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Empacó con rapidez todo aquello que podía caber en su bolso, y con todo se refería a toda la ropa que había comprado anteriormente en la sex shop que había visitado. Aprovechó el momento en el que su madre había salido a arreglar unos papeles y que su hermana estaba cuidando niños o comportándose como uno.

Cerró el bolso que contenía lo necesario y rápidamente salió de casa y caminó al lugar donde seria su primer día de trabajo.

— Tu puedes Dipper... El sexo anal no debe ser tan doloroso, ¿cierto? — se preguntó a sí mismo mientras se observaba en el espejo, planchando con sus manos la camisa y colocándose un gran suéter marrón que lo cubriría del frío, y quizás taparía la vergüenza que siente de sí.

Agarró todo lo ya preparado y salió de casa, corriendo a buscar un taxi.

Por qué coño vives tan lejos...pensó al leer de nuevo la dirección en su teléfono, nunca la había visto u oído, pero según la localidad y la sorpresa del taxista, ese era un lugar de los caros. Agradecía al menos saber que el hombre si tenía dinero como para pagarle esta noche que será la peor de su vida.

[...]

Bajó del taxi luego de pagar lo que era mucho dinero para él. Agradeció con mala cara y luego dio pasos al frente, observando la gran casa que estaba a su vista en esos momentos.

Parecía una casa moderna y que valía una gran cantidad de dinero en esa urbanización de lujo. Paredes negras con blanco, resaltaba a comparación de las demás casa a su alrededor, desde lejos se podría decir que era una casa de familia con mucho dinero, pero no sabía que le esperaba afuera.

Sostuvo aire en sus pulmones para luego soltarlo nuevamente y tocar el timbre de aquella mansión. Rápidamente los nervios le atacaron y se estaba arrepintiendo, pero no podía irse, primero tenía que cumplir con su mentira del "trabajo decente", luego notó que las cámaras de la residencia estaban posadas sobre él, quizás el hombre dentro de casa ya lo vio llegar desde hace un tiempo.

Dio un salto cuando la puerta se abrió dando presencia a una elegante casa y una chica pelirroja que, por su ropa negra y delantal blanco, se identificaba que era una mucama o sirvienta de la casa.

— El señor le está esperando. — habló seco, y aunque se notaba lo profesional que estaba siendo, a lo lejos había una pizca de lástima en sus palabras.

Dipper tartamudeó para luego no decir nada y pasar adelante, observando más que sus pies ya que la enorme casa, además de ser hermosa, le intimidaba.

Sólo pensaba en qué hombre vivirá tras esas paredes y techos altos con adornos colgantes de diamantes. Qué hombre lo había contratado por una noche a él teniendo tanto dinero como para vivir así. En qué situación se había metido, el miedo lo atacaba y sólo quería salir corriendo hasta su casa sin importar lo largo que sea el camino. Estaba arrepentido. Nadie le dijo que tener valor por sí mismo era muy difícil, menos para esto.

— Ya está aquí, señor.

— Dejalo entrar, gracias.

Escuchó las dos voces que lo sacaron de su pensamiento, luego sólo observó a la chica pelirroja de antes despidiéndose con una inclinación frente a la gran puerta de lo que parecía ser una oficina o una habitación de reuniones. La chica volteó, caminando hacia él para luego darle esa mirada de lástima, de comprensión, esa mirada que logró asustarlo aún más.

— Entra. — sólo eso dijo para luego marcharse conteniéndose mas palabras, la chica quería hablar pero era como si no pudiera o no se lo permitieran.

Ay Dios, ayúdame.

Entró temblando hacia la habitación, sosteniendo con fuerza su bolso entre sus manos al notar que ésta estaba oscura, sólo siendo iluminada por la luz tenue que se colaba por las ventanas y una lámpara que adornaba al lado de un sofá donde estaba él, el hombre o con quien estaría, aquel que prácticamente lo acaba de comprar por una noche.

Please, Daddy『BillDip』Where stories live. Discover now