XVII

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La pequeña Emily comenzaba a balbucear con más frecuencia, ambas se encontraban atentas para grabar el hermoso momento en el cual la bebé dijera su primera palabra.

La infante había aprendido a caminar con la ayuda de las dos y ahora se les escapaba para hacer travesuras, era sumamente tierna y adorable; tanto Normani como Dinah eran incapaces de reprenderla con dureza, además, sus travesuras fuera de molestarlas les divertían y causaban ternura.

Siempre salían las tres, ya fuera al cine o al parque.

Contrario a como eran las cosas antes del accidente de la polinesia, ésta ahora no se pasaba todo el día en la oficina, asistía con menos frecuencia, trabajaba desde su casa y cuando iba lo hacía sólo por breves horas y generalmente era acompañada por su hermosa morena y la pequeña Emily.

Dinah se sentía inmensamente feliz, ya no le preocupaba el no recordar su vida pasada, su presente era maravilloso y su futuro estaba tomando las mismas riendas.

Amaba a su morena y también a la bebé que consideraba como su propia hija, creía que ya no podía pedirle más a la vida pues se sentía completa.

[…]

Se encontraba sudando y con una expresión desagradable en el rostro, movía su cabeza de lado a lado de forma brusca.

Se despertó de golpe, ocasionando que la otra hiciera lo mismo.

Tentó sus mejillas y por ellas escurrían gotas saladas, éstas habían sido derramadas durante el sueño... no, eso precisamente no fue sólo un sueño.

-¿Estás bien?- Preguntó una adormilada morena.

Dinah giró su cara y la miró, un dolor le atravesó el pecho al recordar su reciente pesadilla.

-¿No es verdad, cierto? Dime por favor que sólo fue una maldita pesadilla...- Suplicó lanzándose a los brazos de Normani y soltando más lágrimas.

Ella la abrazó y le brindó suaves caricias a su espalda con la intención de tranquilizarla.

-Sólo fue un sueño, tranquila.- Susurró.

-Es que... parecía tan real...- Sollozó.

-Cuéntame, ¿qué soñaste?

-Estábamos en la escuela, todo parecía normal... pero de un momento a otro todos empezaron a insultarme y lanzarme cosas... luego estabas tú... te pedía ayuda, pero sólo me mirabas con desprecio y te marchaste, así sin más, dejándome sola con las personas que me hacían daño.- Murmuró afectada.

Normani no contestó nada, se había quedado petrificada.

[…]

-¡Chicas volví!- Apareció por la puerta la rubia menor arrastrando sus maletas.

Las otras dos no le hicieron mucho caso, parecían estar buscando algo con desesperación.

Levantaban muebles y objetos, y los volvían a dejar en su lugar.

-¿Sucede algo?- Preguntó perdida.

-Emily no aparece, no sabemos dónde se metió, hace un rato estaba aquí.- Comentó desesperada la polinesia.

-No puedo creerlo, ¿la perdieron? No deben dejar solo a un niño en ningún momento.- Regañó frustrada. -¡Oh! Aquí está.- Anunció cuando la vio chocar contra su pierna mientras corría.

La levantó en brazos y besó sus mejillas, tenía meses que no la veía y ya la extrañaba, se había encariñado mucho con ella.

-¿De dónde sacó esto? Es peligroso que le den una llave para jugar.- Reprendió.

Ambas se acercaron a su bebé.

-Nosotras no se la dimos.- Habló en defensa la morena. -Ni siquiera habíamos visto esta llave antes.- Agregó.

-¿Dónde la encontraste pequeña?- La infante sólo la miró sin responder.

-Esperen, es negra, ¿acaso será la llave de aquella puerta?- Dedujo Ally.

-Puede ser...- Apoyó la morena no muy convencida.

-Vayamos a comprobarlo.- Determinó la polinesia.

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