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— ¿Dipper, dónde andas? — acusó Bill, levantando a la pequeña Bunny del sofá ya que se encontraba dormida luego de una pequeña serie de películas animadas.

No habían planteado nada aún. Estaban algo incómodos los uno con el y otro, pero algo que sí estaba claro era que Dipper no estaría lejos de Bill por más tiempo. Le tenía miedo, sí, pero era un miedo irracionales por lo que en su mente permanecía. Los recuerdos de todo seguían frescos y no podía dormir en la noche sin que le despertara el recuerdo del humo de aquellos cigarros que alguna vez quemaron su piel.

Decidieron tomar un momento en paz, dejar algo de lo del trabajo atrás e intentar ser una "familia". No lo eran, todos lo sabían, pero en ellos había un brillo especial que al estar juntos parecían inseparables.

Bill acurrucó un poco más a Bunny para subir la escaleras, quería que Dipper la acostara pues no estaba acostumbrado a hacerlo, pero el castaño no aparecía.

A este último le temblaban las manos, había escuchado el llamado de Bill hace rato por lo que intentó hacer silencio y apurarse en su trabajo. Se sentía mal, sentía un peso increíble en el pecho porque literalmente le estaba robando a Bill. Cosa que nunca sonaría bien.

Puede que se quieran mutuamente, pero eso no quita que Bill sea un hombre armado de problemas serios, un mafioso incógnito en un traje de ejecutivo. No quita el hecho de que Bill sea temible.

Sostuvo con fuerza el arma en sus manos para luego suspirar. Era una pistola pequeña, una de las tantas que Bill tenía, cargada y fría. Estaba temblando con tan sólo tenerla en la mano. No sabía qué iba a hacer con ella, pero ya la tenía y era imposible retroceder porque su cuerpo se lo impedía y los pasos del rubio eran cada vez más ruidosos.

Salió de la oficina de Bill encontrándose al mismísimo hombre en su búsqueda.

— ¿Qué hacías ahí adentro? — intentó no sonar malvado, pero su voz salió gruesa y pudo notarlo por la manera en la que Dipper se encogió. En serio intentaba ser sutil, pero Bill no era un hombre de sutileza, no estaba acostumbrado a que lo donaran de tal manera.

— Yo- creí que estabas ahí — su voz tembló pero rápido se reincorporó, acomodando muy bien su suéter rojo para esconder el arma que escondía atrás.

Bill sonrió lascivo y asintió, intentó acercarse a Dipper para abrazarlo pero éste se alejó. Quizás eran los traumas que aún rondaban en su cabeza, quizás era por querer encoder el arma que tenía atrás.

Su plan era muy simple, y tenía mucho que ver con el arma. Gideon las pagaría, y si Bill no podía hacerlo, él lo haría. No pensaba en lo que podría salir mal, pensaba en lo libre que serían si ese hombre cayera de una vez por todas.

Dipper había caído tan bajo, mucho más bajo cuando aceptó entrar en todo eso...pero, ¿quién le culpa?. En el fondo, todo aquello le estaba gustando.

— ¿Te sientes bien? — preguntó Bill al verlo tan callado y perdido, observando el piso con una pequeña sonrisa.

— Si...yo, quiero dormir...— insistió Dipper, caminando para que Bill le siguiera. Cubrió lo mejor posible el arma y corrió a su habitación, aquella que casi nunca usaba pues siempre terminaba en la habitación del mayor.

A Bill le entristeció eso, aceptó que quizás Dipper no estaba listo para dormir acompañado y sólo le quedó ir a su habitación, quitarse los zapatos y prepararse para dormir.

Claramente no contaba que a media noche la puerta de su habitación fuera abierta para dar paso a un castaño algo tembloroso y asustado, con pequeñas lágrimas invadiendo su rostro.

Please, Daddy『BillDip』Where stories live. Discover now