III

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La rubia salió de su habitación muy temprano por la mañana, la noche anterior se quedó dormida y ya no volvió a salir.

Encontró a la morena acurrucada con su bebé en el sillón.

Algo se removió en su interior.

La escena que se presentaba ante sus ojos era bastante tierna.

Sintió un poco de remordimiento al percatarse del ligero temblor en el cuerpo chocolatoso, ella seguía en bata la cual no la cubría por completo del aire fresco matutino.

Se metió de nuevo a su habitación y regresó con un abrigador cobertor.

Miró el reloj de pared, si no se iba en ese momento se le haría tarde.

[...]

Los movimientos inquietos de su pequeña la hicieron despertar.

-¿Qué sucede Emily? ¿Tienes hambre desde tan temprano?- Preguntó en un tono dulzón.

La morena alimentó a su bebé y ésta posteriormente volvió a quedarse dormida.

Normani la acomodó bien en el sofá cuidando que no se fuera a caer.

Ella decidió levantarse y buscar algo para desayunar.

La cocina era espaciosa y el refrigerador enorme, el cual estaba repleto de comida.

Cuando quedó satisfecha ordenó todo de nuevo en su lugar, no quería que la rubia se enojara si al llegar a su casa se encontrara con un desastre en la cocina.

Pudo percatarse de que el temperamento de la alta era difícil de tratar, la morena tampoco se dejaba por lo tanto no deseaba discutir con la otra.

La curiosidad la invadió y aún sabiendo que no estaba bien, se dispuso a recorrer por completo cada rincón de aquella casa, la cual era inmensa.

La rubia debía estar podrida en dinero, pensaba Normani, pues se encontró con un jacuzzi y varios autos último modelo estacionados en el garage.

Además, la decoración del lugar no decía lo contrario: en cada esquina debía haber por lo menos un objeto bañado en oro puro; tal hecho lo consideraba extravagante, pero así eran los ricos.

Dejó de husmear y llegó justo a tiempo para ver despertar a su pequeña.

[...]

Se escuchó el ruido de la puerta principal siendo abierta.

La silueta de la alta apareció en la sala, seguida de otras personas desconocidas.

-Pueden dejar todo ahí.- Señaló un rincón.

-Sí señorita.- Los empleados siguieron sus órdenes y posteriormente se marcharon.

-¿Qué es todo eso?- Se aventuró a preguntar.

-¿No es obvio?- Ironizó. -Son cosas que necesitará Emily; pañales, ropa, perfumes, juguetes. Ya sabes, lo esencial.- Le restó importancia al hecho de que había comprado prácticamente una tienda entera de artículos para bebés.

-¿No es algo excesivo?- Cuestionó mientras levantaba en sus manos un Iphone 8.

-No es malo que desde ahora esté actualizada, además, lo necesita para hablar por teléfono conmigo mientras estoy en el trabajo.- Se encogió de hombros como si nada.

Normani la miró incrédula, las palabras de Dinah parecían ser una broma aunque ella realmente hablaba en serio.

-¿Por qué sigues en bata?- Interrogó de pronto.

Comenzaba a alterarle verla de esa forma, sin embargo, no pensaba hacer explícito su molestar.

Un inevitable sonrojo apareció en las mejillas morenas, agachó su cabeza algo apenada.

-No tengo ropa...- Susurró.

Dinah la observó detenidamente.

-Sígueme.- Indicó, la otra caminó detrás de ella. -Puedes quedarte con esa ropa, ya no la utilizo y pensaba donarla a los pobres. Supongo que es lo mismo si te la doy a ti.- Miró sus uñas desinteresada.

La morena no entendía por qué la rubia se comportaba tan grosera con ella; quizá la alta era pedante y egocéntrica por naturaleza, aunque cambiaba radicalmente cuando se trataba de bebés, ella se volvía dulce e incluso algo infantil, parecía ser una persona diferente.

-Gracias.- Aceptó lo que la otra le ofrecía, prefería eso a seguir en bata.

Coming back to youWhere stories live. Discover now