Capítulo 9.

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Madison.


—¿Por qué te estaría mintiendo, Made? —me cuestionó Alex con una sonrisa y me fui inevitable no devolvérsela.

—¡Qué se yo! ¿Para subirme el ánimo?

—Si por eso fuera, ¿está funcionando?

—La verdad es que sí —murmuré y él me pasó un brazo por los hombros.

—Genial. Para eso estoy.

Me ruboricé al pensar en el piropo y ahí llegamos al restaurante. Alex me había invitado a comer luego del entrenamiento porque según él "estoy dando mejores resultados que nunca", pensamiento por el cual estamos discutiendo.

No sé si lo estoy haciendo mejor pero, a juzgar por el sudor que últimamente sale a chorros de mí, al menos me estoy esforzando más. ¡Y antes de que me llamen asquerosa por ir empapada a cenar tengo que decir que pasamos por casa a darme una ducha antes!

Suerte que Sean y Alex sean mejores amigos porque sino habría sido un poco incómodo dejarlo solo.

Entramos en el local y nos sentamos en una de las únicas mesas que estaban libres. De no haberme bañado tal vez me sentiría un poco sobrecogida ante la lujosa decoración y los serios meseros. Ellos me asustaban, todos estaban casi corriendo de un lado para el otro, atendiendo a la gente con profesionalidad y sin un atisbo de sonrisa en sus caras.

Sin embargo, habría preferido que nos atendiera uno de estos cuarentones sin sentido del humor antes de la veinteañera con hormonas revolucionadas que lo hizo finalmente.

—Pero, Made, te aseguro que estás mejorando... —me decía Alex cuando la mesera nos atendió. Al revés de los otros empleados, ella carecía de formalidad y de discreción. ¡Se está comiendo a Willson con la mirada!

—Hola, bienvenidos a "Per Voi". ¿Qué desean ordenar?

El único segundo que la mujer dejó de observar a Alex él aprovechó para hacer una mueca. Tuve ganas de reír porque me di cuenta de que ella había pronunciado la frase en italiano como la mierda y eso incomodó aún más a mi amigo (que es de Italia, para su información).

—¿Qué quieres, Made? —me preguntó.

—Bueno, hoy pagas tú, así que lo que quieras.

—Vale. Yo quiero una lasaña...

—¿Y para tu novia? —inquirió la chica. Se notaba que no le gustaba un pelo tener que decir eso.

—¡No! —exclamamos los dos. Nos miramos con horror.

—Tengo novio —solté.

—Me gustan más las rubias —comentó Alex.

A la mesera le encantó la idea de atendernos otra vez, tanto que le empezaron a brillar los ojos y sonrió seductoramente a mi acompañante. Esta chica ya me caía mal porque, si supiese leer un poco la expresión de Alex, se daría cuenta de que el chico es tímido que te cagas y no le gustan es tipo de miradas.

--A mí tráeme otra lasaña y una botella grande de agua, por favor y gracias por la atención --pedí y para finalizar mi hazaña heroica le tendí los menús con rapidez.

La chica se mordió el labio por última vez y se fue por donde vino. Alex soltó un suspiro largo y exagerado que me hizo reír.

--¿Acaso estás incómodo, Alexander? Ni siquiera se nota --me mofé.

--¡No te burles! Me da cosa tener que ser visto como si fuera el postre de esta mujer.

Me eché para atrás de la risa al ver su expresión.

Hybrid (Pars #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora