16: Sensación extraña

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—¿Ruby? —la voz de mamá resonó en la habitación

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—¿Ruby? —la voz de mamá resonó en la habitación. Abrí los ojos como platos tratando de alejarme, pero Kem me lo impedía porque aún estaba besando mi cuello. Lo golpeé en el brazo para alejarlo de mí—. ¿Por qué cerraste la puerta con seguro?

Suspiré, tratando de ralentizar mi respiración agitada. Kem se alejó por fin, dándose cuenta de lo que pasaba.

Negué con la cabeza.

Kem hizo una mueca, pero aun así me sonrió. Depositó un suave beso en mi frente y salió por el balcón hacia su departamento. Al ver que ya no había peligro, me saqué la pequeña falda y las sandalias. Arrastré la cama del pequeño cachorro, la llevé al balcón y cerré la puerta, luego alcancé las cortinas y las cerré para que mamá no viera a Kiwi a través del cristal.

Me acerqué a la puerta donde mamá esperaba detrás y la abrí, sonriendo con inocencia. Esperaba que mi respiración agitada no le pareciera sospechosa.

Mi mamá estaba con el ceño fruncido, mirándome con desaprobación.

—Te dije que no echaras seguro a la puerta.

Alcé las cejas.

—Por Dios, mamá, estaba cambiándome. Quería privacidad. —Mamá enarcó una ceja, pero no hizo más observaciones—. Me voy a bañar.

Sin esperar respuesta, entré al baño de mi habitación y cerré la puerta con seguro. Al escuchar que la puerta de afuera se cerraba, volví a abrir la puerta del baño y salí disparada hacia el balcón. El pequeño Kiwi estaba acurrucado en su cama, durmiendo plácidamente.

La brisa cálida de la noche me despeinó el cabello, miré mis piernas desnudas e intenté no taparme. Sabía que desde mi lugar nadie podía verme, a menos que alguien de arriba se asomara, pero dudaba de ese hecho, por lo que con toda la tranquilidad del mundo me agaché y tomé la cama del pequeño para ponerla a un lado y la acomodé para que no se viera desde mi cuarto. Todo con cuidado para que Kiwi no se despertara.

Anteriormente, cuando estabamos haciendo la votación, el nombre que Kem había dicho, ganó por más votos. Al parecer a todo el mundo le gustaba ese nombre y por ende ese ganó.

Amber bromeó diciendo que era la mascota de todos, pero yo negué. Era mi pequeño. Bueno, mío y de Kem. Y no lo iba a compartir con nadie más. Ahora era una mamá osa.

* * *

Los días pasaron rápidamente.

Entre Kem y yo estábamos cuidando a Kiwi. El cachorrillo había sanado por completo gracias a los medicamentos que tomaba, su patita ya estaba sana y el doctor le había dado vía libre para correr y jugar.

Cuando iba al colegio Kem se encargaba de cuidarlo en mi habitación, y cuando yo regresaba pasábamos el tiempo juntos hasta la noche cuando mis padres llegaban. Se había vuelto una rutina y estaba feliz con ella. Me gustaba pasar tiempo con Kem porque cuando estábamos solos, no se comportaba como un idiota. Y me gustaba ese lado de él. El que no era idiota.

El chico de arriba #1 | EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora