Capítulo 42: "La obra"

83 16 1
                                    

Maratón: 1/2


SCARLETH


Todo el colegio estaba completamente abarrotado de gente. Estudiantes del establecimiento o de otros colegios, profesores, padres y algún que otro curioso.

Eran las 17:00 p.m y no había esquina que no estuviera lleno de gente. En el gimnasio se encontraba casi toda la multitud, por la gran feria de ciencias y los stands de actividades que ofrece el colegio.

Mientras que toda la gente se entretenía por las mil cosas que ofrecían los alumnos, nosotros, los de la clase de literatura junto con los del club de teatro, nos encargábamos de hacer un último ensayo y de hacer los últimos detalles en el escenario y en el vestuario. Un pequeño grupo se encargó de entregar algunos folletos del club de teatro y de avisar que en un par de horas se realizaría una obra.

Los actores que pertenecían de la clase de literatura y algunos del club de teatro, recitaban sus líneas correspondientes y trataban de darle más énfasis, dando a luz a su artista interior; yo me encontraba parada detrás de los telones con el guion en mano para apoyarme en algo y observando detenidamente si los actores se equivocaban o no cumplían con las expresiones esperadas.

NERISSA— Tu padre era un santo, y los santos suelen acertar, como inspirados, en sus postreras voluntades. Puedes creer que sólo quien merezca tu amor acertará ese juego de las tres cajas de oro, plata y plomo que él imaginó para que obtuviese tu mano el que diera con el secreto. Pero, dime, ¿no te empalagan todos esos príncipes que aspiran a tu mano?

PORCIA— Vete nombrándolos, yo los juzgaré. Por mi juicio podrás conocer el cariño que les tengo.

NERISSA— Primero, el príncipe napolitano.

PORCIA— No hace más que hablar de su caballo, y cifra todo su orgullo en saber herrarlo por su mano. ¿Quién sabe si su madre se encapricharía de algún herrador?

NERISSA— Luego viene el conde Palatino.

PORCIA.- Que está siempre frunciendo el ceño, como quien dice: Si no me quieres, busca otro mejor. No hay chiste que baste a distraerle. Mucho me temo que quien femenilmente triste se muestra en su juventud, llegue a la vejez convertido en filósofo melancólico. Mejor me casaría con un calavera que con ninguno de ésos. ¡Dios me libre!

NERISSA— ¿Y el caballero francés, Le Bon?

PORCIA— Será hombre, pero sólo porque es criatura de Dios. Malo es burlarse del prójimo, pero de éste... Su caballo es mejor que el del napolitano y su ceño todavía más arrugado que el del Palatino. Junta los defectos de uno y otro, y a todo esto añade un cuerpo que no es de hombre. Salta en oyendo cantar a un mirlo, y se pelea hasta con su sombra. Casarse con él sería casarse con veinte maridos. Le perdonaría si me aborreciese, pero nunca podría yo amarle.

NERISSA— ¿Y Falconbridge, el joven barón inglés?

PORCIA— Nunca hablo con él, porque no nos entendemos. Ignora el latín, el francés y el italiano. Yo, puedes jurar que no sé una palabra de inglés. No tiene mala figura, pero, ¿quién ha de hablar con una estatua? ¡Y qué traje más extra...

—¡Mal, mal, mal! —Interrumpió el profesor, parándose de su asiento. Las actrices lo miraron—. Porcia, tienes que mostrarte más disgustada. Sí un hombre quiere tú mano, pero no te agrada lo suficiente, no te mostrarías contenta.

Porcia, o su verdadero nombre, Helena. Me miró resignada y tomó nuevamente su lugar. Respiró profundamente, manteniendo el aire en sus pulmones para luego exhalar con fuerza y nuevamente, comenzó a recitar su línea.

El lobo de los ojos amarillos | [Libro 1] (EN EDICIÓN)Kde žijí příběhy. Začni objevovat