25: Corazón herido

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KEM

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KEM

Luego de haberle contado la verdad de mi historia con Ada a mi Bizcochito, subí a mi apartamento. Ya no podía hacer nada, por lo menos no hoy. Tenía que darle su espacio, la había dañado mucho y nunca me perdonaría por eso, pero era muy egoísta y quería eso, su perdón, quería que todo volviera a ser como antes. Maldecía el momento en que decidí coquetear con Ada. Aunque no sólo era su culpa, sino también mía.

Al entrar a casa Kiwi corrió hacia mí. Mi hermana Kara lo estaba cuidando y como nuestros padres no estaban, el cachorro podía correr por la estancia con libertad. Le pedí a Kara que se lo llevara a Ruby y así lo hizo, no sin antes despedirme de él. No sabía si Ruby me permitiría pasar tiempo con él, me había encariñado con el pequeño y peor aún; con la idea que era nuestro pequeño hijo. Deseaba retroceder el tiempo y enmendar los errores que había cometido. Me sentía tan mierda que estaba a instantes de pedirle a mi hermano que me golpeara otra vez. Odiaba a ese imbécil por poner sus ojos en mi bizcochito pero no me vendría mal otro par de golpes de su parte. Aunque no podía culparlo, yo también quedé deslumbrado la primera vez que la vi. Ahí en su balcón, echando un vistazo a nosotros. No quería que mi hermano la viera primero, quería ser yo en quien se fijara. Y ocurrió... hasta que la embarré, y metí la pata hasta el fondo.

Minutos después de que mi hermana volviera, la puerta de nuestro apartamento sonó. Mi hermano Kylan estaba en su habitación encerrado y Kara también. Así que fui yo a abrir la puerta. Al ver a Ada ahí apreté mi mano en el pomo de la puerta tratando de no cerrarla de golpe. Verla no me producía nada, no desde que me enamoré de Ruby. Ada tenía ojeras en el rostro y estaba más pálida y delgada. Me hizo una señal para entrar y yo acepté. Por Dios, íbamos a tener un bebé. No podía ser tan cabrón con ella aunque le hubiera soltado todo a Ruby cuando no tenía el derecho de hacerlo. Me correspondía a mí contarle todo, no a ella, joder.

Cerré la puerta y me volteé, ella se quedó parada a unos metros de mí con los brazos cruzados. El ambiente entre nosotros era incómodo, más aun cuando ella se quedó en silencio por varios segundos antes de hablar.

—Voy a abortar —dijo Ada sin mirarme—. Es lo mejor para ambos y aún estoy a tiempo. Es obvio que no quieres tener al bebé, y yo menos. —Se limpió las lágrimas que salían de sus ojos—. Somos jóvenes. Tú estás enamorado de alguien más y yo no podría hacerlo sola.

Mi pecho se apretó al oír aquello. Era un tema delicado que no me gustaba opinar porque era cosa de mujeres y lo que hicieran con su cuerpo no era de mi incumbencia. Saber que ella quería abortar me golpeó como una pelota de básquet en las pelotas. Así de feo.

Pero si ella quería abortar, yo no era nadie para impedirlo.

—¿Estás segura, Ada? —pregunté con voz ronca. Tenía un nudo de emociones contradictorias en la garganta—. Eso es una decisión apresurada, ¿no?

Ada negó, se tapó el rostro y comenzó a llorar. Mi corazón se apretó. Ver llorar a alguien, y más por mi culpa, me hacía sentir un miserable.

El chico de arriba #1 | EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora