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Ahora.
No veo a Sam por ninguna parte cuando salgo de la terapia.

No sé qué tiene de terapéutico si solo salí más frustrada y con peor humor de lo que entré. Phillip Rey no parece alguien que pueda o quiera ayudarme.

Me siento en una banca vieja en la orilla de un parque, miro a todas partes por si Sam llega. Cerca de mi hay un kiosco de periódicos y revistas y, estoy segura, hay algo ahí que tiene mi cara. Me toma escasos segundos estar de pie frente al hombre que vende todo eso.

—Quiero uno de estos, por favor.

El sujeto me mira con cautela, parece que intenta convencerse de que realmente está por venderle una copia a la chica que está en la portada.

—Son dos euros.

Recibe mi dinero en silencio y me da un ejemplar del periódico. Una fotografía mal enfocada de mi rostro acompaña a la frase «Dejen a Maura en paz».

—¡Vinka!

Sam detiene su auto junto a la calzada. Apresuro el paso y me subo en el asiento del copiloto.

—¿Cómo te fue?

—Acabo de comprar esto. —Le muestro el periódico.

—Oh.

Presiona el botón de las luces intermitentes para buscar juntas la página en la que hablan del accidente.

Sam lee en voz alta:

A dos años y medio del accidente que protagonizó una noche de año nuevo, bla, bla, bla... Con la reaparición de Niall Horan, prófugo de la ley tras el choque automovilístico que causó... No sé si sea una buena idea que leamos estas cosas.

—De todas maneras voy a leerlo cuando no me veas —le advierto.

Me mira por largos segundos, luego vuelve a leer el periódico.

Vinka Stambuk, víctima del incidente y emocionalmente vinculada a Horan, ha visitado a la madre de él durante la mañana de este domingo, solo horas después de conocerse el paradero del ahora formalizado.

»«Dejen a Maura en paz» es todo lo que ha dicho, negándose rotundamente a referirse a Horan. Bla, bla, bla...

—Es increíble la capacidad que tienen para escribir un cuarto de página a partir de una simple frase —reflexiono.

—¿Gastaste dos euros para esto? —me pregunta burlesca.

Me encojo de hombros. Sam me devuelve el periódico para volver a poner el auto en marcha.

—Entonces, ¿te fue bien con el terapeuta?

—Creo que lo odio.

—¿Tanto así?

—Solo quiero los medicamentos, pero insiste en que hable y nos conozcamos para establecer una bella amistad de profunda y mutua confianza entre paciente y terapeuta.

Por varios segundos solo escucho el ruido ambiente a través de las ventanas abiertas. Hoy el día está primaveral y caluroso, me deprime un poco.

—No quiero sonar como que estoy a su favor, pero sí estoy a su favor —dice Sam—. Si yo fuera psiquiatra, no medicaría a nadie sin antes saber su situación.

—Tiene mis antecedentes en un informe escrito por la doctora Wright, ¿no basta con eso?

—Por supuesto que no, ¿ese informe tiene más de dos años? Vamos, V.

Tienes una cita (fanfic n.h)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora