Capítulo 13: "Josephine"

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Perdonen por la demora! ayer iba a subir el capitulo pero no andaba con internet asique espero que me disculpen. Disfruten del cap <3




SCARLETH


Dustin bajó las escaleras con rapidez, y al llegar al último escalón casi tropieza con sus propios pies al ver la gran figura de Caleb parada en medio del salón. Mamá se dio la vuelta al sentir la presencia del menor de la familia, y con una amplia sonrisa dibujada en el rostro dijo:

—¡Dustin! Saluda a nuestro invitado.

Dustin se acercó con cautela analizándolo de pies a cabeza con la ceja enarcada, al igual que papá.

—Hola—Dijo sin ninguna emoción. Caleb le obsequió una sonrisa dejando mostrar sus blancos dientes.

Papá se acercó a él pero de forma inmediata se alejó arrugando su nariz, como si Caleb tuviera mal olor.

—Hueles a perro mojado.

—¡Papá! —Chillé sintiendo mi rostro calentarse.

Mamá le propinó un codazo en la costilla en manera de reproche, papá la fulminó con la mirada y antes de marcharse en dirección al taller, analizó por última vez a Caleb quién había cambiado su alegre expresión.

Miré a mi padre reprochándolo por su actitud y de inmediato miré a nuevamente a Caleb quién se había sentado en el sillón, ya que mi madre lo había invitado a sentarse. Caleb le sonrío amablemente a mi madre y respondió a todas las preguntas que ella le hacía, pero había algo en sus ojos, algo que no iba bien, y sabía que Caleb no podría decírmelo.

—¿Scarleth? —La voz de mamá me sacó de trance, parpadeé un par de veces y la miré enarcando la ceja.

—¿Sí?

—Le decía a Caleb que eres mitad escocesa por parte de mía y por parte de tu padre, eres inglesa—Dijo con orgullo. —Algo me lo decía por su acento—Caleb señaló su boca con su dedo índice y más tarde también señaló su cabello—. Y por su cabello también. Mamá se acarició el cabello con sus manos, miró el cabello de Dustin y el mío. Volvió a sonreír mientras miraba nuevamente a Caleb. —Tú acento también te delata. No eres de Albert City, ¿verdad? —Caleb negó con la cabeza y soltó un pesado suspiro. —Hemos llegado en Verano aquí, mi m...grupo y yo. —Oh, son como esos pueblos nómades. —El chico asintió con la cabeza—.Y ¿Sabes dónde naciste? Caleb asintió nuevamente con la cabeza. —Mis padres se conocieron en Oakville, en Canadá. Tiempo más tarde, nací. —¡Oh!, que sorpresa. Me encantaría poder conocer a tus padres—La aguda voz de mi madre hizo que mis tímpanos casi reventaran—.Podrías invitarlos. Sería maravilloso que podamos cenar todos juntos. La sonrisa que Caleb tenía dibujada en el rostro, desapareció por completo, pero mamá no fue capaz de darse cuenta de ello, ya que seguía soñando a que los padres de Caleb, quienes habían fallecido, cenaran con nosotros. —Sé que a mi padre le encantaría—Lo miré buscando alguna respuesta, pero él no me miró. —¿Tus padres están separados? —No precisamente—Tomó aire—. Mamá falleció cuando nací, y mi padre no tenía ninguna foto de ella o algo para recordarla. La sonrisa que tenía mi madre en su rostro, desapareció. Ella se acercó a él y puso su mano en el hombro de Caleb. —Perdón, no lo sabía—. Caleb sonrío y negó con la cabeza. Mamá le devolvió la sonrisa y se fue a la cocina a preparar algo de té, Dustin la siguió. —Caleb...—Me senté a su lado y él me miró, no había ningún eje de tristeza en su rostro—. Perdón si la insistencia de mi madre te abrió una vieja herida. —No te preocupes, nunca la conocí, por eso no la puedo extrañar—Acarició mi mano con ternura—. A mi padre lo extraño todo el tiempo, porque a él si lo conocí. —Pero le dijiste a mi madre que tu padre vendría encantado a cenar. —Lo dije por el hombre que cuidó de mi cuando mi padre murió. Caleb acercó su mano hacia mi mejilla y la acarició dulcemente con su pulgar, él se acercó a mí y sus labios rozaron los míos. El beso fue corto, pero para mí me bastó para saber que él estaba bien y que no había nada de qué preocuparme. Busqué sus ojos y él los tenía clavados en los míos, sin importar cuanto tiempo ha pasado, aún me sentía desnuda ante él, me sentía completamente indefensa ante sus ojos, pero a la vez me sentía segura. Como si nada o nadie nos pudieran separar. Después que mi madre insistiera a Caleb de cenar con nosotros, se fue, como si el viento se lo llevara. Mamá quedó encantada con él cuando cerró la puerta después que se fuera. Me miró y guiñó su ojo derecho para luego subir por las escaleras y encerrarse en su dormitorio. Aquella noche no estaba oscura. La luna brillaba con todo su esplendor en aquel cielo sin estrellas. Estuve un buen tiempo mirando el cielo en el porche de la casa, ignorando el frío calar mis huesos. Aquella noche pensé en Caleb, pensé en él mientras miraba el hermoso asteroide plateado. ¿Él se sentirá atraído por ella? ¿Se convertirá en un lobo y le aullará? Tenía tantas preguntas en mi cabeza y quería que él me las pudiera responder, pero cada vez que él estaba a mi lado, mi corazón deja de latir y lo único que pienso es en sus ojos. CALEB Yo no tenía ningún recuerdo de mi madre. Mentiría si dijera que podía recordar el color de su cabello o que encontré una foto suya cuando era pequeño. Desconocía incluso su propio nombre. Cuando era niño, me la imaginaba como una mujer dulce y con una amplia y hermosa sonrisa. En mi manada, nadie tenía permitido hablar sobre ella o las parejas humanas que convivían con nosotros. Desde que Ian se convirtió en alfa, expulsó a todos los humanos que estaban en nuestra manada, pero con ellos también se fueron algunos licántropos que no podían dejar a sus parejas solos. Sólo Selene sabría lo que sucedió con ellos.

Cuando tenía cinco años, yo era el único cachorro que no había tenido su primer cambio. Todos los niños de la manada jugaban entre sí, correteando por los bosques y aprendieron a cazar. Kira fue la única que me acompañó cuando solamente era un niño humano.

Ian había insistido en exiliarme de la manada, pero Paul me reclamó como su hijo legal, por lo que si Ian me expulsaba, Paul se iría conmigo. El alfa no podía arriesgarse a perder a su único hermano y a su mano derecha, por lo que me convertí en la mascota de mi manada.

A los dieciocho años tuve mi primer cambio. Kira y Paul me acompañó en todo momento cuando sentí mi piel abrirse y un nuevo Caleb salió dentro de la carne que caía en pedazo. Me sentí parte de la manada cuando caminé con mis hermanos lobos en la cacería. Me sentía vivo bajo la brillante luna que iluminaba el cielo. Todos los olores y los ruidos que jamás había escuchado. La noche me llamaba cada vez que abandonaba mi cuerpo humano y le daba la bienvenida a uno más fuerte y más salvaje.

Fue entonces, cuando iba creciendo en tamaño y en fuerza cuando conocí a Scarleth. La humana que estaba destinada a ser mía hasta que la luna haya sido consumida por el sol. Me encontraba recostado en mi cama, con la vista fija en el techo de mi diminuto dormitorio, cuando un fuerte estruendo me quitó de mis pensamientos. Rápidamente, me puse de pie y con dar tres pasos, salí de mi dormitorio y me dirigí hacía el origen de aquel estruendo. Me encontré con la gran pila de cajas que tenía Paul en una de las esquinas de la caravana; en el suelo. Me puse en cuclillas y levanté la caja más próxima a mí, pero varias fotos cayeron, desparramándose por todo el suelo de madera. Todo estaba hecho un desastre. Las recogí una por una, pero me detuve en una imagen de una pareja posando para la foto, ambos sonreían ampliamente, yo también lo hice al ver la felicidad reflejada en los ojos de ellos. En otra foto, la pareja se encontraba acompañada por un hombre joven y con el cabello corto. Era Paul.La mujer, que se encontraba al medio de los dos hombres, tenía el cabello negro y rizado que le llegaba a las caderas. La luz se consumía entre los oscuros rizos, iluminándolo como si las estrellas estuvieran en su cabello. A su lado, opuesto en donde se encontraba Paul; estaba el hombre que sonreía ampliamente. Su piel era morena, al igual que el de la mujer. Su cabello era de un castaño oscuro y tenía sus manos puestas en el vientre de ella. Paul también estaba haciendo lo mismo que el hombre.Aquel hombre se me hacía completamente conocido. Cuando giré la foto para ver algo escrito detrás, vi de reojo la figura de Paul agacharse y recoger las fotos que yacían por todo el suelo. Instintivamente, lancé la fotografía al suelo y me puse de pie, buscando alguna excusa y preparándome para recibir alguna reprimenda por parte de él, pero nunca llegó. Miré a Paul buscando alguna reacción, pero él sólo apiló las cajas encima de la otra en completo silencio. Se dio la vuelta y dijo después de suspirar pesadamente: —Los recuerdos se guardan y se olvidan—Se sentó en el viejo sillón que yacía a un costado de la diminuta sala—. No debiste ver esas fotos. —¿Quiénes son? —Pregunté temiendo saber la respuesta. Paul alzó la vista y me miró con sus ojos cubiertos en oscuras ojeras. —Eran tus padres, Caleb. Paul respiró profundamente y se acarició la sien como si recordar le causara un fuerte dolor de cabeza. —Cuando Josephine murió, tú padre me hizo prometer que olvidaríamos a tu madre... Su muerte le causó tanta tristeza a su alma, con tan sólo tener un mero recuerdo de ella lo derrumbaba. Él tenía que ser fuerte. Era el alfa de nuestra manada y no debía doblegarse ante su perdida. —Él es el de la foto, ¿verdad? —Paul asintió lentamente. Paul se levantó del sofá y caminó hacía la pila de cajas y sacó la última que estaba en lo más alto, y de ella sacó una foto. La misma que había visto antes de lanzarla al suelo. —Ese día, nos enteramos que ella estaba embarazada. Tu padre saltaba de la emoción. No podría describir la gran felicidad que tenía dibujado en su rostro. Fue muy buenos tiempos. —Pero trajeron desgracias a la manada. —No, eso es lo que dice Ian. Ellos trajeron luz a nuestra manada. Muchos de nosotros nos enamoramos de humanos. Tuvimos hijos humanos. Ninguno nació para convertirse en licántropos. La mitad de su alma fue rellenada por el espíritu del hombre, no de un lobo—Se sentó sacando otra fotografía, pero esta vez había una mujer con una pequeña niña en sus brazos. Hace mucho, Kira me contó que Paul se había enamorado profundamente de una humana, que resultó ser su mate. Ambos se casaron respetando ambas culturas y al tiempo, ella dio a luz a una saludable niña. Una humana. Pero cuando Ian se convirtió en alfa, ella y su pequeña niña fueron exiliadas de la manada. Paul no pudo acompañarlas por el simple hecho de ser la mano derecha de Ian, y cada día que pasa, sé que le gustaría estar con ellas—. Ian también se enamoró de tu madre, pero ya sabes lo que pasó al final. Su muerte no tan sólo fue dura para tu padre, sino para Ian también. Quizás fue eso que terminó consumiendo la poca cordura que tenía. "Los humanos no tienen nuestra misma fisiología. La mayoría de las humanas que se enamoran de licántropos mueren al dar a luz, porque no son capaces de soportar la fuerza que tienen los recién nacidos. Tu madre no era como las demás humanas, ella era fuerte, su alma era fuerte. Como la de un guerrero. Incluso sabiendo que tenía altas probabilidades de morir al darte a luz, ella luchó para tenerte con ella, por lo que sobrevivió cuando naciste, pero estaba débil. Apenas era capaz de alimentarse por sí misma, pero ella te obsequió un último recuerdo, su fortaleza. Aún recuerdo la manera en cómo te abrazaba en la última semana que estuvieron juntos. Tu padre pensó que sobreviviría, pero ella sabía que no había alternativa para ella. No tan sólo te regaló su fortaleza, también te regaló su alma. La noche que ella murió. Ella te susurró en el oído. Nadie nunca supo lo que te dijo, pero cuando ella se fue, tú te la quedaste mirando. No lloraste cuando te separaron de tu madre. Tampoco lo hiciste en los siguientes días, ni siquiera cuando tu padre murió. Lucas, tú padre. Guardó todo recuerdo de Josephine y te crío lo mejor que pudo, hasta que murió, Caleb. Tú padre fue un gran alfa, él y muchos de sus seguidores pelearon contra los cazadores no por nuestra libertad, él lo hizo para protegerte, para que pudieras escapar y sobrevivir. Cuando Ian se convirtió en alfa, yo te cuidé, porque sabía que él buscaría la manera de eliminarte, sin importar que eras el hijo de un alfa, el hijo de su mejor amigo.Ni siquiera soy capaz de recordar a tus padres, Caleb. Han pasado diecinueve años desde que no veía a tu madre, pero cada vez que te miraba, la miraba a ella. Eres muy parecido a tu madre, Caleb. Cada vez que te enfureces y peleas por algo que tú creías injusto, te convertías en tu padre. Ellos viven en ti y eso es lo que más odiaba Ian.Estamos en tiempos de guerra Caleb, no dejes que el último regalo que te dio tu madre y el sacrificio que hizo tu padre por ti sea en vano." Las estrellas brillaban en lo más alto del cielo, creando una eterna línea de luz que decoraba la oscuridad de los cielos. Los árboles se mecían con la suave brisa de la noche. Los grillos cantaban y eso era lo único capaz de oír. Dejé a Paul solo en su caravana junto con sus recuerdos, mientras que yo me perdía entre los árboles que danzaban junto con la brisa de la medianoche. Jamás había conocido a mi madre, ni siquiera sabía cómo ella lucía, tampoco sabía si me parecía a mi padre o a mi madre, ya que nadie me lo había dicho. El hombre que estaba en la foto, no tenía ningún parecido al hombre que yo recordaba antes de que él falleciera. Según mis pocos recuerdos de él, no lo recordaba sonreír, siempre lo veía serio, con el ceño fruncido, para nada parecido al hombre que sonreía junto con mi madre y Paul. Caminé hasta perderme en el bosque, dejándome sólo con mis pensamientos, si ellos jamás hubieran muerto. ¿Algo habría cambiado en mi vida? Sin darme cuenta, estaba ya trepando en el árbol que me daba paso a la ventana de la habitación de Scarleth. La habitación estaba a oscuras, pero con la leve luz de la luna filtrarse por la ventana era capaz de visualizar la diminuta figura de Scarleth bajo sus frazadas, su cabello enmarañado descansaba por encima de su pecho, la cual subía y bajaba lentamente. Sus ojos estaban cerrados y en su rostro se dibujaba la paz y la tranquilidad. Jamás había visto a un ser tan perfecto en su lecho de descanso, la había visto ya varias veces dormir, pero al verla en paz, Tan tranquila y serena, entibiaba mi alma y cada vez que mi corazón latía, estaba seguro que ella jamás podría estar en peligro, no si yo estaba allí, cuidándola, aunque sea en la lejanía. Esa vez que me escabullí dentro de su habitación y dormí con ella, con sus brazos rodeándome, sentí como si mi cuerpo pudiera conectarse con el de ella en mil maneras. Con ella me sentía tan humano como mi cuerpo pueda ser, sin importar si era un licántropo, con ella me sentía humano. Mi madre me obsequió su alma, pero a veces pensaba que Scarleth era el gran regalo que Selene fue capaz de darme, pero ahora, creía rotundamente que mi madre la trajo para mí. Ella me guio hacia los terrenos de su familia, aullando su nombre en la oscuridad. Buscándola. Atrayéndola hacia mí. Con cuidado, abrí la ventana y entré procurando no hacer ningún ruido que la pudiera despertar, y con el mismo cuidado, la cerré. Me escondí en las sombras, temiendo a que podría perturbar su sueño. Escuchaba su respiración, sus lentos latidos cantaban en mis oídos. Me acerqué a ella y sentí su calor, su energía recorrió por todo mi cuerpo. Acerqué mis dedos a su mejilla y con la yema de éstos, la acaricié suavemente. Ella se estremeció bajo mi tacto y se dio la vuelta para seguir durmiendo. Besé su hombro, muy cerca de su tatuaje. Su olor me embriagó, necesitaba más de ella. 

Cuando sentí que ya no era capaz de detenerme, me alejé abruptamente de ella, temiendo poder lastimarla, ya que tenía más fuerza que un chico de mi edad. Scarleth no percibió la desesperación que sentía al alejarme de ella. Mi corazón se rasgaba cuando salí por la ventana y mi cuerpo moría cada paso que daba, alejándome de su presencia. Alejándome de la mujer que siempre amaré en vida y en la muerte.



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El lobo de los ojos amarillos | [Libro 1] (EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now