Capítulo 30.

1.2K 83 19
                                    

Despertó con una sonrisa en el rostro y escalofríos recorriéndole el cuerpo.

Se casaba.

Hoy.

En unas horas.

Sonó la pita del coche que pasaría a buscarles para llevarlos al hotel a prepararse. Leslie se envolvió en su bata y cogió la funda oscura que contenía el vestido. Liam ya estaba abajo, nervioso. Bajó las escaleras sintiéndose una princesa. Vaya, pensó. Ese escalón está empezando a soltarse. No le dio importancia, obviamente.

Tembló al ver a Liam. 

Joder. Era tan guapo, tan simpático, tan tierno... y ahora además sería suyo. Sonrió ante la idea de poder llamarle "mi marido".

Liam se acercó y le acarició la barriga. No la besó. No podía por la tradición familiar pero tampoco sentía ganas de hacerlo en ese instante, estaba seguro que mas tarde se moriría por hacerlo.

Tenía un presentimiento extraño desde anoche. 

Tenía el presentimiento de que alguien interrumpiría su boda, y, de hacerlo, él sin duda preferiría que fuera Skyler o alguno de sus amigos. Tenía miedo. 

Ella se había olvidado de él ya. No había tenido noticias de ella, no colgaba nada ni le había hablado y, además, sabía con certeza que no vendría a la boda.

¡Joder! Era más que obvio que ella no sentía nada por él y que estaba haciendo lo correcto casándose con esa chica que tanto quería y que jamás le volvería ha hacer daño. Tendría una vida plena a su lado, se aseguró. 

Esto solo eran nervios por la boda. Había visto mucho sobre eso en Internet y en películas.

Agitó la cabeza como evadiéndose de esos pensamientos que lo perseguían y atormentaban desde hacía algún tiempo.

Leslie subió al coche con sumo cuidado, por nada del mundo quería arrugar el vestido a pesar de que volverían a plancharlo al llegar al hotel. No estaba lejos así que no tardaron demasiado en llegar. Nada más salir del coche se vieron separados, la despedida fue una cálida sonrisa. Una mujer le indicaba la suite donde se prepararía, Allí, esperándola, estaba Koko, la esteticista. Nada mas verla la estrechó entre sus brazos y le aseguró que todo estaría bien, un saludo muy cálido que sin duda no esperaba. 

Koko señaló la silla delante del espejo, Leslie se tumbó y la especialista comenzó a verter y masajear cremas sobre su cara dando como resultado una piel radiante, propia de la ocación. Más tarde pasaron con el maquillaje y el peinado mientras hablaban de cosas como lo guapo que era el novio, la suerte que tenía y que iba a ser un día precioso, sobre todo por la luna de miel.

Mierda.

Con tanta emoción había olvidado que, esa misma noche, acabaría toda la magia, sonrisas y buen rollo. Esa misma noche le rompería el corazón, otra vez. Claro que ya no era a su novio si no a su marido. Esperaba poder escudarse en ello. Se detuvo a pensar un momento. No era consiente del daño que iba a provocar y, ni tan siquiera, era capaz de imaginárselo. Solo podía pensar en lo acabada que estaría si el la dejaba. Sería el divorcio mas instantáneo de la historia, seguro. Pero aún así no podía desquitarse de la idea de casarse con él. Era su sueño.

—Bien señorita Harries, pasemos al vestido. Ahí tiene su lencería, el baño esta allá —dijo señalando una puerta de madera oscura  a la derecha— Luego vuelva, la ayudaré con el vestido y la llevaré con las damas de honor.

—La dama. —recalcó Leslie un tanto apenada, obedeció.

La lencería era cara, blanca y demasiado bonita. No se detuvo mucho a mirarse y salió.

 —Vaya, si que eres rápida. Normalmente las novias se quedan ahí largo y tendido. —esbozó una media sonrisa pero a Leslie se le notaba la tristeza desde lejos. Ella no era una novia normal, seguro que normalmente las novias no se divorciaban al día siguiente— Mira me he permitido invitarte a una copa de champán rosa, es mi favorito.

La cogió y le dio un sorbo, era delicioso. 

Cuando hubieron acabado Koko ayudó a Leslie con la difícil tarea de ponerse el vestido y que quedara impecable.

El vestido era de encaje al mas puro estilo sirena, con algo de cola y un velo también con encaje en la puntas. Los zapatos eran blancos, de plataforma y brillantes.

Koko la condujo a la habitación donde estaba Kayla y, como sorpresa su madre.

 —Ánimo chica, seguro que le harás el novio mas feliz del mundo. 

Si ella supiera.

A su madre se le saltaron las lágrimas, Koko le dedicó una tierna sonrisa y desapareció cerrando la puerta.

 —¡Dios santo! Mi pequeña... estás.. estás... Dios. —Su madre le estrechó entre sus brazos con sumo cuidado y se escuchó el impacto suave de unos nudillos contra la puerta de madera. Era Rose, la madre de Liam, que sostenía entre sus largos y finos dedos una caja brillante.

Se llevó una de las manos a la boca al verla.

 —¡Dios santo! —si se notaba que eran mejores amigas, ¿cierto?

Se acercó y la agarró por los hombros regalándome una tierna sonrisa. Así era su suegra... dios, era su suegra a partir de hoy, pensó.

 —Toma, pensé que necesitarías algo viejo y usado. Esto fue lo nuevo de mi boda y, en realidad es un honor para mí que hoy lo lleves tú. —sacó de la caja una corona radiante y se la colocó en la cabeza.

Ginna se acercó también con algo. Una pulsera ceñida de piedras preciosas.

—Algo nuevo. —sonrió.

—Ginna, Rose, Kayla. Llegó la hora. dentro de poco entrará la novia. ¿Listas? —dijo una de las empleadas que ayudaban en la boda.

¿Listas? 

Por supuesto.

Él ya estaba allí , a las puertas del altar, esperando a su futura mujer con el corazón a mil.

Su vista no paraba de saltar entre las dos puertas, la principal y por la que saldría ella.

Entonces la música sonó.

Ella se acercaba vestida de blanco de la mano de su padre.

Se sintió raro.

El tiempo no se había detenido.

El corazón no se le salía del pecho.

No estaba babeando cual perro por un hueso.

¿Qué pasaba? ¿Así era como se sentían todos los novios?

Se sintió distinto, no en el buen sentido.

Antes de lo que pensaba ella sonreía frente a él. Liam hizo lo propio y entrelazaron los brazos para llegar juntos al altar.

Sus pulsaciones se habían disparado mirando hacia la puerta. 

Tenía la sensación de que se abriría en el momento justo. 

sacudió la cabeza y prestó atención.

 —¿Liam Harries, aceptas a Leslie Anderson como tu futura esposa, en la salud y en la enfermedad... .... ...?

Sintió el peso de todas las miradas, miró a la puerta por penúltima vez. No tenía otra opción.

—Sí, acepto.

—Si alguien se opone a esta unión, que hable ahora o calle para siempre.

Liam miró a la puerta principal con un brillo en los ojos.








Comenten ❤ 

Nadie Dijo Que Fuera FácilWhere stories live. Discover now