Capítulo 4.

35 2 0
                                    

James.

Mads se fue a su casa, así que, como hoy fue un día espectacular lleno de energías, me fui a mi habitación luego de haberme preparado unos huevos fritos con ensalada. No tenía mucha hambre, la verdad, y la combinación de comidas era precaria, pero algo tenía que comer. Al sentirme un poco solo incluso le había ofrecido a Nick un postre, aunque yo sabía que diría que no.

Está triste, se le nota a kilómetros. Si era por mí no lo entendía, porque siempre me enojo con él y ya sabe tomárselo con calma. No puede estar deprimido porque yo le grité, ¡si la riña era para Belén! Y lo más extraño es que, si no es por eso, no tengo ni puta idea de qué puede ser.

Sin embargo, no insistiría mucho. Nick y yo éramos así: si nos sentíamos mal lo contaríamos, pero todo a nuestro debido tiempo y por iniciativa propia. Él sabe que cuenta con mi apoyo de cualquier manera, y eso es lo que importa.

En la oscuridad de mi cuarto, me acosté de espaldas al techo y suspiré al recordar el magnífico día que habíamos vivido hoy con Mads. El sonido de su risa llegó a mi mente por un instante que me hizo sonreír como un idiota. ¿Que era un perro faldero detrás de Madison? Sí, lo sé. Esa chica ha impactado en mi vida desde el minuto en que la vi, no siempre para bien.

El día que la eché de mi casa estaba tan cabreada... y he de admitir que, luego de este pensamiento, me estoy partiendo el culo. Debo parecer un retrasado riéndome solo, si ya no lo parezco cuando la miro embobado.

Luego de eso, me quedé pensando por un rato más, hasta que escuché la puerta principal. Chequeé el reloj, bajé las escaleras y vi a mi hermana muy seria acomodando sus sandalias.

—Han pasado dos horas desde que te fuiste, Belén. ¿Me puedes decir a dónde tuviste las agallas de pirarte? —inquirí y ella blanqueó los ojos mientras pasaba a mi lado para ir a la cocina.

—Ambos sabemos que ahora me sacarás cagando por ser irresponsable, impulsiva y tonta, y ninguno de los dos tiene fuerzas para otra discusión de ese estilo. ¿Podemos saltearla y pasar a lo importante? —pidió y cedí ante su mirada suplicante.

Ya no será una niña, pero me sigue ganando con sus pucheros. Entre ella y yo siempre fue igual: yo queriendo decirle que no y luego retractándome ante sus caritas. Y no soy el único: Nick cae, por lo que vi Alex cae, Jacob (alias: nuestro padre de mierda) cae y todos los chicos que van detrás suya (sean de Francia, México o Estados Unidos) caen. Su novio tendrá que acostumbrarse a eso y seguro caerá con nosotros, claro, si no cae antes por la fuerza de mis puños.

—Vale —acepté y vi que no sabía qué cocinarse—. ¿Te preparo algo?

—No, me haré algún sándwich con alguna cosa que encuentre por ahí —señaló el refrigerador con mala gana y, luego de minutos de vagueo y de preparación, finalmente se sentó con su comida enfrente mío.

—¿Quieres? —ofreció, pero yo negué tanto con la cabeza como con la mano. Ella probó el sándwich y lo dejó en la mesa—. Verás, hay algo que tengo que contarte con respecto al accidente de hoy (que, te repito, fue un ACCIDENTE, maldita sea) —insultó, pero la ignoré.

—Sabía que te habías guardado algo para ti. Es muy importante, ¿verdad? —recibí un asentimiento de su parte—. Me impactará, ¿verdad? —asentimiento—. ¿Es difícil de creer?

—Depende si lo miras como un humano corriente que no vio nada paranormal o como un Pars acostumbrado a rarezas —argumentó y yo asentí, aprobando su respuesta.

Hybrid (Pars #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora