicamentos que tienes aquí están vacías.

Tom mira por encima de mí hacia la habitación.

¿Todas? —le pregunta. —¿No crees que estás abusando con los remedios?

—No, claro que no. —Papá se rasca la nuca y frunce el ceño. —Voy a buscarte algo, hija.

Pasa junto a nosotros y va directo a su cajonera. Sam me da un codazo, pero la ignoro. Una parte de mí quiere que lo note; que encuentre los sobres arrugados y abiertos y sepa que ya los vi. Sé que no va a hablarme sobre eso mientras Sam y Tom estén aquí.

Cuando abre el cajón, creo poder ver su cuerpo tenso por apenas un segundo, pero se mantiene en silencio, simplemente pone todos los papeles a un lado y busca un medicamento para mí.

O finge hacerlo.

—Aquí tienes.

Recibo la píldora con las manos inquietas.

—Estás tomando muchos medicamentos, ¿eh, Pá? —Tom insiste, pero no recibe más que una mirada como respuesta.

—Yo ya debería irme —dice Sam de pronto.

No quiero que se vaya, porque cuando se vaya comenzarán las conversaciones familiares de las que aún no quiero ser parte, pero las cosas comienzan a ponerse incómodas incluso para mí. No podría pedirle que se quede.

—¿Te veo mañana? —le pregunto con el corazón encogido.

—Claro. —Ella sonríe y puedo sentir la suavidad con que lo hace.

Una vez que nos deja solos, comienzo a pensar en todo lo que Papá tiene para decirnos y en todo lo que probablemente no nos dirá.

Y en todas las preguntas que hará Tom.

Papá se aclara la garganta y se para frente a nosotros, en la sala.

—Siéntense, por favor.

Tom y yo nos sentamos, uno al lado del otro, sobre el sillón más cercano.

—Su madre me escribió —dice. —Obviamente ya se enteró del regreso de Niall. Ella va a poner una demanda en su contra hoy mismo.

Intento decir algo, pero en realidad no tengo nada bueno en mente. Tom me mira con desconcierto, luego volvemos a mirar a Papá pero, al parecer, él tampoco sabe cómo continuar.

—¿Vas a demandarlo tú también? —pregunta Tom.

Oh, Dios. No quiero seguir escuchando.

—Mi hija menor se ha quedado sorda. Creo que lo mínimo que puedo hacer es luchar por ella.

Tom pone su mano sobre mi muñeca por un segundo y me doy cuenta de la intensidad con que estoy enterrando mis uñas en el cojín. Creo que puede saber lo que siento.

—Niall se entregó hace apenas unas horas, aún no sabemos cómo va a proceder la justicia —Papá continúa explicando—. Cuando sepa un poco más, sabré qué es lo que yo puedo hacer.

Silencio.

—Por otra parte, todos necesitamos ayuda. Y todos vamos a ir a terapia. —Sus ojos cansados me sostienen la mirada mientras dice esto—. Hablaré sobre esto con Ivana en cuanto despierte.


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