IX

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...

-Es aquí.- Indicó el guardia.

-Gracias.

En cuanto el hombre se fue, dirigió su vista al interior de la celda.

Ante sus ojos se presentó un cuadro deprimente, la morena se encontraba en un rincón abrazándose a ella misma y llorando descontroladamente.

Ver aquella escena causó estragos en su sensible corazón.

La situación no era sencilla.

A la morena no le importaba tanto el hecho de estar en la cárcel, lo que la destruía era que la habían separado de su bebé.

Se acercó a la otra y la rodeó con sus brazos en un intento por darle consuelo.

-Tranquila, todo va a estar bien.- Habló dulcemente.

Normani la miró, estaba sorprendida, no esperaba verla ahí.

-Podemos irnos.- La ayudó a ponerse de pie.

-Pero...

Ally la interrumpió.

-Tú no te preocupes, ya arreglé todo.- Le sonrió con la intención de calmarla y transmitirle seguridad.

Cuando iban en el auto a la más bajita se le ocurrió preguntar.

-¿Qué sucedió?- Quiso saber.

La morena se tomó unos segundos para contestar.

-Estaba esperando a que Dinah volviera para ofrecerle una disculpa...- Comenzó su relato. -Ella regresó una hora después acompañada de varios policías... me acusó de haber robado a su hija y ellos me detuvieron.- Finalizó.

-Eso es una estupidez.- Golpeó el volante frustrada.

Le enfermaba saber las asquerosidades que se cometían sólo por dinero y abuso de poder.

Decidió cortar la conversación, de otra manera su enojo e impotencia aumentarían y no quería eso, necesitaba pensar con la cabeza fría para poder ayudar a la morena.

[…]

-Hemos venido a negociar.- Musitó seria.

-Yo no...

La más bajita alzó su mano en señal de que no hablara y Normani por alguna razón le hizo caso.

Dinah soltó una risa irónica.

-Así que negociar...- Repitió con una sonrisa burlona. -No tengo disposición para ello.- Dijo desinteresada mientras miraba sus uñas.

Ally ignoró su actitud infantil.

-Dejarás vivir a Normani en esta casa.- Determinó.

La chica de piel chocolatosa negó con la cabeza.

-¿Y por qué tendría que hacerlo?- Preguntó con arrogancia.

-Entonces devuélvele a su hija.

-Eso jamás.

-Tienes dos opciones. Tú eliges.

-¿Y si me niego a ambas?- Cuestionó en un tono venenoso. -Claramente lo que escoja la favorecerá a ella.

-Si no le devuelves a su hija yo misma te demandaré.- Amenazó.

-¿Qué te sucede? ¿Por qué la defiendes a ella? Yo soy tu amiga.- Reprochó.

-Por supuesto que lo eres y te quiero mucho, pero estás actuando mal, no puedes arrebatarle a su hija de esa manera.

La polinesia tomó una respiración profunda.

-Puede quedarse.- Murmuró entre dientes.

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