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Los nervios le estaban matando, sus manos temblaban y sus labios dolían de tanto mordelos.

Dipper no había llegado ayer en la noche por lo que mandó a buscarlo con su chofer de confianza. Se encargó antes de borrar cualquier rastro de la chica con la que había estado anoche.

No dejaba de pensar en cómo estaría el castaño. Le estaba importando demasiado ese adolescente, se supone que sólo sería algo "sexual" y se estaba convirtiendo en algo sentimental. Le preocupaba.

Le preocupaba el hecho de que sabía que había cometido un error. ¡Él es un mafioso más, por favor!. Pudo haber buscado una mejor opción sin haber tenido que entrometer a Dipper y a su pequeña hija en todo esto.

Estaba molesto de todo aquello que pudo haberle hecho el descarado de Gideon al pequeño cuerpo de su chico. Estaba celoso puesto que no aguantaba imaginarse a Dipper con otro hombre, pero no tenía por qué estarlo, él era el culpable de todo.

¿Meter un menor de edad en este mundo?. ¡A quién más que a Bill Cipher se le ocurría eso!. Especialmente por haber metido hasta a su pequeña hija sin darse cuenta, Gideon era el único de sus socios que sabían de su existencia por ser más cercano a todo lo que pasaba, y por tener tanto dinero como él para descubrir una historia tan complicada. Deseaba que más jugadores no apostaran sus fichas a su hija, sino, terminaría perdiendo todo.

Haría cualquier cosa por esa pequeña. Es su vida.

El timbre le despertó de sus pensamientos y rápidamente se levantó de su asiento, casi tropezándose con el escritorio que contenía su despacho. Estuvo esperando ahí hasta que los puños se le volvieron blancos de tanta desesperación.

Esperó a que el chofer cruzara el portón para poder estacionarse frente a él y Wendy quien esperaba ayudar en algo.

Una sonrisa se formó en su rostro más no duró demasiado, Dipper no bajaba del auto.

— ¿Qué pasa?. — le preguntó al chofer quien había bajado y abierto la puerta trasera para que el castaño saliera.

— No quiere salir. — comentó sin más y se retiró al ver que Wendy le hacía señas.

Sintió una presión en el pecho que inesperadamente le hizo sentir mal, demasiado para su gusto. Caminó despacio hasta posarse frente a la puerta y observar a su chico.

¿Ese era su chico, no?.

No tenía la misma mirada, no poseía el mismo rostro. Dipper no era el mismo. Este estaba sentado con las piernas contraídas al pecho, abrazándose a sí mismo, mirando al frente, observando la nada pensando en todo. Pensando en todo lo que le ocurrió por tan sólo un capricho. Un capricho de bastante paga.

— Dipper...— el castaño no hizo nada, sólo apretó los puños y cerró los ojos. Bill decidió ignorar las lágrimas que cubrían sus mejillas. — Baja, vamos. Hay que ir adentro.

Dipper tembló. Esa frase que le hizo recordar tanto.

— Hay que ir adentro...— le dijo aquel hombre que con tal sonrisa asustaba a cualquier niño. Él se negaba miles de veces pero simplemente con eso no detenía las manos que empezaban a recorrer su cuerpo con tal descaro. Él no estaba listo para eso.

No....— fue lo único que pudo escuchar de Dipper, este se quedó en el auto hasta que el sol llegara a su punto más alto y Bill no supiera que hacer.

Estaba consciente de que había hecho mal, de que todo estaba malo, de que nada iba a estar bien. Dipper estaba lleno de moretones o chupones, estos adornaban su cuerpo como si un accesorio se tratase.

Please, Daddy『BillDip』Where stories live. Discover now