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Habían salido de la dichosa pizzería, hablando de cualquier cosa como si todo estuviera bien.

Dipper sólo escuchaba cómo hablaban de él, decidiendo cómo y cuándo cuidaría a la pequeña Bunny.

— Dipper puede empezar hoy, ¿verdad? Tiene que conocerla, además ella no es de agarrar confianza rápido. — comentaba Brittany, comiendo de un delicioso helado. — Vendría después de clases, Bill puede llevarte a la escuela...

— Tendría que hablar con mi familia...— tenía miedo de que su mamá pensara que todo eso era una locura y descubriera más de lo que tenía que saber.

— Yo me encargo de eso, Dipper. Por mi puedes conocerla hoy, así te quedas a dormir. — habló Bill, sonriente, tenebroso.

Siguieron hablando, Dipper sin decir ni una sola palabra, temiendo de lo peor que pueda desatar en Bill. Escuchó que hablaron sobre una casa en las afueras de la ciudad donde se encontraba la pequeña que iba a cuidar, teniendo en cuenta que en la casa donde conoció a Bill no era su casa permanente, era como una "casa de paso".

[...]

Dipper seguía callado, sorprendido. Aún cuando Bill hablá con su madre, contándole la mentira más grande de su vida, haciendo sentirse mal por la emoción de su madre al conocer su jefe. Dejándolo irse ese fin de semana con la excusa de que Bill era el dueño del mercado donde antes "trabajaba" de acomodador, diciendo que lo vio muy joven para estar ahí y que podía ayudar como sirviente y niñero de su pequeña hija, enterneciendo aún mas a la mayor de todos.

Mabel sonreía, apoyando la idea, creyendo que era maravilloso que ellos siendo gemelos trabajarán de lo mismo.

Pero Dipper no creía que nada era bueno, cada vez se estaba metiendo más y más en ese sucio trabajo que lo tenía hasta el cuello de culpabilidad. No quería seguir pero no podía renunciar.

Estaba haciendo sus maletas para tres días ya que Bill se ofreció a llevarlo a la escuela el lunes y quizás todos los días en los que se quede a cuidar a la pequeña Bonny. Se odiaba mucho, se quería matar ahí mismo pero no podía, no tenía con qué. Escuchó la puerta abrirse pero le importó muy poco, decidido a seguir con su papel de "hijo trabajador". Más bien de niño caprichoso que por unos dólares se acostó con un millonario y le hizo una mamada, que recordándolo bien, ese labor no lo había cobrado.

Sus nervios subieron al mil cuando alguien le abrazó por la espalda, sorprendiéndolo cuando cerraba su maleta. Podía sentir esa erección chocar con su trasero, unas manos se posaron en su cintura y lo atrajeron el cuerpo proveniente de toda la virilidad.

— Bill...por favor...

— Me debes una, PineTree. Aún debo enseñarte lo que debes y no debes hacer. — habló grave, besando la zona de su cuello, abrazándolo más fuerte atrayéndolo más a sí mismo, restregándose de manera obvia contra su trasero.

Dipper mordía su labio intentando tragarse los gemidos que empezaba a acumular, asustado pero excitado. Envuelto en un debate entre ceder y no ceder.

— Eres alguien excitante. ¿Lo sabías? — adentró sus manos en el apretado pantalón del castaño, jugando con su miembro en un intento de hacerlo "sufrir", tocando levemente sus testículos.

Dipper en realidad sí sufría, sufría la necesidad de olvidar que estaba arrepentido y entregarse en ese momento a Bill, necesitado. Odiaba sus hormonas, su cuerpo puberto, todo aquello que le generara la "excitación del momento", todo eso era, según su subconsciente, el culpable de su sumisión en esos momentos.

Bill sonrió, enterado de su obvio dolor excitante, de su sufrimiento. Empezó a mover su mano, intentando masajear en ese estrecho pantalón el pene del menor, besando su cuello hasta donde el suéter azul le permitiera, quizás despejando un poco de esa prenda para poder dejarle una marca que no fuera notable por el momento.

A Bill le encantaba tomar el control, y era lo que mejor hacía. Prácticamente controlaba la excitación y los gemidos del castaño, sabía ya cual movimiento le hacía gemir grave y cual aguadamente, podía sentir que al tocar su ya chorreante glande el menor no aguantaba más.

— Bill...

— No, no. Daddy para ti mi PineTree.

Dipper sintió colapsar cuando la mano enorme del mayor salió de sus pantalones, volteándolo para verle a la cara, observabar como esos ojos brillantes veían a sus ojos cafés de seguro llorosos de tanto éxtasis en un momento.

Bill le besó, sosteniendole fuerte de las caderas, restregando ahora erección con erección. Besándole con frenesí, buscando probar todo de sus labios. En un movimiento rápido, lo acostó en la cama, aún besándose. Sonrió contra los labios de Dipper al oír como este se separaba un poco para gemir algo suave, evitando ser oídos en la otra habitación.

— Dipper, has silencio, las paredes oyen...— le besó de nuevo, bajando sus manos por el pequeño cuerpo del menor, desabotonadole el pantalón para deslizar sus manos bajo este y apretar sus nalgas con fuerza, masajeando y rozando su entrada con el dedo del medio.

Dipper estaba más que desecho en un mar de hormonas incontrolables, intentando acercar su miembro mas al de Bill o su entrada a sus dedos. Era algo que no entendía. Pero le encantaba. Se quejó cuando Bill paró, dejándolo recobrar el aire que había perdido durante el beso. Él estaba sonriendo, dejando un cargo beso en sus labios para luego retirar las manos de sus pantalones, bajando de él para luego acomodar lo mejor posible su ropa y esconder su propia erección con el saco del traje.

— Nos vemos afuera, Bebé. No tardes.

Y ahí fue dónde supo Dipper que ese era la peor manera de castigarlo. Estaba sonrojado hasta las orejas, húmedo entre sus pantalones, tan erecto que dolía. Había sido excitado y avergonzado en un abrir y cerrar de ojos.

Vaya que eres un puto, Bill. No pudo evitar pensar, intentando relajarse se lo pasado anteriormente.

Please, Daddy『BillDip』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora