Capítulo 36: "Quince días"

116 24 14
                                    

SCARLETH


A la mañana siguiente, Caleb me llevó de regreso a casa. Cada vez que sentía el viento en mi cara y el canturreo de las aves sobre mi cabeza, me hacía sentir como un alma libre, sin ataduras y sin compromisos. Caleb me regalaba eso. Libertad. Podría decir que yo estoy lista para ello, pero yo sabía más que nadie que no me sentía lista. Es más, me sentía realmente amenazada ante la nueva forma de "vida" que Caleb me estaba presentando. Después de lo que hizo anoche, más aterrorizada me sentí.
Llevé mi mano hacía mi cuello, guiándola exactamente hasta donde Caleb me había mordido y un punzante dolor me inundó cuando entré en contacto con mis dedos. Gimoteé ante el dolor y aparté mi mano casi bruscamente.

¿Estás bien? —Preguntó amorosamente en mi mente.

—Sí.

El pelaje áspero y negro de Caleb me hacía cosquillas en mis piernas desnudas. Kira me había obsequiado la camisa a cuadros junto con unos short de mezclilla para no tener que ir desnuda. Aunque eso no me preocupaba, me preocupaba más lo que dirían mis padres al haber regresado después de estar... ¿Dos días desaparecida?

—A propósito, Caleb. ¿Qué les diré a mis padres?

Kira los llamó y dijo que era tu compañera, y que ambas tenían que hacer un trabajo.

Vaya... pensé.

—Supongo que todo está bien—Miré alrededor y sabía que ya faltaba poco, puesto que el aroma dulzón de los árboles ya estaban inundando mis fosas nasales. Caleb río dentro de mi cabeza, acariciándome casi delicadamente.

Antes de atravesar los últimos árboles y de entrar al enorme patio trasero de mí casa; Caleb se detuvo, se agachó, permitiéndome bajar con seguridad. A penas toqué el suelo y sentí la humedad de la rica tierra y las ramitas pinchar la planta de mis pies. No me molestó, es más, fue una gran bocanada de fuerza.

—¿Y mi auto? —Cuestioné.

En el estacionamiento del campamento.

—¿No está destruido? —Pregunté sin querer saber la respuesta. Caleb negó con la cabeza lentamente y me sentí aliviada—. ¿Cómo?

Algunos de nosotros somos mecánicos. No porque seamos licántropos significa que no tengamos que ganarnos la vida—Tiene razón.

Miré en dirección a mi casa y ya era hora de regresar a casa. La gran cabeza de Caleb se apoyó en mi hombro, permitiéndome rodear su cuello con mis brazos. Me sentía completamente reconfortada cada vez que lo sentía cerca y si algo nos intentase separar, tendría que pasar primero sobre mi cadáver. Suspiré al inhalar el exquisito olor a la tierra mojada, que por alguna razón, llenaba mi alma.
Mientras yo buscaba las fuerzas para alejarme de Caleb, que sin duda después de anoche, se me hacía completamente difícil separarme de él; una suave neblina se levantaba levemente, ocultando el húmedo y vivo suelo del bosque y del patio. Aquella mañana acariciaba delicadamente con su fresca brisa matutina.

El enorme hocico de Caleb empezó a hacer cosquillas cuando empezó a olfatear "disimuladamente" mi cuello, por lo que caí en la realidad de que yo ya tenía que separarme de él.

—Caleb—Suspiré su nombre cuando me separé de él. Mi corazón lloró—. Es hora de irme—Mordí mi labio inferior y el agudo dolor me dejó con los pies en la tierra.

Caleb me miró con ojos de cordero, algo que fue curioso, ya que él es el lobo.

Mientras nos decidíamos separarnos, varios pájaritos pasaron por sobre nuestras cabezas, canturreando los buenos días y dándole cierto toque primaveral al espacio en donde nos encontrábamos.

El lobo de los ojos amarillos | [Libro 1] (EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now