IV

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Los días pasaban.

Dinah salía de su casa desde muy temprano y regresaba normalmente en la tarde para pasar tiempo con la bebé hasta que ésta se quedara dormida.

Las dos adultas no cruzaron palabra alguna entre ellas a menos de que fuera por peleas tontas que implicaban a la bebé.

La polinesia sentía que tenía derecho sobre la infante, es decir, la mantenía y velaba por ella, satisfacía sus necesidades en gran medida, le brindaba un techo; recursos que la morena no podía cubrir.

No obstante, Normani no estaba de acuerdo en ser dependiente de la alta, necesitaba conseguir un empleo lo cual no sería fácil, además, debía cuidar de su bebé.

La rubia se empeñaba en acaparar a la pequeña Emily en cuanto llegaba a casa y casi no le permitía a la morena tenerla, esto le desagradaba a Normani, a pesar de ello no decía nada para no terminar en una discusión sin sentido con la otra.

Además, una parte de ella sabía que no estaba en condiciones de reprocharle nada a la rubia.

-¿Qué edad tiene?- Quiso saber mientras observaba a la pequeña dormida en sus brazos.

-Casi diez meses.- Respondió.

-¿Y su papá?- Preguntó sin tacto alguno.

-Es bastante obvio, ¿no?- Soltó irónica. -No quiso hacerse responsable.- Aclaró.

-¿Cuánto tiempo viviste en la calle? ¿Por qué?- Continuó con sus interrogantes.

La morena se quedó callada.

-Tres semanas.- Contestó al fin. -Mi mamá me apoyó al principio...- Prosiguió. -Pero yo no aportaba dinero, sólo generaba más gastos... mi padrastro la persuadió de echarme a la calle... eso hizo, le importó más tener contento a su marido que el bienestar y la seguridad de su hija y nieta...- Habló con un poco de resentimiento marcado en su voz. -Espero nunca se arrepienta de su decisión porque yo no estoy segura de si algún día le perdonaré eso.- Concluyó.

-Vaya, has tenido una vida difícil a partir de tu embarazo.- Musitó algo sorprendida.

No esperaba verla caída, muy por debajo de su pedestal, en específico, no tenía contemplada la posibilidad de algún día encontrarla de nuevo.

Era verdad que la vida daba muchas vueltas.

-Supongo que algunas personas obtienen lo que merecen.- Dejó salir su comentario ácido y mal intencionado.

-¿Qué? ¿A qué te refieres con ello?- Preguntó a la defensiva, pues claramente Dinah la había atacado.

-Simple, todo lo que das se te regresa, así de sencillo. Es una ley de la vida.- Se encogió de hombros.

-¿Tienes algo en mi contra? Dímelo en mi cara y no te andes con rodeos.- Soltó brusca, incluso se levantó del sillón adoptando una postura recta.

La rubia sólo se rio con sorna.

-Siéntate y no pretendas iniciar una pelea de la cual está claro quien sería la vencedora.- Espetó arrogante.

La otra no hizo caso a lo dicho por la polinesia, hasta se acercó más a ella.

-Ya dime por qué no te agrado. ¿Siempre tratas mal a las personas? ¿Acaso me odias o algo similar?- La enfrentó.

Dinah volvió a reírse en su cara.

-¿Por qué le daría tanta importancia a alguien tan insignificante como tú?- Escupió aquellas palabras con altanería. -No seas ridícula por favor.- Bufó.

Sin agregar más se levantó dirigiéndose a su habitación con la bebé aún dormida en sus brazos.

No miró atrás, lo cual la morena agradeció, de ser así hubiera visto las lágrimas impotentes que derramaron sus ojos sin permiso.

Esas simples palabras habían logrado afectarla aunque no lo quisiera admitir.

Se sentía humillada y... herida.

Coming back to youWhere stories live. Discover now