Capítulo 28.

15 2 0
                                    

Belén.


Entré cabreada al laboratorio de Regina por la insistencia de Edward para que llegara temprano. Ya sabía que él no me trataría con respeto, pero mi paciencia estaba empezando a disolverse. ¿Qué pasaría cuando ya no me quedara ni una pizca? ¿Qué sería capaz de hacer con tal de defender mi honor, mi salud, mi totalidad?

Porque no me cabía duda de que lo mataría si me dieran la oportunidad, eso asegurado.

Regina me explicó varias cosas y procedió a sacarme sangre, sonriendo a todo momento. Jamás me había parecido alguien tan cínica y fría, calculando cada detalle para sacar provecho de cada situación. Jamás me di cuenta del miedo que daba.

Luego me dejaron descansar para poder ir a la parte física de mi investigación humana, que completé en aparentemente un minuto y treinta y cinco segundos sin ningún fallo. Vi que Regina estaba muy feliz cuando me vino a buscar por lo frenéticos que eran sus movimientos, lo cual me contrarió bastante.

--Vale, Belén, ahora viene lo clave. ¡Guardias! --exclamó y miles de manos me sostuvieron de un momento a otro.

Aquellas basuras no eran mucho mejor que el pesado de Edward. ¡Joder! Solo quería alguien decente como encargado. Eso era todo lo que pedía.

Me empujaron por más pasillos del mismo piso hasta que llegamos a otra sala como la de los laboratorios: pequeña, con unas computadoras y unas camillas. Varios doctores estaban parados tomando notas de casi cada paso que hacía mientras yo me sentaba en el escritorio enfrente de Regina, quien preparaba algo en un ordenador.

--Lo que harás ahora no es fácil --afirmó repentinamente ella, ganando mi atención--. Puede que sientas miedo o que te sientas como una intrusa, pero no es ese el punto. Tienes que pasar esto sin titubeos si quieres obtener la recompensa que quiero darte --La odiaba. La detestaba tanto que quería arrancarle los ojos y dárselos de comer a un perro--. No te olvides de eso. ¡Que hagan pasar al sujeto!

Los doctores abrieron una puerta (que cerraron antes de que yo pudiera ver algo) y un chico paliducho que temblaba entró. Parecía tan cagado de miedo que al mínimo toque que se le hacía pegaba saltitos. Mi corazón se encogió al notar que no debía de tener más que mi edad.

--¿Por qué traen a este chico aquí? Cualquier prueba que tenga que hacer puedo realizarla solo yo y sin compañía. No necesito animadores --intenté molestar, pero no me salió muy bien porque mi concentración estaba en otro lado.

--El chico no puede irse --me cortó ella, irguiéndose recta como un palo--. ¿Y sabes por qué?

El tono triunfante con el que lo pronunció me asustó bastante.

--¿Porque lo quieren mucho?

--Porque él es la prueba. Debes confundirlo.

Abrí tanto los ojos y la boca que podrían haber tocado el suelo tranquilamente. Mi corazón paró de bombear sangre y empecé a sentirme mareada.

Tenía que estarme jodiendo. No podía pedirme algo así, ¡no podía!

Ella no podía pedirme algo así. Yo no haría algo así jamás en mi puta vida, no si no era por necesidad vital.

--¿Qué? --conseguí murmurar, tan perpleja que se me había olvidado respirar--. Yo no voy a confundir a nadie.

--El señor Peters sabe mucho, Belén. Se arriesgó a amenazar al Gobierno y sabe demasiado como para dejarlo vivo e intacto --me explicó y él soltó un grito. Un guardia sacó un arma y lo apuntó para que se callara, y él empezó a llorar en silencio.

Hybrid (Pars #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora