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La casa era enorme, hermosa. Al entrar se podía respirar el suave aroma de la madera proveniente de todas las paredes de esa mansión de dos pisos o más. Muros tapizados con colores claros, suaves y cómodos. Habitaciones amuebladas hasta no poder más y sirvientes de un lado a otro, llevando y trayendo cosas de lo que parecía ser la cocina gracias a la forma encantadora de la puerta.

— Voy a buscar a Bunny. — habló Brittany, interrumpiendo su ensoñación en esos momentos.

Bill sonrió, enternecido, cogiéndolo de la mano para atraerlo a él de manera sutil y un tanto romántica, mirándole a los ojos con esa encantadora sonrisa, haciendo que Dipper sintiese unas cuantas cosas en su estómago.

— ¿Te gusta? — preguntó, amable, acariciando sus castaños cabellos apartando algunos mechones que aterrizaban en su rostro.

Dipper asintió, admirando de nuevo el lugar aún abrazado Bill.

— Es muy grande...

— Lo sé, crecí aquí, te acostumbrarás con el tiempo. — le robó un dulce beso, de esos que no había sido afortunado de probar con tanta frecuencia.

Su mente y estómago estaba revuelto, todo en su interior parecía una manada de elefantes corriendo. Le gustaba, le empezaba a agradar ese lado amable de Bill lejos de lo sexual, estaba siendo muy entregado a él en cuanto a sus sentimientos pero le importaba poco. Le gustaba sentir cómo alguien, aunque de una manera muy estúpida, le prestaba atención, así sea para tener sexo o sólo para darle un beso como el que están recibiendo en esos momentos.

— ¡Papi!

Se escuchó unos gritillos provenir de los pasillos de arriba haciendo que el mayor de separara, sonriente, abriendo sus brazos hasta obtener a una pequeña niña de cabellos rubios en ondas, abrazándolo por el cuello con sus pequeños bracitos. Le pareció tierno esa fase de Bill lejos de la situación jefe y empleado que mantenían. Estaba feliz por el pero un poco nervioso por la mirada confusa que le dirigía la pequeña.

— ¿Quién es él, papi? — preguntó la pequeña, pataleando para bajarse de los brazos de su padre y caminar sólo un par de pasos hasta el castaño extraño que le miraba con dulzura.

— Él es Dipper, tu nuevo niñero. Te ayudará cuando no esté aquí y te cuidará. ¿Estás de acuerdo? — la pequeña aún confundía asintió, volviendo a los brazo de su padre para que este le llevara a su habitación.

Dipper quedó solo, en silencio, observando la gran casa decidido a elegir uno de los tantos pasillos para averiguar la mansión. Veía sirvientas pasar de un lado a otro sin mirarlo siquiera, llevando muebles o limpiándolos. Se veían asustados y algo nerviosos. Decidió asomarse en una habitación de puertas grandes en medio de la sala, parecía una oficina con decoraciones griegas, muebles viejos y lindos y cuadros de artistas que obviamente no conocía.

Estaba vacía, sin nadie rondando y llena de papeles acumulados en el escritorio más una computadora que se hallaba apagada agarrando polvo. Empezó a investigar las fotos que se encontraban en un buró a una esquina de la oficina. En una foto se encontraba Bill y su hija, en medio del bosque de Gravity Falls claramente. En otra está la pequeña y Brittany, jugando en la playa, algo bronceadas. La tercera era Bill con su hermana, pequeños, siendo abrazados por una mujer que se veía de aspecto demacrado, rubia y de ojos dorados pero opacos, tristes. La última que logró ver era claramente la madre de Bunny, pelinegra, ojos azules, sonrisa blanca y grande, brillante y encantadora. Era linda, hermosa, debía admitir, pero un cierto sentimiento de rencor lo opacaba.

— ¿Qué haces aquí? — Bill entró, sonriente, intentando sonar molesto, trabando las dos grandes puertas del despacho para luego acercarse de manera relajada pero intimidante.

Please, Daddy『BillDip』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora